Ideas Fuerza
Opinión

Ideas Fuerza

Soy Poder Ciudadano. Quiero que se pacte con las mujeres, con pueblos étnicos, con las y los liberales del pueblo, con el poder soberano que no reside en siglas

Por:
septiembre 29, 2021
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Texto completo de la alocución de Piedad Córdoba en el Hotel Tequendama con motivo de la adhesión de su movimiento, Poder Ciudadano, al Pacto Histórico de Gustavo

Uds me conocieron de pie. Acá estoy de pie y seguiré de pie, como toda mi vida. Como mi madre me lo exigió y como el país y Nuestra América me necesitan: de pie y con paso firme. Les agradezco inmensamente que nos acompañen hoy a continuar con nuestras luchas. A mis compañeros y compañeras de Poder Ciudadano que hoy llegan desde todo el país, a nuestros amigos y amigas de todo el continente que en cabeza del Presidente Manuel Zelaya han querido compartir su solidaridad con el pueblo colombiano,  a la heroica bancada de oposición, al senador y candidato Gustavo Petro, y a todas las fuerzas políticas y sociales, que forman este gran Pacto Histórico y a las que espero nos sigamos uniendo para triunfar en las elecciones de 2022. Bienvenidos y bienvenidas a ser gobierno.

He regresado porque me llama la historia. Me convoca un momento histórico, por encima de vanidades, empatías o animadversiones. Después del levantamiento social iniciado el pasado abril vivimos un momento histórico, que puede lograr por fin hacer realidad los anhelos de las mayorías. Reclamada por este momento histórico, les cité a este lugar histórico- el Salón Rojo del Hotel Tequendama-, el lugar emblemático del Partido Liberal, que presenció ingentes convocatorias, y que yo misma cuando fui directora del Partido pude ver rebozado de pueblo, del pueblo gaitanista, de negros, indígenas, dirigentes comunales y sociales, habitantes de los remotos parajes de nuestra tierra. En este lugar histórico bailamos y gozamos, porque nuestro pueblo es alegría, pero en este lugar histórico también lloramos el ascenso del autoritarismo en nuestro país, en el albor del siglo XXI. En este momento histórico, en este lugar histórico, les invito a que hagamos historia, a que cambiemos nuestra historia, con el Pacto Histórico.

He respirado política desde siempre -y de pie como hoy- seguiré luchando hasta el día de mi siembra. No vuelvo a la política, porque todas y todos aquí sabemos que nunca me fui. Luego de la intensa persecución de la que he sido víctima, había decidido no seguir haciendo lo mismo dentro de un sistema electoral que carece de transparencia y un legislativo convertido en ornamento por el gobierno de turno. Por ello me alejé de los últimos comicios.  Pero me resisto a ser indiferente ante este momento histórico, porque justamente no regreso a hacer lo mismo. Retorno a las urnas con el Pacto Histórico a dejar de ser oposición. Me postulo para ser gobierno, junto a Gustavo Petro y al Pacto Histórico, para revivir los olvidados ideales del pueblo gaitanista, del que me siento partícipe.

Nuestro drama nacional radica en una élite hermética que ha impedido tras 200 años de vida republicana avanzar en las elementales reformas liberales y democráticas. En Colombia los ideales del pueblo liberal han sido traicionados sistemáticamente. Estamos en deuda con la historia. Traicionados y timados como la esperanza de paz del general Rafael Uribe Uribe, que tras combatir contra la  despótica Constitución de 1886 murió asesinado a machetazos entrando al Capitolio, en una temprana muestra del recurso sistemático de la violencia política contra la oposición. Este país, aun clama por la Reforma Agraria burlada hace más de 80 años, y las demás reformas necesarias que enarbolara la Revolución en Marcha de López Pumarejo: la ruptura con el confesionalismo, las garantías a los derechos económicos y sociales, entre tantas otras improntas que fueron sepultadas prontamente.

