Qué hay detrás del nombre de un colegio
Opinión

Qué hay detrás del nombre de un colegio

Dos nombres registran la historia de la trágica guerra que hemos vivido: Carlos Pizarro y Alfonso Reyes Echandía. Dos colegios del Distrito honran su memoria

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noviembre 09, 2015
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La historia de Colombia está contenida y condensada en los nombres que llevan los colegios públicos de Bogotá. El nombre de un colegio encierra un pedazo de la historia. Refleja el interés del poder de turno por exaltar unos gobernantes, unos héroes, unos mártires, un caudillo asesinado,  uno que otro dictador,  un caritativo mecenas, un poeta patriota, un pedagogo insigne, las esposas y amantes de los presidentes, uno que otro científico o pensador.

Durante la alternancia en la alcaldía de Bogotá, que ejercieron por más de 180 años,  los partidos tradicionales no desaprovecharon la oportunidad para perpetuar en la historia sus preferencias partidistas por presidentes, próceres, caudillos o  ideólogos de sus hegemonías y  de sus repúblicas liberal o conservadora.

Unos y otros coincidieron en exaltar la historia de los vencedores, de los afortunados del poder, de la “gente de bien”. Los vencidos, los rebeldes, los sin nombre, los de la orilla izquierda, no contaban ni tenían los merecimientos para llevar el nombre de una escuela o un colegio

El partido Conservador consagró  a sus grandes ideólogos y expresidentes con un colegio: Miguel Antonio Caro, Marco Fidel Suarez, Laureano Gómez, Mariano Ospina Pérez, Guillermo, León Valencia,  Misael Pastrana Borrero. También rindió homenaje al asesinado dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado. Su héroe militar de la Guerra de los Mil Días, Próspero Pinzón, da nombre a un colegio  del Barrio Kennedy, al igual que los liberales honraron al general Rafael Uribe Uribe con uno en la localidad de Ciudad Bolívar.

Los alcaldes liberales dejaron también su impronta  en los colegios distritales: Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos, Alberto Lleras Camargo, Virgilio Barco (Biblioteca pública)  y Alfonso López Michelsen. Curiosamente ni Carlos Lleras Restrepo ni Julio César Turbay Ayala recibieron este honor. En cambio la esposa de este último, dona Nidia Quintero de Turbay  tiene un colegio en su honor en la localidad de Engativá.  Jorge Eliécer Gaitán,  Luis Carlos Galán  y Rodrigo Lara Bonilla, los mártires liberales asesinados, por supuesto.

Durante el Frente Nacional los dos partidos se ponían fácilmente de acuerdo y honraron a personajes que les eran comunes: Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Antonio Nariño, Antonio José de Sucre, Manuela Beltrán, Policarpa Salavarrieta, José Acevedo y Gómez, Antonio Ricaurte,  Rafael Núñez, La OEA, John F. Kennedy y su hermano Robert, Jacqueline Kennedy.  Poetas y escritores del buen decir y el buen hablar como Rufino José Cuervo, Rafael Pombo, Tómas Carrasquilla, Julio Flórez, Tomás Rueda Vargas, Eduardo Carranza.

En los gobiernos de Antanas Mockus  y Enrique Peñalosa se honraron nombres como los de Jaime Garzón, un homenaje a la verdad de la risa asesinada, Bernardo Jaramillo, dirigente de la UP y candidato de la UP asesinado en el aeropuerto El Dorado, Juan Luis Londoño,  Manuel Cepeda Vargas, senador de la UP acribillado en el Barrio Kennedy, Jaime Pardo Leal, Estanislao Zuleta.

Con el arribo por primera vez de la izquierda a la alcaldía, le llegó la hora a los vencidos, a los extrañados, a los proscritos, a los innombrables de la historia oficial y la institucionalidad tradicional. Ella también tenía una historia, sus héroes, sus mártires, sus luchas, sus motivos para recordar, quería librar una batalla contra el olvido y la desmemoria.

