Hillary Clinton vs Donald Trump: radiografía de un país en crisis

Hillary Clinton vs Donald Trump: radiografía de un país en crisis

“La campaña de 2016 ha puesto en evidencia la fragilidad del sistema político del país más importante del mundo”.

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noviembre 07, 2016
Hillary Clinton vs Donald Trump: radiografía de un país en crisis

Enfrenta a Hillary Clinton, primera mujer con probabilidad de ser Presidente, y a Donald Trump, millonario de finca raíz, heredero que ha multiplicado con unas herramientas aceptables y otras no tanto. Ella encarna la maquinaria del partido Demócrata, con políticas sociales más progresistas, aunque tibias en el contexto de otras economías desarrolladas. Trump ofrece retórica para motivar a segmentos importantes de la población blanca conservadora, excluidos de la recuperación económica de años recientes, tras la crisis entre 2007 y 2009, pues la estrategia monetaria, con tasa de interés mínima, ha perjudicado a los pequeños ahorradores; el compromiso con un país más fuerte, sin inmigrantes ilegales, le permitió derrotar a los demás aspirantes del partido Republicano.

Los candidatos se han acusado con adjetivos. La pobreza de propuestas evidencia las limitaciones de las instituciones. El partido Republicano fue por décadas bastión del gobierno pequeño, con defensa de las libertades individuales y reconocimiento del éxito. El partido Demócrata tiene, en cambio, dos vertientes históricas, reflejo del conflicto del siglo diecinueve entre el Norte, donde hubo industrialización rápida, y el Sur, dedicado al algodón y al tabaco. El Norte triunfó en la Guerra Civil (1861-1865) bajo la dirección del Presidente republicano Abraham Lincoln, líder de excepcional virtud, pero el conflicto dejó casi un millón de muertos y serias fracturas sociales. El partido Demócrata fue bastión del racismo en el Sur, mientras en el Norte se transformó en forma gradual en gestor de la intervención estatal en la economía. La unidad demócrata era tenue, y hace medio siglo hizo crisis; el movimiento para reconocer derechos civiles a la población negra indujo a sus líderes del Sur a pasarse al partido Republicano.

Es importante la perspectiva económica: EEUU creció muy rápido durante un siglo desde el fin de la Guerra Civil hasta principios de los años setenta del siglo pasado. Por tamaño y población fue muy autónomo, y no se integró de  manera adecuada al resto  del mundo hasta décadas recientes.  El desarrollo formó clase media blanca mayoritaria con capacidad económica organizada en suburbios, con enorme consumo de energía, un cuarto del total mundial para menos de cinco por ciento de la población, y educación financiada con impuestos prediales, fuente de desigualdad, pues vecindarios ricos tienen mejores escuelas. La población negra emigró del Sur a ghettos en las ciudades del Norte en condiciones precarias, en forma paralela con poblaciones inmigrantes latinoamericanas. Este problema se abordó con políticas sociales promovidas por los demócratas desde los sesenta.

El modelo de convivencia ha hecho crisis en décadas recientes. Cuarenta por ciento de la población niega la evolución de las especies en el país líder en ciencia y tecnología. Esta incongruencia ha transformado al partido Republicano, donde se ha aposentado el fundamentalismo cristiano. Trump, a diferencia de otros aspirantes del partido, no se ha jugado carta religiosa y se ha orientado más bien a la población masculina blanca media de ambos partidos. Su indiscreción puede darle el triunfo a su contrincante, quien cuenta en todo caso con la mayoría de los votantes en los estados de las costas, abiertos al resto del mundo y menos penetrados por la angustia religiosa, pero en todo caso las fracturas sociales subsistirán.

La campaña de 2016 ha puesto  en evidencia la fragilidad del sistema político del país más importante. Cuando todos los habitantes del planeta debemos buscar soluciones sostenibles, Donald Trump propone protección para evitar la competencia del trabajo en México, en vez de impulsar la producción y distribución de bienes y servicios en los cuales EEUU tiene ventajas comparativas, de manera que la integración comercial produzca mutuo beneficio. Hillary Clinton, por su parte, reconoce que el país está dividido, pero no ha podido encontrar el eje temático en su discurso para integrarlo.

La campaña de Trump, con el argumento de que su firmeza hará de nuevo grande a su país, carece de sustancia pero ha tenido éxito como estrategia de comunicación. Esta pugna por el favoritismo de los votantes es apenas anticipo de futuros aún más desarticulados si nuestra especie no admite que muchas reglas de sus instituciones están en mora de ajustarse a las nuevas circunstancias.

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