En pleno siglo XXI siguen vigentes las ideas y apuestas de Jorge Eliércer Gaitán. De las Bananeras al Paro Nacional de 2021, retumba hoy su justa acusación que señalaba que este gobierno tiene la metralla homicida para los hijos de la patria, y la temblorosa rodilla en tierra ante el oro de los poderosos. En medio de la putrefacción de la corrupción y el clientelismo, contra quienes han dejado sin comer a la niñez en La Guajira o en el Chocó, vibra con vigor su llamado ¡A la Carga, por la Restauración Moral de la República¡ y la enseñanza del Libertador: Moral y Luces. Ante este régimen que prefirió el magnicidio y 75 años de guerra, lo que Gaitán propuso aún está por hacer en nuestra patria: lograr que sea el pueblo de a pie – y no las oligarquías de viejo o nuevo cuño- el protagonista de la política y el beneficiario esencial de las políticas del Estado colombiano

Soy liberal de Gaitán y de Uribe Uribe. Soy liberal de Guadalupe Salcedo y sus centauros, otro insurgente liberal engañado en su sueño de paz. Con mayor razón, cuando los nietos de ese campesinado liberal, aún esperan que se cumplan las Leyes del Llano y se les garantice su derecho a la tierra, luego de múltiples reformas agrarias frustradas y sucesivos desplazamientos a sangre y fuego.

He militado al lado de las y los excluidos desde mi inicio en la política en los barrios populares de Medellín. Acá están mis amigos de infancia. He luchado por la democratización real y las grandes reformas aplazadas al igual que Ud doctor Petro, pese a todas nuestras diferencias de vida. Como Ud, me enfrenté a la antidemocrática Constitución de 1886, y aupé esperanzada el proceso constituyente de 1991. Compartimos con liberales y conservadores que unidos a la Unión Patriótica pugnamos por el desmonte real del Frente Nacional. No puede ser casualidad de la historia que a su lado y al de Manuel Cepeda Vargas nos encontráramos en 1991 en aquella Cámara de Representantes elegida tras la Asamblea Nacional Constituyente, intentando consolidar la apertura democrática.

Como liberal luché durante 20 años en el parlamento por cumplir las promesas violadas de la Constitución de 1991. Allí estuve junto a mi pueblo negro, promoviendo y logrando aprobar la Ley 70 que reconoce los derechos colectivos sobre la tierra de nuestras comunidades, allí estuve logrando aprobar la circunscripción especial en Cámara de Representantes para las y los Afrodescendientes, así como otras curules desparecidas hoy para las minorías políticas. Fiel a mis concepciones liberales, y aunque me diesen la espalda los gobiernos de la época, presenté las primeras iniciativas legislativas que legalizaban el derecho al aborto, el matrimonio igualitario, y la inclusión paritaria de las mujeres en las listas a corporaciones públicas y en la dirección de los partidos, consignas  aun no alcanzadas y que hoy todavía son parte de las luchas por la real apertura democrática. Por mis posiciones liberales y de oposición fui secuestrada por el jefe paramilitar Carlos Castaño azuzado por presiones políticas y empresariales, en medio del silencio cómplice del entonces presidente Andrés Pastrana, sufriendo luego el exilio con mi familia, razón por la cual viví en carne propia el sufrimiento que nos aqueja a las millones de víctimas del conflicto, y reforcé mi compromiso por acabar la guerra, cuando otros apostaron por intensificarla dizque para ganarla, cuando con la guerra todos y todas perdemos.

Por ello, conformé la Comisión de Paz, e impulsé la creación de la Comisión de Derechos Humanos en el Congreso de la República, siendo su primera presidenta, bajo el signo liberal que nos aleja de cualquier autoritarismo y tiranía y nos convoca a la protección de los derechos ciudadanos, el respeto al estado de derecho y la solución incruenta de los conflictos sociales. Inmolé mi humanidad misma para poner fin al conflicto armado, y ganar la libertad de centenares de colombianos y colombianas, obteniendo por ello descalificaciones hasta del mismo presidente Santos, quien finalmente logró el desarme de la guerrilla de las FARC, pero imponiendo un veto a mi participación en el proceso de paz.

