¡Hasta dónde hemos llegado, Sancho!

¡Hasta dónde hemos llegado, Sancho!

Bien lo dijo Sábato: “A cada hora el poder en el mundo se concentra y se globaliza. Veinte o treinta empresas, como un salvaje animal totalitario, lo tienen en sus garras”

Por: Mateo Malahora
enero 17, 2020
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¡Hasta dónde hemos llegado, Sancho!
Foto: PxHere

Vivimos una era de colosales desafíos.

En países severamente dependientes, el nuestro no es una excepción, el reto es el de adoptar posturas críticas y asumir la vida con dignidad política para que el cambio sea.

Ninguna sociedad, autodefinida como libre, puede considerar redimidas a poblaciones que viven en condiciones de pobreza y miseria.

La idolatría por el poder, el capital y la servidumbre, esclavitud moderna, convierte la enorme dimensión del ser humano en prosaico signo de intereses económicos y engranaje oxidado de la economía.

Víctimas somos de la ética neoliberal del consumismo y, para ello, nos han engendrado una cultura del consumo, adiestrado como especímenes consumidores, productores de objetos consumibles que despiertan, simultáneamente, ansiedad por perseguir nuevos consumos.

Una sociedad seducida por beneficios cómodos produce deshumanización y estimula la comisión de infracciones y delitos, mientras la corrupción, privada y pública, concibe la existencia humana como un ‘destino manifiesto’.

Basta mirar la racionalidad tecnológica de las comunicaciones en las que navegamos, glorificada por el capitalismo, donde el individuo sobrevive como hipnotizado.

Abatida la Historia, así con mayúscula, el sujeto posmoderno presume vivir una segunda ilustración. La tónica es la de “dejar hacer y dejar pasar”, vivir plenamente el individualismo, en detrimento de la solidaridad.

Y es, en este contexto, que los poderosos hablan de la necesidad de crear sociedades desarrolladas, los mismos que saquean los recursos de la naturaleza y la función creadora del trabajo, cautivando con su discurso alienante las voluntades débiles.

Deprimente es la exclusión social. Más de tres mil millones son los marginados en el mundo.

Las políticas públicas de los estados no dan paso a sistemas que cierren los abismos sociales, “brechas” les llaman candorosamente, junten lo dividido, agrupen lo disperso y comuniquen lo distante.

Atónitos observamos que la defensa de la ecología se limita a restringir el uso de bolsas plásticas y, la cianuración, protegida industrialmente, hace visible el oro y visible la desaparición de los ríos.

Y aún, en estas condiciones, escuchamos falacias que hablan de la necesidad de insertarnos en el ‘Tercer Mundo y los Países subdesarrollados’, ideologías en desuso, que hacen suponer que el desarrollo es alcanzable.

Entre tanto, las grandes metrópolis, que viven a nuestras expensas y expolio y saqueo, tienden un manto de groseras fábulas políticas para que los “esperemos”.

Notorio es que los costos sociales de las medidas impuestas por la banca multilateral, como el IFI y el BID, han consolidado la pobreza extrema en amplias capas de la humanidad y, hablar de luchar contra ellas, produce una sonora carcajada en los dueños del poder financiero mundial, que han hecho del statu quo de los países sojuzgados una realidad rentable.

No hay duda de que el individuo contemporáneo ha sido idiotizado y se encuentra arrodillado ante la tecnología comunicativa que expanden los países opulentos.

Las luchas que ayer forjaron la soberanía de los pueblos se han perdido. Las innovaciones civilizatorias modernas son opresivas, asfixiantes y tiránicas.

No hay convivencia empática, entrañable y solidaria en las nuevas formas de sociabilidad impuesta por las grandes metrópolis. La solidaridad y la ayuda humanitaria son un estilo y una moda, formas de atrapamiento vergonzantes.

El embeleso existente en las naciones de la periferia, sometidas políticamente a los poderes globales, que actúan como centrifugadores de la economía y patrocinadores del cambio climático, han hecho de pueblos y continentes sujetos atados a la monstruosa destrucción ambiental, que atentan provocadoramente contra la especie humana. ¿Hasta dónde hemos llegado, Sancho?

Salam aleikum.

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