Hambre: la peor condena en un país que produce más alimentos de los que necesita

Hambre: la peor condena en un país que produce más alimentos de los que necesita

Son muchas las condiciones que condenan a vivir bajo las líneas de pobreza: informalidad, falta de educación, salud, vivienda. El hambre es la más visible

Por: Cristian Darío Castillo Robayo
abril 08, 2022
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Hambre: la peor condena en un país que produce más alimentos de los que necesita
Foto: Pxfuel

Colombia se ha convertido en un país acostumbrado a la guerra, la corrupción y el hambre. Al final del día, la falta de institucionalidad nos lleva a simplemente vivir en burbujas alejadas de la realidad del país. Pero para ser justos, no es solo culpa de quienes manejan las instituciones, al fin de cuentas nosotros los elegimos, por tanto, debemos responder socialmente a esos fallos.

No obstante, en el camino quedan quienes no tienen ni la oportunidad de fallar, quienes nacieron en la pobreza y están condenados a vivirla. Las trampas de pobreza son la peor condena social, desde que se nace ya vives bajo este mandato.

Son muchas las condiciones que condenan a la gente a vivir bajo las líneas de pobreza, entre ellas están la informalidad, la falta de acceso a educación, a salud, a vivienda digna, a seguridad, y más importante, la comida. El hambre es el factor mas visible de una serie de características que se asocian a la imposibilidad de salir de la pobreza.

El hambre es la peor condena en una sociedad que produce más alimentos de los que se necesitan a diario, convirtiendo así la desigualdad en el mejor aliado de la pobreza. Esto lo conoce bien el país, al tener incides de desigualdad tan altos ligados fuertemente la carencia de las personas pobres.

En la actualidad, según el Dane y la FAO, el hambre en Colombia tiene dimensiones insólitas, alrededor del 54 % de la población no tienen los recursos suficientes para una buena alimentación, es decir, unos 25 millones de personas. Casi 16 millones de habitantes viven con dos o menos comidas al día.

Aún más preocupante en que más de 500.000 niños en el país padecen desnutrición crónica, lo cual les genera un retraso cognitivo que los condena de por vida porque les limita el aprendizaje, la movilidad laboral y social. Esta magnitud de pobreza es escandalosa en cualquier parte, menos en países acostumbrados a vivir en burbujas selectivas y muchas veces clasistas.

Además, países como Colombia tienen unos niveles de inseguridad alimentaria (personas que no tienen accesos suficientes a alimentos nutritivos para una vida saludable, sea por falta de alimentos o ingresos para comprarlos) también preocupantes, según el Banco Mundial, y a esto se le suma la falta de soberanía alimentaria (incapacidad de producir los alimentos necesarios).

Es decir, Colombia no garantiza la cantidad de comida suficiente para la población por falta de ingresos, no tiene la capacidad de producir estos alimentos y tiene una dependencia de las importaciones.

Por tanto, es un problema de oferta y demanda, al que se suma la inflación que provoca una disminución en la cantidad de bienes y servicios al que acceden mayoritariamente la población en situación de pobreza y pobreza extrema, puesto que las personas que no están en estas condiciones ven disminuida su capacidad adquisitiva, pero no dejan de comprar alimentos (no es racional que lo hagan), pero las personas pobres si deben abstenerse de adquirir la misma cantidad de comida.

Por otra parte, actualmente estamos en medio de una contienda electoral –a ratos desesperante– que poco se habla de cosas estructurales y se gasta mucho más tiempo en aclaraciones y ataques. Una contienda pobre en argumentos y en propuestas, de las cuales, tal vez la que más hace falta es la política contra el hambre.

La pobreza debería ser el centro de la política pública y económica del país. La discusión del modelo social y económico debe hacerse así a muchos les disguste el cambio porque la pobreza condena a más de la mitad de la población, por eso no tiene sentido que menos del 10% de personas con ingresos altos, sean quienes se quejen por poner este problema en el centro del debate y menos sentido aun tiene que sea esta población la que decida que hacer con todos los recursos sociales.

En este sentido, que más de la mitad de la población permita que las minorías (de los cuartiles de ingresos más altos en la distribución del ingreso) definan el que hacer del hambre, es francamente auto condenarse a la miseria. Los fallos del mercado que crean las trampas de pobreza, unidos a los fallos del estado, se deben superar es con este ultimo actor.

Son las instituciones las que deben romper las trampas de pobreza, generando condiciones iniciales suficientes para rompes estas trampas. Empezando desde la gestación, creando las condiciones idóneas para las mujeres, puesto que los problemas de alimentación empiezan desde estas etapas, es decir desde antes de nacer ya comienza la malnutrición.

A esto hay que sumarle, la seguridad alimentaria más importante que es dentro de los primeros 5 años de vida, y a ello sumarle las demás políticas como son acceso a escuelas de calidad, a salud y seguridad, transporte, etcétera.

Ojalá el próximo gobierno tenga la sensatez suficiente y la valentía de hacer una política seria (y realista) de lucha contra el hambre, que redefina el énfasis de la reforma tributaria para recaudar recursos de las rentas altas para programas de alimentación generalizada, de educación superior y acceso a la salud, puesto que son los factores que mayor probabilidad tienen de sacar a las personas de las trampas de pobreza.

Como dije anteriormente, hay que acabar con la desnutrición crónica –alrededor del 10 % del total de niños– que limita el aprendizaje, la escolaridad y la capacidad de generar ingresos, es decir, niños y niñas condenados desde su nacimiento a vivir en la pobreza.

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