Un grito de soledad
Opinión

Un grito de soledad

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marzo 27, 2015
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Por cuenta de la evolución de la sociedad humana cada día el hombre se vuelve más dependiente del otro. La inmensa colmena en las que hemos convertido al planeta Tierra finge un colaboracionismo ciego que intenta volvernos más humanos y sensibles a lo que ocurre en cualquier lugar del mundo. Una masacre de fanáticos en el Oriente hoy día parece en suceso de la prensa roja local. El accidente o la desaparición de un avión se vuelven un hecho de vecindario y máxime, si las historias de vida de cada víctima o pasajero son recreadas con sevicia de reportero sensacionalista, llegarán hasta quitarnos el sueño y la tranquilidad por unas horas.

La interconexión de la Colmena Tierra (CT) es tan, pero tan eficiente, que hemos caído en un paroxismo aberrante de creernos tan importantes como el más encopetado personaje global, por cuenta de la conectividad vía teléfono celular; por ejemplo, cada individuo digitalizado parece ser un mecanismo interactivo de otro sistema mayor que enlaza a todos los puntos de un Supra Sistema (SS) mundial de redes.

Seres sociales en lo individual, seres digitales en la gran matrix hecha a la medida de los intereses globales imperantes.

No nos damos cuenta que cada pulsación desde nuestro portal ambulante de digitación es registrada, sentida y medida por un Supra Sistema (SS) mayor que todo lo almacena, codifica y decodifica según convenga a quienes ejercen el poder de la información desde cualquier lugar del planeta.

Fíjese bien. El individuo que adquiere un teléfono celular de alta gama y que su nivel promedio de utilización es regular, es apenas un punto extraviado en medio del océano digital en el cual naufraga; cada vez que aborda un dispositivo descargable (Apps) y lo convierte en su aparente herramienta de uso o de labor, se despliega una cascada de subsistemas y de aplicaciones que lo obligan a seguir aumentando la adicción por las conexiones neurodigitales que le llegan a su aparato de comunicación, gracias a esa puerta abierta o ese umbral que atravesó de manera ingenua.

Fíjese bien. El individuo que adquiere un teléfono celular de alta gama y que su nivel promedio de utilización es alto, llega a un grado de (in) consciencia digital casi que extrema. O mejor dicho. Es una extensión biológica del celular y por ende, autómatas ambulantes cuasi encorvados a los que tanto les tememos en el paisaje urbano de estos días.

La Colmena está saturada de abejas, las conexiones neurodigitales son una telaraña inmensa que nos impide mirarnos hacia nosotros mismos. Conocemos muchas cosas más de nuestros hijos (sus gustos, el círculo de amigos, la localización al instante, sus emociones, en fin) que las cosas propias de cada uno como individuo único, irrepetible y sentipensante.

La soledad es un delito en estos tiempos. La intromisión es el mantra de la sociedad actual. Dime cuanto sabes de los demás y te diré cuanto ignoras de ti mismo.

Ya no es la jaula de hierro de Max Weber (con el permiso de Talcott Parsons) la que determina los límites del comportamiento social en estos tiempos y con las adaptaciones suficientes desde la ética protestante; ahora es una jaula de cristal la que define la forma de comportarse y actuar en estos momentos.

Cuanto más estemos expuestos al morbo colectivo, más nos sentimos importantes y trascendentales desde cualquier aplicación digital que utilicemos.

La prudencia y la decencia de la discreción es cosa del pasado. Déjate ver y lograrás el vuelo efímero del Diente de León en medio de una tormenta.

A veces deseo mis lecturas favoritas en medio de la noche sórdida o del día plácido, en el silencio de las horas que anteceden al caos y no logró concentrarme por la mirada indiscreta de un ojo indolente y de un destello rojizo del teléfono celular que me grita que no estoy solo y que afuera el mundo neurodigital me reclama.

Ustedes dirán, eso es fácil, apague el celular o mándelo para la quinta porra.

No se trata de una solución radical la que contribuya a disfrutar de la Soledad como único patrimonio que tenemos los humanos acorralados por el Supra Sistema (SS). La Soledad, ese fortín a punto de extinguirse en la evolución de una Colmena Tierra (CT) que es implacable con quienes osan desafiar sus leyes inexorables.

La Soledad, aún podemos convertirla en el único reducto que nos queda para reencontrarnos con lo poco de decente de nosotros. Salvémosla.

Coda: Bueno, comencemos por leer de Luis Cernuda (1902-1963) “Cómo llenarte, soledad/ sino contigo misma...”

 

 

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