Gabriel Turbay, un hombre de izquierda injustamente olvidado

Gabriel Turbay, un hombre de izquierda injustamente olvidado

Este personaje fue determinante en la vida política colombiana en los años 30 y 40, además de ser el artífice del período más glorioso del Partido Liberal

Por: Olga L Gonzalez
abril 22, 2021
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Gabriel Turbay, un hombre de izquierda injustamente olvidado

Nadie recuerda hoy a Gabriel Turbay. Por su apellido, muchos suponen que es el hijo o padre de Julio César Turbay (no es así: son de familias distintas, aunque provengan ambas del Líbano). Nadie sabe que este hombre fue tan conocido como Jorge E. Gaitán, Alfonso López Pumarejo o Eduardo Santos, que fue determinante en la vida política en los años 30 y 40, o que fue el artífice del período más glorioso del Partido Liberal.

Gabriel Turbay no tenía abolengos, ni fortuna, y además era provinciano, nacido en Bucaramanga. Fue formado por los jesuitas. Brillante estudiante, trabajó como celador de la Universidad Nacional para pagarse sus libros de estudio en Bogotá. Tal vez por ser asmático, estudió medicina, y por su interés por la cosa pública, también cursó derecho. Siempre le interesó la política, con un objetivo: cambiar el rumbo de Colombia.

Turbay fue uno de los fundadores del partido comunista colombiano. Luego ingresó en el ala izquierda del Partido Liberal. A sus 28 años, investigó, con otro parlamentario, los ignominiosos sucesos del ejército en contra de los huelguistas de la United Fruit en Ciénaga. Ese debate histórico hizo famoso al abogado litigante Jorge E. Gaitán y debilitó al gobierno de Abadía Méndez.

En 1930, cuando los liberales dudaban en presentarse a elecciones, Gabriel Turbay fue el orador central de la gran manifestación que marchó hasta la casa de López Pumarejo para pedir la proclamación oficial de la candidatura de Olaya Herrera. Con su voluntad y gran capacidad estratégica, fue baluarte de la “reconquista liberal”.

Dicen que fue él quien lanzó a López Pumarejo en la convención liberal para las elecciones de 1934. Fue su designado, director del Partido Liberal en varias ocasiones, y un embajador atento al mundo. Posiblemente, de su época como representante de Colombia ante la Sociedad de las Naciones le venía la convicción de que era posible organizar el mundo de otra manera, con base en una participación ciudadana igualitaria y unos poderes supranacionales reales.

A su regreso de Estados Unidos, donde había sido embajador, inicia una gira electoral por Colombia. Juan Lozano y Lozano, que estuvo presente, califica su recorrido por las tierras de occidente de “apoteosis”. “Campesinos y obreros le rendían tributo de admiración”, escribe. En 1945, la convención liberal lo elige como candidato. Gabriel Turbay cuenta con el partido (solo un diputado se fue con Gaitán). Sin embargo, los grandes jefes liberales de Bogotá, aquellos que Gaitán calificaba de “oligarcas”, no lo apoyaron. ¿Acaso fue por su programa, considerado muy a la izquierda? El modelo de Turbay era el Roosevelt del New Deal y de la guerra, que defendía un intervencionismo estatal para ajustar el mercado e intervenir directamente en la economía.

Además del nulo apoyo de los dirigentes de su partido, Gabriel Turbay tuvo que afrontar una de las campañas electorales colombianas más infames del siglo XX. Cuenta Plinio Mendoza (y lo dicen muchos otros), que él no podía asomarse a un balcón sin que la multitud gaitanista lo recibiera a los gritos de “¡Turco no!” y empezara a tirarle piedra. Desde sus trincheras de prensa, conservadores y notables también disparaban. Por ejemplo, Guillermo León Valencia, en un diario xenófobo de Cali: “No se puede aspirar a la presidencia cuando se pertenece a una raza que arranca desde la maldición bíblica y purga en la tierra la abominación de su delito”.

Con todo, Turbay logró una votación abultada (recuérdese que le ganó a Gaitán), pero inferior a la de los conservadores. Esta derrota no fue solo la de un hombre, o la de dos modelos de izquierda (el intervencionismo de Turbay o el populismo de Gaitán). Fue también el vergonzoso final de la obra iniciada por el liberalismo en los años treinta, período que aun hoy es recordado de manera positiva por los colombianos.

Gabriel Turbay murió en su cuarto del Hotel Plaza Athénée de París pocos meses después de esta derrota. En otro país, la obra de un hombre de estas calidades sería objeto de interés y estudio. En Colombia, su nombre ni siquiera figura en la página web del Partido Liberal.

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