Los nombres de  los personajes con que se denominarían los cerca de 50 nuevos colegios que se construyeron entre 2004 y 2012 fueron otros:

El primero colegio que se construyó en la administración Lucho Garzón se llamó Leonardo Posada, un dirigente de izquierda  de la UP asesinado en Barrancabermeja. Un nombre extraño y lejano para profesores y alumnos del colegio que le correspondió llevar su nombre.

Orlando Higuita, un dirigente obrero también asesinado en Barrancabermeja, quien fuera presidente de la Unión Sindical Obrera (USO)  y compañero de luchas del alcalde Garzón.

Kimy Pernía,  líder indígena emberá, secuestrado y desaparecido por orden de Salvatore Mancuso y Carlos Castaño, su cuerpo nunca fue enterrado con los honores que su dignidad merecía en su tierra natal en el Nudo de Paramillo.

Eduardo Umaña Mendoza, abogado defensor de derechos humanos y de presos políticos asesinado en su apartamento en Bogotá por paramilitares.

Pero no solo se honró a los asesinados, también a los que murieron en la tranquilidad de una cama y habían realizado una obra digna de rescatar desde el alero político e ideológico de la izquierda: Gerardo Molina, Orlando Fas Borda, Diego Montana Cuéllar, el economista Antonio García, la líder sindical de los años veinte María Cano, la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda.

Se honró a educadores y pedagogos notables como Carlos Federicci,  un gran maestro que ejerció notable influencia sobre la vida y pensamiento de Antanas Mockus en la Universidad Nacional y dejo una obra y pensamiento educativo hasta entonces poco reconocido. A otros educadores como el brasilero Paulo Freire, Gabriel Betancur Mejía, Nicolás Buenaventura.

El arte y la cultura también recibieron reconocimiento por parte de los gobiernos de izquierda, poetas como Porfirio Barba Jacob, Gonzalo Arango, María Mercedes Carranza, la pintora antioqueña Dévora Arango, la folclorista Delia Zapata Olivella, la actriz y promotora teatral Fanny Mickey, José María Vargas Vila, proscrito por la Iglesia y condenado al exilio, todos ellos hoy son parte de la historia de la educación de Bogotá.

Antonio Navarro y Alfonso Reyes, hijo. Atrás, Luis Eduardo Garzón

Antonio Navarro y Alfonso Reyes, hijo. Atrás, Luis Eduardo Garzón

Dos nombres registran en toda su crudeza la trágica historia de nuestra guerra: Carlos Pizarro y Alfonso Reyes Echandía. Dos colegios del Distrito honran su memoria. Por incitativa del secretario de Educación Abel Rodríguez y el alcalde Lucho Garzón se quiso rendir un homenaje a dos víctimas de la violencia, el uno muerto en la trágica toma del Palacio del Justicia y el otro víctima de la intolerancia, asesinado en un avión en vuelo después de firmar un pacto de paz y entregado las armas que por más de una década empuño. Los dos colegios  están ubicados en la localidad de Bosa,  a menos de tres kilómetros de distancia uno del otro, y fueron inaugurados el mismo día en un acto de reconciliación que contó con la presencia de Antonio Navarro en representación del M-19 y de la madre y hermana de Carlos Pizarro. Los hijos del magistrado Reyes Echandía, Yesid Reyes Alvarado, actual ministro de Justicia, y sus dos hermanos, Emiro y Alfonso, asistieron también a la inauguración  de los dos colegios. Fue un acto de reconciliación, una lección aprendida por los niños y jóvenes que lo presenciaron. Una manera de escribir y honrar la historia de otra manera.

Posdata: Quedará para la historia y la imaginación saber que nombre le habría colocado Gustavo  Petro  a un colegio distrital. Desgraciadamente no tuvo la oportunidad, pues no construyó un colegio nuevo en su cuatrienio. Los cuatro que logró terminar, iniciados por Samuel Moreno,  ya tenían nombre propio. Una lástima.

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