Gobierno Petro: entre el progresismo y el clientelismo

Gobierno Petro: entre el progresismo y el clientelismo

Petro tuvo claro que lo tradicional del marxismo había fracasado hace rato y que la “hegemonía” política se ganaba con alianzas pactando con el bloque de poder

Por: Alfredo Antonio De León Monsalvo
julio 22, 2022
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Gobierno Petro: entre el progresismo y el clientelismo
Foto: Cortesía

“De donde infiero que aman los hombres a su voluntad y temiendo a la del príncipe, debe el último, si es cuerdo, fundarse en lo que depende de él, no en lo que depende de los otros, y únicamente ha de evitar que se le aborrezca, como llevo dicho”. El Príncipe, Nicolás Maquiavelo

A Gustavo Petro hay que calificarlo como el más grande político de América Latina del presente siglo en los actuales momentos. Y no es para menos, con sapiencia, perseverancia y paciencia, le ha ganado en franca lid a la élite colombiana, caracterizada por mantener un supuesto régimen democrático en medio de elecciones periódicas combinadas con la represión social, incluyendo el asesinato de los opositores de manera abierta, sin que esto hasta ahora le haya significado protestas de la tan llamada “comunidad democrática internacional”.

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El bloque de poder colombiano ha sido ejemplo de cómo se ajustan las tuercas, se reprime, asesina y reduce al contrario político, pero al mismo tiempo se mantiene abierta la cortina de la “democracia” con elecciones periódicas, en medio del clientelismo, la compra de votos y los ajustes electorales en la Registraduría sin que estos se dejen traslucir a la luz pública nacional e internacional.

Solo que esta ocasión, con un gobierno decadente con miles de líderes asesinados, una corrupción rampante, y el asocio con el gran capital a plena luz del día, por fin de logró agotar la paciencia del hasta ahora tímido pueblo colombiano, tal como éste se dejó sentir en las protestas de 2020 y 2021.

Es entonces, cuando en medio del panorama descrito, se consolidó la figura política de Gustavo Petro, quien dejó de lado, si fue que alguna vez lo leyó, el “¿Qué hacer?” de Lenin, y se inclinó por Antonio Gramsci, para lo cual fue tejiendo la telaraña política de táctica y estrategia basadas en conquistar la “hegemonía” política con base en discursos anticorrupción; defensa de la vida; reconstrucción del Estado colombiano desde lo social, y en especial, estableciendo alianzas políticas de todo tipo, incluyendo al tradicional clientelismo, para de esta manera poder llegar al gobierno.

Petro tuvo claro que lo tradicional del marxismo había fracasado hace rato y que la “hegemonía” política se ganaba con alianzas. Estas las construyó con una amplia base social representativa de los sectores populares, las diversas fracciones de la clase media, y cuando necesitaba acceder a la presidencia, buscó a sectores clientelistas e inició pactos con sectores del bloque de poder.

Entendió, que solo con ideas de izquierda no se podía ganar en Colombia, país con una sociedad conservadora atada ideológicamente a un bloque de poder con unas elites retardatarias. Por eso, Petro se ha vestido con su mejor traje conciliador, y no en vano hoy propone un Pacto Nacional, haciendo alusión a su Pacto Histórico.

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Si vamos al Petro pragmático, éste avanzó más allá de Gramsci, y se nutrió de las recomendaciones de "Las 48 leyes del poder" de Robert Greene, no en vano ha sabido utilizar a sus enemigos; ha ocultado sus intenciones cuando ha sido necesario; ha llamado la atención para mantenerse arriba en la política; ha puesto el cebo para atraer a contrarios y mantener a sus aliados bajo sus orientaciones; no ofende al enemigo; se hace el inocente; convierte la debilidad en fuerza, de tal manera que la concentró para en la segunda vuelta presidencial cuando más lo necesitaba, al punto que golpeó al pastor para que las ovejas de sus contrarios se dispersaran.

Petro ganó por maduración que fue perfeccionando en sus años de oposición, donde jamás se dejó provocar, y acepto el desprecio, incluso, de quienes hoy lo rodea y se dicen pertenecer a su círculo cercano, así como de aquellos, como es el caso del Partido Conservador, que lo buscan en medio de reverencias jamás estimadas y vistas por la colectividad política de los reaccionarios Ospina y Caro.

Su sangre fría y su mente calculadora hoy hacen de Petro un gran merecedor de ser el primer presidente, no de izquierda, y menos comunista, e incluso ni socialista a lo Salvador Allende, sino un reformista, en llegar a la presidencia de un país conservador y mentecato, al cual quiere abrir hacia una verdadera democracia, para que de esta manera el capitalismo sea más funcional, y deje de ser feudal y retardatario. En este sentido, si el bloque de poder es consciente, debe trabajar con Petro para que Colombia salga del marasmo feudal y encamine sus fuerzas productivas hacia un capitalismo liberal moderno, y acorde con la equidad y la justicia social.

