Hablar de negocios y empresas para poder traquetear

Hablar de negocios y empresas para poder traquetear

Mientras el discurso de que hay que salvar las empresas se sigue inflando en las campañas, la desigualdad y el traquetismo siguen siendo el pan diario

Por: Ethan Frank Tejeda Quintero
febrero 02, 2022
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Hablar de negocios y empresas para poder traquetear
Foto: Pxhere

Ahora se inventaron la cláusula Petro.  Los que hablan de ella en la radio son de apellido Cabal y Lacouture. Los que hablan de ella en eventos gremiales son Domínguez y Lafourie. Mejor dicho, ¡el pueblo en pleno!

Además, el representante de los comerciantes habla de "la volatilidad del dólar", ¿y es que le parece muy estable a 4060 pesos? La campaña es clara: graduar de empresario a todo el mundo, desde el que hace domicilios hasta el que tiene una tienda, crear el pánico porque "el trabajo de toda una vida se puede ir al traste".

Ellos esperan que los colombianos salgan a defender a dentelladas la informalidad. A defender la circunstancia que les permita seguir ordeñando la vaca de las cuentas turbias y el chocolate coagulado: el contrabando, el lavado, la concentración de la tenencia de la tierra, la especulación inmobiliaria y tráfico, que es dulce de patrones y de altos gerentes y asesores, porque es tanto de merca como de influencias.

De ahí su afán por decir: "es nuestra economía la que está en riesgo". Frase que les permitirá pregonar la "desaceleración". ¿Les va a dar resultado la estrategia de advertir la "crisis" y detonar el "conteo final"? Eso dependerá de las inocencias brutales y de la manipulación que nos plaga de indiscutibles. Determinantes que empoderan al que ignora. En la Colombia donde las mayorías maquiladas creen que Mario Hernández es un industrial. ¡Salven nuestros negocios! ¡Déjennos hacer, permítanos ser! De ahí en más todo será histeria.

Con ese discurso del proteccionismo de la libertad de empresa y de comercio van a inflar a Fico. A quien ya Semana denominó "el candidato del pueblo", para desde ahí convencer a todo el que se coma esa generalización insultante de un ardid: "Aquí las empresas son de la gente". Mentira solemne en una sociedad que ve sus oportunidades reducidas a la prestación de servicios, la generación de tendencias y el lavado de activos.

Colombia produce cada vez menos, este país realmente desconoce los esquemas industriales. Aquí la "berraquera" nos eclipsó la posibilidad de entender los roles, las jornadas de trabajo y la dignidad laboral. Ahora harán todo por dictar como patrimonio un estado de cosas en el que casi nadie tiene capacidad de ahorro y unos pocos privilegiados cuentan con capacidad de endeudamiento.

Circunstancia confundida injustamente con la eternidad, porque los medios ayudan a crear el efecto del pato: "todos mueven la colita, alegremente, haciendo pie sobre un estercolero". El marketing político hará que la posible crisis de los privilegios concentrados entre los viles y los violentos se venda como un "riesgo generalizado para la nación". Aquí solo parecen tener acceso a los bienes (dictando la definición de servicios) las mafias. Ante poblaciones pauperizadas y élites cada vez más empobrecidas (en lógicas y objetos) o confundidas entre las emergencias mafiosas.

De tal manera, nos cubrimos con vacíos: el de una burguesía científica, el de una verdadera masa crítica, el de una estructura para participar y ser representados. Se nos oculta que nunca conocimos el verdadero comercio ni un capitalismo positivo ni la relación industria conocimiento. Mientras se sigue usando el "coco" del socialismo, pierna arriba les sube el traqueterismo que terminará de erosionar todas las positividades resistentes en las grandes economías del mundo.

Ya lo hizo en gran medida con la medicina. Reduciendo el deseo por especialidades esenciales por ser menos lucrativas que las que sirven a la ampulosidad de las mafias. Ya se está presentando con el comercio. El que se ha de extinguir para dejar solo la especulación. Ya se evidencia en el poder financiero, lleno de fracturas porque los lavadores de activos gracias a la encriptación están encontrando cómo saltarse a los bancos.

La cláusula no debería asumirse a una candidatura, sino al fenómeno de la toma de las estructuras económicas a manos de los agentes de la diada futilidad y crimen. Los socialismos no amenazan a la democracia. Son lo más parecido a su idealidad. No son un riesgo para el capitalista, porque en ellos está esa posible definición de la felicidad social que corresponde a la relación positiva entre el deseo y la acción. Qué sólo se conoce en la relación trascendencia, capital y ciencia. Así pues, la idea del bienestar incluso puede ser la objetividad de la cristiandad.

No lo entendemos porque confiamos supersticiosamente en el odio y somos objetos de la reducción de lo informativo en lo propagandístico. Efecto ante el que hemos extraviado el temor. Por eso, no vemos que lo democrático puede fenecer a manos de los carteles del tráfico y del lavado. Puede caer ante su proxenetismo, ante los estólidos que creen que la plenitud se mide en motores y cañones.

Si no hacemos algo para derrotar el "deber ser" propuesto por los traquetos, veremos a democracia vencer rodilla y diluirse reverente en el efecto de los peores convertidos en gobierno incuestionable, inasible e insustituible. Ahí, al alcance de las garras, las mafias tienen los ternos del fascismo para simular una posición política. Como pasó en la Colombia en la que los vigilantes convertidos en asesinos de sangre fría pretendieron refundar la patria. Elevando su propio "padre de la patria". Por quien se dieron un baño de cana y portaron el uniforme que es del color de "la economía de Duque": Naranja. Esa evanescente materia que viste de fomento y promoción a la consciencia de que los del golpe de mano, los de aquí y los globales, ya el traje del "neoliberalismo" se les quedó corto.

Porque ahora requieren mover la normalización para que cubra la trata de personas, el tráfico de armas, la dispersión de drogas sintéticas y las diversas formas del extractivismo. Restringiendo la cotidianidad entre el prostíbulo, la economía de plataforma, el transporte y la venta de arepas. En la preservación de ese estadio de incertidumbre, los peores requieren asumir la estructura para, en la venta a alto costo de los idiotismos, terminar de deshumanizar las relaciones.

Para que las mayorías piensen que deben defender "al capitalismo", por el que dan la vida sin entender que lo único que conocieron es el monopolio en la administración de las dependencias y de las vulnerabilidades. El convencimiento de la necesidad de ser carne de descarte de lo denigrante es casi generalizado. Es así como se avizora un panorama, no muy lejano, en el que los incluidos en las antiguas listas de control del ilícito terminen leídos como socios estratégicos. Porque son los requeridos para sostener el ardid "empresarios somos todos".

Mientras eso pasa, se completa, formulo una pregunta: "¿ya no les da asquito trabajar para las mafias?".

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