Incumplir promesas de campaña debería ser delito y motivo de juicio político

Incumplir promesas de campaña debería ser delito y motivo de juicio político

En Colombia, quien induce al error otra persona debe afrontar consecuencias penales. ¿Por qué no pasa con los políticos?

Por: Armando E. Arias Pulido
marzo 04, 2022
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Incumplir promesas de campaña debería ser delito y motivo de juicio político

Una plataforma política incumplida por el gobernante es prueba de que el electorado fue induce al error, pues este votó basado en unas ideas que quien se comprometió a ejecutarlas no las cumplió.

Para la elaboración de su gran obra El contrato social, Jean Jacques Rousseau, uno de los filósofos y escritores más destacados de la Ilustración, partió del principio de que, para vivir en una sociedad justa, quienes la gobiernan desde sus diferentes niveles tienen que vivir en su estado natural; es decir, no corromperse, ya que, según él, el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad es la que lo corrompe. Desde el punto de vista de su gestión, deben sobreponer los intereses de los gobernados sobre sus intereses personales o los de sus partidos políticos y, lo que es más importante, responder ante aquellos por lo que prometieron para poder acceder al poder mediante sus votos.

Esto debiera ser un mandato imperativo desde la misma Constitución Nacional y su incumplimiento merece no solo el repudio de sus electores (juicio político) sino tipificarse como delito dentro de la legislación colombiana, pues los induce al error, ya que los eligen sus representantes basados en ideas, obras o proyectos que se comprometieron a ejecutar y no cumplieron.

En nuestro país quien induce al error a un funcionario público, a un operador de la justicia o a cualquier individuo que deba fallar con base en la información que este les suministre debe afrontar consecuencias penales. Entonces, ¿por qué al político que les incumple a sus electores no se les aplica este mismo tratamiento?

Desde el punto de vista político, una democracia funciona en la realidad si y sólo si los gobernantes cumplen con sus promesas de campaña y obedecen el mandato que los votantes expresan en las urnas. Si no es así, la democracia queda convertida en un saludo a la bandera. Es común ver en nuestras democracias que una vez en el poder, los políticos no cumplen sus promesas de campaña o, lo que es más grave, desarrollan proyectos, planes y/o programas totalmente opuestos a los prometidos en sus campañas, sin que se les aplique reproche de ninguna naturaleza.

Esta situación es beneficiada por la corrupción, que permea nuestra sociedad en sus diferentes ámbitos. No son solo culpables los políticos que ante montañas de hechos y actuaciones que prueban su ineficiencia, deshonestidad e incumplimiento de sus promesas, juran ser inocentes víctimas y atribuyen éstas a una “persecución política” de sus detractores. Políticos que se aprovechan del hambre y de la miseria reinante en nuestro país para obtener el mayor número de votos. También lo son aquellos electores que, siendo conscientes del historial de corrupción de aquellos que le están solicitando su voto, se lo entregan a cambio de un mísero tamal o una teja, en lugar de castigarlos no votando por ellos, reprochando así los malos resultados de su gestión.

Tanto al uno como al otr, les sería beneficioso un recorrido por la filosofía del gran maestro Confucio, orientada al logro de una buena gobernanza y basada en cinco virtudes cardinales:

  1. Benevolencia que incluye el servicio público desinteresado del gobernante en cada una de sus actuaciones, en la satisfacción de las necesidades básicas insatisfechas de sus gobernados y en el interés del elector por dotar al país de dirigentes honestos.
  2. Rectitud que implica que el gobernante no solo debe parecer íntegro sino demostrarlo y basar cada una de sus decisiones al igual que el votante en valores, no en precios.
  3. Corrección, que no es otra cosa que la humildad que se debe tener para reorientar las decisiones mal tomadas y orientarlas por el camino de la equidad, la justicia, la moral y la ética.
  4. Conocimiento no solo del tema sobre el cual va a tomar decisiones sino, de aquellos en los cuales puede asesorarse y de la integridad y capacidad de aquellos en quienes piensa delegar algunas de sus funciones. Conocimiento de los recursos o las fuentes de recursos con que cuenta para adelantar su plan de gobierno.
  5. Buena fe. Significa verdad, sinceridad en cada una de las actuaciones a desarrollar y transparencia en su forma de actuar.
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