Fume y compare

Fume y compare

"Sugiero cotejar al colérico, Vargas Lleras (1962), con el sosegado, Humberto De la Calle (1946), anti-coscorrón. Un hombre austero, serio, talentoso"

Por: Mario Arias Gómez
mayo 03, 2017
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Fume y compare

Quien aspire a gobernar no puede estar repartiendo puñetazos a diestra y siniestra. Maña vieja del omnipresente Vargas Lleras, quién en punible arrebato de ira, le propinó un ‘coscorrón’ a un humilde escolta —sin rostro visible—, Gabriel Ahumada. Burrada consumada en Ciénaga de Oro-Córdoba, donde el soberbio funcionario fue a suscribir un contrato de construcción de viviendas gratis, pantalla de su mediática y subliminal campaña política —con dineros públicos—, adelantada en detrimento de los competidores. Prevaricato ejecutado bajo la mirada cómplice de Santos y de la connivente Procuraduría, que incumplió con la función disciplinaria, razón de ser.

Humillante e imperdonable acto, que obligó al aspirante a pedir insentidas excusas para la exportación —sin propósito de enmienda—. Aceptó que: “no debió haber ocurrido” —sic—, lo que desnudó su hosco e irresistible talante, que debiera descalificar —ipso facto— su condición de aspirante a la presidencia. Reprochable cocotazo que pisoteó la dignidad y autoestima del subalterno que lo resguardaba, a riesgo de su vida, si se toma en cuenta que ha sido un apetecible objetivo militar de fuerzas oscuras que han atentado contra su vida. Papirotazo que quedó gravado en piedra en la galería del absurdo, en una época que reclama del dirigente equilibrio, ecuanimidad y tolerancia.

En mí ya lejana juventud, decía una cuña del Pielroja: “Fume y compare”. Sugiero cotejar al colérico, Vargas Lleras (1962), con el sosegado, Humberto De la Calle (1946), anti-coscorrón. Un hombre austero, serio, talentoso. Valorado ser humano sin tacha, sereno, creíble, cauteloso, digno, reservado, que inspira confianza. Prenda de honradez y garantía que mantendrá la 'pipa de la paz' encendida. Coterráneo indicado para el momento adecuado, que no es ni será, reto para ningún colombiano que se sentirán bien con él, igual que “tirios y troyanos”, “Montescos y Capuletos”. Cualificado coprotagonista del Acuerdo de paz, contrario al intolerable dueño del Cambio Radical (CR), avalista de la pestilente carcoma enquistada en la Guajira y varios departamentos.

La opción de mano tendida, representada por De la Calle, es opuesta a la practicada por el medieval opresor del Ubérrimo, hundido hasta el cuello en el inmenso fangal de las incriminaciones y que mantiene a flor de labio, su rufianesco y venenoso lenguaje, afilados sus colmillos de miedo, en actitud siempre de ataque. Embaucador que juega con cartas marcadas, capaz de resucitar cadáveres políticos, como el fatuo Pastrana y el saltimbanqui Ordóñez, dispuesto a reconquistar el poder vía el atajo, como casarse -contra natura- con el insondable señor del capirotazo, decano supérstite de la nociva política clientelista, cuya manifiesta reserva sobre la paz -larga y fríamente meditada- asusta, pues no hay duda que lo acerca al apocalíptico Satán, amo del CD.

El pasado no perdona. No soporto más el peso de la verdad. Lo del coscorrón, reitero, es maña vieja en el sarcástico e irascible “mocho". Cuando fue mi vecino en las oficinas del Congreso, como cualquier matón de barrio, me consta que se lió a puños con un asistente. Situación que en estos convulsos tiempos de conflictos, crisis morales, generalizaciones acríticas, teorías conspirativas y de traición a la patria, exige asumir el escogimiento del remplazo de Santos con sumo cuidado; conocer sus falencias y virtudes. En el caso de De la Calle, conozco de primera mano su compostura, decoro, ecuanimidad, recato, respeto, distintos a los que ofrece para el 2018 el CD. “Delitocracia” para la cual todo vale, es permitido, huele a podrido, sobre lo cual Vargas Lleras guarda matemático silencio, así como de lo que se acordó en la Habana.