Petro ha ganado en momentos cuando la élite colombiana y sus diversas fracciones se encuentran en crisis, hasta el punto, que durante años de violencia contra la sociedad, la élite no ha hecho otra cosa que generar protuberantes inequidades en medio de un baño de sangre que no es propio de un capitalismo moderno, y lo cual se ha visto reflejado en un gobierno, que como el de Duque, ha sido de lo más nefasto, miserable, cómico y despreciable, llevando a que sectores fascistas de sus propias entrañas lo consideran un exabrupto que sin ton ni son, llevó a Colombia a la banca rota.

En resumidas, Gustavo Petro supo interpretar a Gramsci, al entender y perfeccionar a lo colombiano, que la hegemonía política para ganar la presidencia, debía ir más allá del tradicional proletariado, y que se debía buscar consensos y alianzas entre todos los sectores sociales hasta ahora apartados del poder, como indígenas, negritudes, trabajadores informales, campesinos, docentes, clase medias, supervienes de la violencia, sindicatos aún existentes, y por supuesto, escarbar entre el tradicionalismo clientelista que contara con experiencia electoral y que le aportara a la izquierda conocimientos en mañas electorales, tal como Roy Barreras y Armando Benedetti lo demostraron.

Y suavizando el discurso, atraer a sectores independientes y pertenecientes al bloque de poder, que como el caso de Rudolf Hommes, entendieron que nuestro país necesita capitalismo, y no feudalismo. En este sentido, Petro descorporativizó a la tradicional izquierda, se alejó en parte de ella, hoy, con acierto, busca consensos en medio del clientelismo para medio reformar el paquidérmico y conservador Estado colombiano.

Teniendo en cuenta lo anterior, Petro comprende que el capitalismo colombiano no se puede reformar por si solo, sino que hay que saber empujar el carro del cambio basado en alianzas de todo tipo, para lo cual, antes que contar con enemigos, hay que contar con aliados temporales. Es por eso, que, con amplio conocimiento legislativo, Petro sabe y conoce que esos aliados temporales son dados a la burocracia, que, a ellos, de momento no les interesa ni avanzar, pero tampoco detener, una tibia reforma al Estado conservador colombiano, ya que, para estos, el contar con cierto manejo de burocracia y contratos, es la razón de ser de su supervivencia.

Teniendo presente lo antes anotado, el progresismo de Gustavo Petro, estará determinado de aquí en adelante, en cómo convive con lo peor del clientelismo colombiano, que, para el caso, es la viva representación de los partidos liberal del César Gaviria, Cambio Radical de Vargas Lleras, los restos del Partido de la Unidad Nacional, del cual vienen Roy Barreras y Armando Benedetti, y el puestero, pero siempre “bien” acomodado Partido Conservador.

En este sentido, muchos en el Pacto Histórico tendrán que tragarse grandes sapos y culebras mapaná, porque para medio reformar, en Colombia hay repartir poder, que, para el caso, esto no es otra cosa que cuotas burocráticas. Sin embargo, Petro deberá tener en cuenta que estos “aliados” son temporales, y teniendo presente a Maquiavelo, “puede decirse que los hombres (los políticos tradicionales colombianos, incluyendo los Roy y demás) son ingratos, volubles, disimulados, huidores de peligros y ansioso de ganancias.

Mientras les hacemos bien y necesitan de nosotros, nos ofrecen sangre, caudal, vida e hijos, pero se rebelan cuando ya no les somos útiles”. Por eso Petro, te diré, conserva a los tuyos, a los amigos de siempre, no te dejes llevar por los cantos de sirenas que hoy liberales, conservadores y la U te cantan. Mañana te darán la puñalada trapera.

Finalmente, Gustavo Petro tendrá que tener presente El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, por lo que deberá ser la viva expresión  del liberal, ejercer con prudencia, para caer “en la infamia del vicio contrario”, de tal manera que su reputación se conserve al máximo, sobre todo, cuando necesite implementar las políticas fiscales, para lo cual, a lo Franklin Delano Roosevelt y su “Nuevo Trato”, tendrán que golpear a J. P. Morgan, pero jamás a los menos desfavorecidos, incluyendo a la decadente, económicamente hablando, clase media.

Coletilla:

“No hace falta que un príncipe posea todas las virtudes de que antes hice mención, pero conviene que parante poseerlas. Hasta me atrevo a decir, que, si las posee realmente, y las practica de continuo, le serán perniciosas a veces, mientras que, aun no poseyéndolas de hecho, pero aparentando poseerlas, le serán provechosas. Puede aparecer manso, humano, fiel, leal, y aun serlo. Pero le es menester conservar su corazón en tan exacto acuerdo con su inteligencia que, en caso preciso, sepa variar en sentido contrario”, recomienda Maquiavelo, y, a decir verdad, Petro en su camino de gobierno, entre el progresismo que persigue y con el clientelismo que tiene que lidiar, tendrá que poner a prueba sus dotes gramscianos de nuevo tipo, de lo contrario, fracasará él, el país y todo un nuevo proyecto histórico.

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