Los escasos desarrollos legislativos progresistas derivados del 91 fueron aplastados por contrarreformas legales y sobre todo por el crecimiento del poder real de grandes mafias y la emergencia de un proyecto fascistoide que nos vendió una guerra eterna como placebo, un proyecto del que aún no nos hemos terminado de liberar. La realidad me demostró que con el presidente Cesar Gaviria se había hecho el funeral del histórico Partido Liberal, y había parido al Partido Neoliberal, para agravar las penurias de las mayorías.

Mis sueños por ganar las reformas democráticas por las que ha luchado el pueblo liberal, se han pospuesto hasta ahora, pero nunca han sido cancelados. Por eso como liberal, como pueblo gaitanista me uno al Pacto Histórico para hacerlos posibles. Es la hora de que cese la horrible noche, y  convencida repito la clarividente frase de  Gaitán: “Yo confío en la multitud. Hoy, mañana y pasado, esa multitud que sufre el suplicio, que lo sufre en silencio, sabrá desperezarse y para ese día, oh bellacos será el crujir de dientes”. Ese día llegó. Empezó con el 28 de abril. Esa multitud de Gaitán, de nietos y bisnietos del caudillo, nos llevarán a la restauración moral de la república y permitirán a este Pacto Histórico ganar las mayorías en el congreso, y llegar a la Casa de Nariño.

Llego como mujer liberal y feminista, que me abrí mi espacio en medio del más rancio machismo de la política colombiana, abrazando las luchas de hoy desde el siglo pasado. Pero también llego como mujer negra, orgullosamente negra. Soy una palenquera de la política, que me resistí a subordinarme a las élites racistas del pasado y del presente. Permítanme decir, parafraseando al gran poeta Jorge Artel: “Negro soy desde hace muchos siglos/ Poeta de mi raza, heredé su dolor/ Y la emoción que digo ha de ser pura/ En el bronco son del grito/ Y el monorrítmico tambor.”

El pueblo afrocolombiano y demás pueblos étnicos hemos sido víctimas de una exclusión centenaria y del racismo estructural en todo el continente. Ante la Comisión de la Verdad acusé a este Estado de los delitos internacionales de Genocidio Étnico y Etnocidio. Nos están liquidando como pueblo y quieren borrar nuestra cultura para apropiarse de nuestros territorios: de Chambacú al Mira, de Buenaventura a Providencia, de los Montes de María al Atrato, de Curvaradó y Jiguamiandó, a Cazuca y a Siloé. Se nos desplaza una y otra vez para que se extraigan las riquezas naturales y se implementen lucrativos megaproyectos de infraestructura o turísticos, mientras mis hermanos y hermanas se sumen en la más profunda pobreza absoluta. Como parte de sus luchas y resistencias me uno al Pacto Histórico para que formemos un gobierno plurinacional e intercultural y que frene ya esta victimizacion. Necesitamos un nuevo modelo de desarrollo y de gobierno que reconozca nuestras identidades, creencias, formas asociativas, saberes ancestrales y relación con la naturaleza. Como autora de la Ley 70 de negritudes, digo con todo conocimiento, que es urgente desarrollarla y reglamentarla, tras 28 años de burlas porque hoy es letra muerta en medio del despojo generalizado. Hay que reconocer la nación étnica afro, que habitamos no solo nuestros territorios ancestrales, sino que formamos grandes comunidades en las principales ciudades del país y somos víctimas del marginamiento y la represión, como fue evidente durante el paro nacional en Cali. No más “Sergios Arboledas” en el Siglo XXI. Hagamos un Pacto Afro, hagamos un Pacto Negro, un Pacto Étnico, para ser gobierno y ser historia.