Con este amigo, presidente “Juampa”, para qué enemigo. Invite a los electores a quitarse las anteojeras, que “fumen y comparen” entre el obtuso Vargas Lleras y su proactivo y leal aliado, De la Calle, fascinante tribuno, de inusual, subyugante e hipnótica elocuencia, abogado de campanillas, decano de Derecho (UC), docente, poeta, columnista, diserto escritor de gran calado —cuantitativa y cualitativamente—. Liberal. Asesor del presidente Barco. Consultor electoral de las Naciones Unidas. Registrador N. del Estado Civil. Embajador en el Reino Unido, OEA, España. Magistrado de la Corte S. de J. Designado.

Como ministro de Gobierno coordinó la A. Constituyente. Vicepresidente. Asesor de “San Uribe” en el diseño del “articulito” que facilitó la reelección. Jefe negociador con las Farc. Caldense que harto lustre intelectual le ha aportado a Colombia. Con él concuerdo en que hay que impulsar una coalición amplia y multipartidaria para el 2018 en defensa del Acuerdo de paz, no solo con fuerzas alineadas con este valor supremo, sino con otras expresiones que garanticen el fiel y estricto cumplimiento de lo pactado, a efecto de doblar la página del conflicto armado. Para mí, lo digo sin ambages, es la mejor alternativa, antítesis de los que quieren retroceder al dantesco infierno de la guerra.

Disyuntiva que es la que promete el narciso “San Uribe” —invisible para la justicia— a través de un sumiso monigote que duplique su gobierno, trufado de chuzadas, falsos positivos, ingreso robo seguro, mentiras, podredura, pus, tráfico de influencias, replicadas por la pútrida caterva de esbirros que invitan a votar bajo la grafía de la indignación y verraquera. Repetida milonga: “Si ganamos vamos a echar p’atrás el acuerdo de paz”. Perfidia que da por hecha José O. Gaviria.

Autoritaria e indigesta propuesta, que regatea los valores de la tolerancia y el respeto de las ideas ajenas, que in péctore la asemejan a la de Vargas Lleras, de ahí su cercanía a “San Uribe”, que hace temer en un virtual mandato suyo, se expandan exponencialmente. Hoy calla como una ostra frente a los rigurosos compromisos con las Farc. Inverso a la acrisolada figura de, De la Calle, en plena madurez vital, epítome de sentido común, con los pies puestos en tierra, antípoda de las malas prácticas de gobierno, antídoto de los responsables de la crisis por la que atraviesa el país, cuya brillante hoja de vida, en lo público, la cátedra, lo profesional lo hacen, el alma ideal para ocupar la primera magistratura. Señala: “Una cosa es el fin del conflicto y otra la inserción de una paz firme”. Solicita, “obrar con grandeza”.

Marca distancia frente a la corrupción. Es consiente que la campaña estará marcada por una oleada de excitación —entendible y razonable—, debido al hedor que producen las cloacas destapadas (Odebrecht-Reficar), que abruman. Estipula: “Sin duda va a ser, absolutamente determinante, creo que va a ser fundamental; me parece que va a canalizar masas importantes de votación independientes, por fuera de los partidos. Sin olvidar la inequidad, en el que Colombia es uno de los países más inequitativos de Latinoamérica. Mi opinión es que el convenio con las FARC, no es solo un tratado militar para una paz chiquita. Es una oportunidad para atacar esos males estructurales”.

Es imperativo e ineludible —sin desfallecer—, que como remate del proceso de paz se debe llevar al solio de Bolívar a un líder verdadero que ilumine a la patria. Íntegro, imaginativo, reflexivo, con credibilidad, escogencia provechosa para todos. “Prócer de la paz”, caballero de espíritu conciliador, tolerante, con entereza y claras e indudables dotes de estadista, de ojo avizor y mano firme, “a prueba de balas”. Humanista, letrado, jurisconsulto de talla, fértil y consistente teorizante, paradigma, si es lo que se quiere, que robustece la paz, demostración que el país no ha perdido el don de sobreponerse a sus dolencias, que no permitirá ralentizar dicho proceso, ni dará marcha atrás, ni derogará, ni desmontará sus puntos esenciales.

 

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