Guateque, el nuevo paraíso colombiano entre las montañas de Boyacá

Guateque, el nuevo paraíso colombiano entre las montañas de Boyacá

Es la cuna de esmeralderos, de un campeón mundial de MMA, de una pitonisa que le adivinaba el futuro a Donald Trump y de las mejores hamburguesas artesanales

Por: Sebastián Santistebán
enero 26, 2022
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Guateque, el nuevo paraíso colombiano entre las montañas de Boyacá

Guateque era una fiesta (y/o el nuevo paraíso colombiano entre las montañas de Boyacá).

A decir verdad, no, ningún paraíso, aunque es cierto que tampoco está tan mal y que se celebra al menos una pequeña fiesta, casi a diario. Por sus calles rotas hay que andar con cuidado de no pisar muy seguido el excremento de los muchos perros callejeros; y hay que cuidarse también del impresionante número de Toyotas, último modelo, mal parqueadas sobre las aceras, andenes, en la mitad de la calle o que se meten en contravía; y hay que soportar la obsesión de muchos de sus habitantes por los narcocorridos a todo volumen y la desidia de la policía muy acostumbrada a ese insoportable ruido. Pero en verdad, Guateque, a pesar de todo, no está tan mal… Y para el estándar de vida colombiano, de hecho, sorprende.

Veamos… algunos breves comentarios.

 

A dos horas de Bogotá y Tunja, con una altitud de 1800 metros sobre el nivel del mar y ubicado en la región geográfica y cultural conocida como el Valle de Tenza, ofrece un clima que muchos considerarían perfecto (entre los 20 grados de día y los 12 de madrugada, las noches más frías). Es un pueblo conocido principalmente por su festival de pólvora y por un expresidente que le puso su nombre a todo lo que pudo: parques, aeropuertos, calles y hasta un campeonato de futbol (ja ja). Es, también, la capital de la provincia de Oriente en el departamento de Boyacá, cuna de esmeralderos, de un campeón mundial de MMA, de una pitonisa que le adivinaba el futuro a Donald Trump en Univisión y Telemundo, de algunos cantantes finalistas del Factor X y Tu Voz Estéreo y de las mejores hamburguesas artesanales, de carne delgada, que se puedan conseguir en cualquier parte del mundo[1].

Sus montañas impresionan, también eso es cierto. Son frescas y hermosas, con el viento soplando desde las partes bajas y los rayos del sol pegando oblicuos, colándose entre las nubes, y pintándolas de distintos tonos dorados en las tardes. Su color va del verde rojizo, los días de sol durante la temporada seca, hasta el grisáceo claro, con nubes como dragones atravesándolas, en invierno. Y cuando uno sube a alguna de sus cumbres parecen las olas de un gigantesco océano de rocas, bosques, tierra y pequeños pueblitos clavados en el medio, como pesebres de alguna película romántica o de ciencia ficción.

 

 

El pueblo en sí no es muy lindo y cada vez más sufre de una mayor desorganización y agresividad urbana. Vive un pequeño boom producto de la reconstrucción de la única carretera decente que conecta al centro del país con los llanos orientales y eso implica problemas, aunque no siempre y no del todo. Hay, por ejemplo, una sorprendente gastronomía. En el parque se puede conseguir un restaurante de comida paisa cuya bandeja con chicharrón, chorizo y carne molida nada tiene que envidiarle a las más famosas de Envigado y Sabaneta[2]. Se consigue pasta y pizza artesanal hecha con masa madre y un pepperoni muy bien curado en una cervecería local[3]. Hamburguesas de carne gruesa, con tocineta y queso chédar, muy sabrosas[4]. Un restaurante mexicano con unos nachos con mucha personalidad colombiana[5]. Comida fusión, sanduches y unas empanadas muy buenas de autor[6]. Longaniza y rellenas del más alto nivel según la culinaria tradicional boyacense. Y mogollas guayatunas casi tan buenas como las de Guayatá.

Y también hay arquitectura para apreciar y hospedarse[7]. Un loft industrial inspirado en ciertas formas de la construcción en Brooklyn, Londres y la vereda Llano Grande. Una cabaña de montaña hecha de adobe y madera, que nada tendría que envidiarle a las más pintorescas de Suiza o Noruega.

Y un chalet de paja, mezcla de lo mejor de las construcciones boyacenses y el uso de la paja caribe y tayrona.