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No vengo a unirme individualmente, sino a que juntemos nuestras luchas. Queremos pactar con el poder de la ciudadanía, ese mismo poder que en las calles derribó la reforma tributaria

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No soy Piedad, soy Poder Ciudadano. Quiero que se pacte con las mujeres y feministas, que se pacte con los pueblos étnicos, que se pacte con las y los liberales del pueblo, que se pacte con las regiones y territorios olvidados por el centralismo, que se pacte con el poder soberano que no reside en siglas, corporaciones ni jerarquías. Quiero como Jaime Bateman que hagamos ahora sí, el sancocho nacional. No vengo a unirme individualmente, sino a que  juntemos nuestras luchas. Queremos pactar con el poder de la ciudadanía, ese mismo poder que en las calles derribó la reforma tributaria. Venimos a contribuir a construir un Pacto para sacar a Colombia de esta crisis histórica, social, humanitaria, diplomática y de todo orden. Creemos en la democracia real, pero con plenas garantías. Queremos se proteja ese derecho inalienable a la participación política del que forman parte inescindible la protesta y la movilización. Doctor Petro: hagamos hoy un pacto con esta juventud: ni un solo ojo mutilado, ni una sola vida joven más arrebata por protestar en las calles.

Aquí no viene a pactar Piedad Córdoba. Aquí venimos como Poder Ciudadano, desde San Andrés hasta el Vaupés, y desde el Chocó a Arauca, porque queremos ser alternativa de poder en este país: en el parlamento, en el gobierno, y en las regiones.  Venimos a pactar para ganar la presidencia, y ser mayorías en senado y cámaras en 2022, pero también para proyectar ser gobierno local en 2023. Acá están nuestras candidaturas para nutrir el Pacto Histórico, hombres y mujeres de diverso origen político y social, liberales, empresarios, víctimas, artistas, sindicalistas, jóvenes, afrodescendientes, raizales y palenqueros, que nos quieren acompañar en esta apuesta de romper con las mayorías electorales de la derecha. Cuente con nuestra participación en todas las circunscripciones dentro de los marcos establecidos por el Pacto Histórico, buscando garantizar el triunfo en las urnas. Iremos a conquistar el voto de esas mayorías indiferentes con la política pero afectadas por este gobierno catástrofe de Iván Duque, puerta a puerta, casa a casa, mesa a mesa.

Pero justamente por haber sufrido de los lastres de este sistema electoral colombiano, sabemos que las elecciones en Colombia no nos ofrecen plenas garantías. No voy a recordar el chocorazo del 19 de abril de 1970, ni los E-14 alterados de 2018, ni como yo misma fui víctima de un fraudulento reconteo de más de 3 años, para sacarme del senado en tiempos del gobierno de Uribe Vélez. Todos sabemos el riesgo que se cierne desde ya ante la posible victoria del Pacto Histórico en marzo y en mayo de 2022. Cuántos fraudes electorales hubo en Haití o en México? Invito a quienes nos acompañan desde todo el continente a hacer un Pacto por la Democracia en Colombia, un pacto por la transparencia electoral que impida el fraude en los próximos comicios, y otorgue garantías efectivas para todas las opciones en el tarjetón. La eliminación de un plumazo de la ley de garantías electorales actualmente en curso en el Congreso, es solo una pequeña muestra de lo que se cierne para evitar que el estallido social actual desemboque en las urnas. Llamo desde ya a una gran Veeduría Internacional para que se pueda vivir realmente una fiesta democrática en Colombia. Sin Ustedes, no tenemos garantías.

Pero también desde Poder Ciudadano queremos proponer un Pacto por la Reforma Política y Electoral como tarea inaplazable para el Pacto Histórico. Necesitamos que el país nacional de Gaitán esté representado. Si las calles estallan, es porque el parlamento y las autoridades callan. Esa inmensa multitud de abril no cabe en los estrechos marcos del actual Congreso y del amañado proceso electoral. El Código Electoral apenas en trámite en la Corte Constitucional puede tender a lograr lo imposible: hacer más antidemocrático el sistema electoral colombiano. Los poderes omnímodos de la Registraduría y la Procuraduría son un grave riesgo contra los movimientos alternativos – si lo sabremos nosotros senador Petro-. La política prepago que destruyó al Partido Liberal, tiene que ser desterrada de la política. Urge construir un poder electoral autónomo, eliminar la financiación privada de las campañas, replantear la representación de los territorios  y garantizar la participación de mujeres y jóvenes en todos los cargos de elección, como espero lo haga el Pacto Histórico. Hagamos un pacto para buscar representar a esas inmensas mayorías que no se sienten hoy representadas por ningún partido y ninguna institución. Esas mayorías que estallaron en abril.

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A parar para avanzar gritaban las movilizaciones desde 2019. Hoy avanzamos a la posibilidad de ser gobierno, si logramos conectarnos con esas mayorías, ese es nuestro principal pacto

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A parar para avanzar gritaban las movilizaciones desde 2019. Hoy estamos avanzando a la posibilidad de ser gobierno, si logramos conectarnos con esas mayorías, ese es nuestro principal pacto. A parar para gobernar, como sucedió en esta América Latina de neoliberalismos fracasados. Este pueblo ha dicho basta. Esta generación no aguanta más. Este régimen está haciendo metástasis, mientras el modelo económico ha quebrado renglones enteros de la economía otrora prósperos y condena a la inanición a más de un tercio de la población. 2.6 millones de hogares colombianos ingieren menos de 2 comidas diarias.

El neoliberalismo es un fracaso. Por lo menos para los más de 21 millones de pobres y los más de 7.4 millones de pobres extremos, que según las mismas cifras oficiales del DANE existen en nuestro país. Más del 42% de Colombia está bajo la línea de pobreza monetaria, casi 9 puntos por encima del promedio de América Latina según la CEPAL. Más de 3.5 millones de compatriotas ingresaron a la pobreza después de la pandemia. Un crecimiento del más del 20% de la pobreza durante el gobierno Duque, luego de que el gobierno Santos modificara la metodología de medición para maquillar las cifras. . Una verdadera calamidad social, con una desigualdad regional tan desproporcionada que en La Guajira y Chocó dos tercios de su población hacen parte de los índices de pobreza, y un ensañamiento de género y generacional que hace que el 46.7% de las mujeres estén en situación de pobreza y más de la más de la mitad de los menores de 25 años. Más del 15% del país, bajo la línea de pobreza monetaria extrema. Es decir que más de 7.4 millones de compatriotas viven con menos de $4578 pesos diarios

Estamos ante la peor crisis económica desde que se miden indicadores macroeconómicos en el país. en una profundización de la crisis económica que afecta no solo a los sectores más empobrecidos, si no a clases medias, MPYMES y profesionales, golpeados también por la destrucción del aparato productivo interno y el deterioro de los ingresos de las mayorías. No es pues, un accidente del COVID la actual situación de emergencia social, sino más bien que nuestra economía ha sufrido una pandemia de por lo menos 30 años.

De acuerdo con los lineamientos de la Lista Programática del Pacto Histórico. Necesitamos se decrete el estado de emergencia social y económica, pero no para legislar a favor de los grandes capitales como lo aprovechó la dictadura fiscal de Duque durante la pandemia, si no por el contrario para implementar un “Plan de Choque Humanitario” que haga realidad la renta básica por la que clamaron las banderas rojas durante la cuarentena, y se contribuya a reactivar la economía. Colombia puede, como dicen los documentos programáticos del Pacto.

Este pueblo no necesita de las clientelizadas, ultrafocalizadas y pauperizadas “asignaciones monetarias” del Gobierno Duque, que aceitadas con la última reforma tributaria aspiran garantizar la compra de votos para la derecha. 17 billones esquilmados a la ciudadanía para hacer vulgar politiquería desde el Ejecutivo sin resolver los problemas sociales. Exigimos Renta Básica Universal progresiva. Existen muchas justificaciones y experiencias, desde aquellas en Nuestra América, como la asignación universal por hijo, realizado por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, que reivindicaba el trabajo no remunerado de las mujeres en la economía del cuidado, al modelo de “Bolsa Familia” o “Hambre Cero” en el primer gobierno de Lula en Brasil, que buscaba al mejor estilo keynesiano elevar  la capacidad de consumo de las familias, estimulando al conjunto de la economía y garantizando un mayor bienestar social. Trabajaré desde la coalición de gobierno del Pacto Histórico para que en el mediano plazo se implemente un modelo universal de renta básica con mujeres cabezas de hogar y adultos mayores, y que no significa regalar nada, sino una reivindicación de los derechos económicos y sociales, consagrados formalmente en 1991 pero desconocidos por estas tres décadas de neoliberalismo. La ciudadanía paga impuestos y trabaja sin remuneración para el bienestar social. La renta básica no es un regalo. Regalo, los contratos de la Vía al Llano o los de Centros Poblados.