Hay literatura sobre el pueblo (yo mismo escribí una novela, no muy mala: “En un pueblo de esmeralderos en fiestas un adolescente que sufre de ataques de pánico imagina una revolución feminista liderada por una modelo webcam”).[8]

Y hay tiendas de cerveza y eventos callejeros frecuentes, cada tres o cuatro semanas.

Un amigo bogotano que trabajó durante más de un año en Universal Studios dice sobre su festival de pólvora, realizado en enero, que “Disney come chitos al lado de Guateque”... Y a lo mejor no está tan equivocado.

En el festival de este año, un político del Centro Democrático, llamado Ciro Ramírez, patrocinó el cierre y ahí se podía ver su nombre, con un número al lado, humeando y quemándose durante un par de minutos, hasta apagarse por completo.

Su gente no se podría considerar particularmente simpática o amable, ni tampoco hostil. Son queridos de una manera distante y casi indiferente.

Y sus calles huelen a panaderías, a asaderos de pollo y al sutil olor de los voladores que estallan, sin falta, a diario.

El transporte público desde Bogotá es probablemente uno de los más precarios del país. Las busetas van siempre con sobrecupo, los ayudantes y conductores insultan a los pasajeros por no poder correrse más al fondo o por pedir que le bajen a la música estridente o que manejen con algo más de prudencia por aquellos angostos caminos de curvas interminables. Y entonces los que no están acostumbrados a la carretera se vomitan. Y entonces uno puede demorarse horas, incluso, desesperado, en las distintas paradas innecesariamente largas, tratando de acomodarse mejor en alguno de sus asientos rotos y destartalados.

Los ocobos florecidos a principio de año tiñen las montañas de rosado, blanco y amarillo, a lo lejos, contrastando con el azul zafiro del cielo diminuto y tierno. Y todo ello desde las busetas se puede ver bien.

En el principal colegio del pueblo solían enseñar a digitar sin mirar el teclado en máquinas de escribir viejas, de las que lesionaban el dedo meñique cuando se resbalaba entre las teclas duras. Le daban a uno el título de secretario o secretaria y también le enseñaban el uso de las cuentas T. Esa ya es una práctica olvidada. Ahora enseñan a hacer páginas web en Wix y algunos montajes en TikTok.

Múltiples marañas de cables cuyos propósitos o usos serían imposibles de descifrar ahora se amarran de los postes omnipresentes por todo el pueblo y atraviesan calles y veredas y árboles y naturaleza, y es como si pretendieran ahorcar el aire, como si pretendieran ahorcar las hermosas montañas y el cielo, y estrangular, así, la vida.

En el coso municipal viven más de cincuenta perros que con el paso de los años nadie ha adoptado. Uno de ellos se llama Sancho, es negro y no muerde. Sancho y sus compañeros de encierro viven tristes y hacinados, pero al menos viven y así se cumple la ley. Una veterinaria los cuida a diario de que no se enfermen gravemente y que no se maten entre ellos. Hay que ser un buen animalista, una buena persona y en Guateque se valora la vida. Así parece.

El pueblo huele a cemento roto, a chirimoyas maduras, a tomate de árbol y totumas de guarapo.

Y el miércoles es el día de mercado en la plaza… y el jueves se juega tejo.

La gente almuerza guatila, arracacha, auyama, arroz, papa y yuca sudada. En las fechas especiales comen tamales, sancochos, sopas de menudencias y brevas con arequipe.

Y quizás ese sea su secreto, esa falta de pretensión y orgullo positivo, ese anonadamiento y desidia desinteresada y amable. Quizás allí uno pueda encontrar cierta cualidad de paraíso.

Pienso, entonces, en esa frase de Beckett que decía:

"Es quizás un infierno, pero un infierno milagroso, puesto que en él uno se libera de la doble tarea de vivir y de morir"… Y me embarga un cierto tipo de alegría humilde y un tanto aburrida, producto de estar viviendo en este pueblo, y el deseo, sin mucha convicción aunque absolutamente cierto, de no querer estar en ningún otro lado, de saber que, de hecho, no habría ningún otro lugar mejor.

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[1] En El Social.

[2] Restaurante Arrieros

[3] Casa Montepaz

[4] Rancho Martinez o Chiflis

[5] Delirio Texmex

[6] Punto de Origen.

[7] Luciana Cabañas Boutique. https://lucianacabanasboutique.com/

[8] https://www.amazon.com/-/es/Sebasti%C3%A1n-C-Santisteban/dp/841741651X

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