La salud y la educación gratuita como derechos sociales, el reconocimiento de los derechos laborales conculcados por la legislación neoliberal, el apoyo a las medianas y pequeñas empresas, así como al emprendimiento, son políticas necesarias, no para implantar dictaduras como pretenden meter miedo desde la derecha. Pero a mí no me atemorizan. Desde los años del presidente Lleras Restrepo se abortó la incipiente apuesta por un desarrollo propio en nuestros país. Se desdeñó la integración económica con América Latina, para caer en la absorción económica de los TLC. Por esto, desde Poder Ciudadano propongo un Pacto con Nuestra América. Ya está bueno que tras cien años de vender nuestra soberanía por la indemnización de Panamá, sigamos atados al Respice Polum, (Mirar al Norte) del presidente Marco Fidel Suárez. Desde mi entraña liberal voy a reivindicar al rebelde López Michelsen iniciando su ejercicio en la cancillería y llamando al Respice Similia, para mirar a nuestros semejantes y fortalecer nuestra integración con la región.

Paz regional, integración económica regional y desarrollo fronterizo binacional. No hemos luchado por acabar una guerra en Colombia para transarnos en un conflicto bélico transnacional, jugando de peón geopolítico de fuerzas que no podemos controlar. La adscripción del país, hecha por Santos como socio global de la OTAN es de una irresponsabilidad catedralicia, solo superada por el endoso de nuestro territorio durante el gobierno Duque como plataforma de agresión regional. Hagamos un Pacto que garantice la paz en Nuestra América, desescale las riesgosas escaramuzas militares y garantice la no intervención en política interna entre los gobiernos latinoamericanos ni alianzas militares externas a la región. No más exportación de mercenarios Made In Colombia, vendidos al mejor postor para la desestabilización regional, como en el lamentable episodio del asesinato del presidente de Haití.

Acudamos al llamado de AMLO de pensar una nueva arquitectura para las relaciones continentales, sin desconocer ninguno de nuestros compromisos internacionales y trabajemos por apuestas de integración en todas las dimensiones con nuestros pueblos hermanos. Volquemos la cara a las fronteras donde habita las mismas comunidades atravesadas por líneas impuestas, y saquemos estas regiones de la pobreza y la ilegalidad. Trabajemos acuerdos de desarrollo binacional, que parten de la reapertura de los pasos fronterizos y la normalización de las relaciones con todos los países limítrofes, sin que medie el tinte político de sus gobiernos. Que pare el sufrimiento de Cúcuta, de Arauca y de La Guajira con la frontera cerrada. Que tomemos medidas inmediatas para que el Darién no siga convertida en la puerta trasera de las mafias migratorias. Que miremos el Pacífico, la Orinoquía y la Amazonia como regiones biogeográficas cuya preservación y desarrollo requieren del concurso conjunto de Colombia y sus países vecinos.

Pacto por las mujeres y la libertad sexual; pacto por las negritudes y los pueblos étnicos, pacto por las reformas democráticas postergadas; pacto contra el hambre y por el desarrollo económico; pacto por las regiones marginadas;  pacto por Nuestra América; pacto por cambiar la historia; aquí llegamos al Pacto Histórico, la negra Piedad Córdoba y Poder Ciudadano, con la sentencia de Gaitán: “Cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es pueblo”

 

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