- “Yo soy un inmigrante. Como hijo de una familia inmigrante me siento feliz de ser invitado a este país, el cual fue mayormente construido por esta clase de familias”.
- “No le hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”
- “Dadme a vuestros cansados, a vuestros pobres. A las masas hambrientas que claman por la libertad”, dijo citando el poema de Emma Lazarus, en la Estatua de la Libertad
Fue el gran defensor de los inmigrantes. Los defendió mucho más fuerte que cualquier otro Papa en la historia moderna. Se definía ante los poderosos como “un inmigrante”.
“Mis padres fueron emigrantes italianos. Por eso, yo sé de las penurias, las humillaciones y los agravios que los inmigrantes sufren. Yo soy un inmigrante”, afirmó en septiembre de 2015 ante los periodistas de Naciones Unidas.
Ya antes, les había dicho a los periodistas latinoamericanos que “hay que defender a los inmigrantes”.
Durante su encuentro con los ”carwarlacheros”, como se les llama a los lavadores de carros en Nueva York, quienes trabajan de sol a sol limpiando carros –y la mayoría son indocumentados- afirmó: “mi cariño y admiración por ustedes no tiene límites, ustedes honran el trabajo honesto, ustedes son un ejemplo para el mundo”.
Quien esto escribe tuvo la suerte de estar presente en su viaje a Estados Unidos como reportera de El Diario de México/USA. Allí pudo comprobar por qué el sumo pontífice es una de las figuras más carismáticas de este mundo moderno.
Fue un privilegio estar en ese viaje a Estados Unidos, el cual fue una fiesta inolvidable de fe, amor y esperanza. Con su sonrisa que iluminaba el planeta entero, Francisco hizo suyos los encuentros con los poderosos de la Casa Blanca y el Congreso en Washington, las Naciones Unidas y la Catedral de San Patricio en Nueva York.
En San Patricio fue orden suya mezclar a los superricachones del planeta con humildes lavadores de carros. Ahí, en la catedral más famosa del mundo después del Vaticano, Francisco habló de comprensión y amor hacia los menos favorecidos.
Además, conmovió hasta las lágrimas a los asistentes a la Escuela Reina de Los Ángeles, el Parque Central y el Encuentro Mundial de Familias en Filadelfia. Y a cada momento repitió la regla de oro: “No le hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti”.
“Yo soy un inmigrante”
Con la gente gritando afuera “Papa, Papa”, en español, el Santo Padre en la primera visita que un Papa haya realizado a la Casa Blanca, Francisco usó tan notable balcón para defender a los inmigrantes, “quienes siempre han hecho grande a Estados Unidos”.
“Señor presidente, estoy agradecido por su bienvenida en nombre de los estadounidenses”, dijo en inglés con acento, dirigiéndose a Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, en un hecho casi impensable hasta hace una década: un papa argentino y un presidente de Estados Unidos, negro.
“Yo soy un inmigrante. Como hijo de una familia inmigrante me siento feliz de ser invitado a este país, el cual fue mayormente construido por esta clase de familias”.
Ante los cientos de invitados a la Casa Blanca, expresó: “Me gustaría que todos los hombres y mujeres de buena voluntad de esta nación apoyen los esfuerzos de la comunidad internacional para proteger a los más vulnerables en nuestro mundo y para estimular integralmente modelos de desarrollo inclusivos que permitan que nuestros hermanos y hermanas de todas partes puedan conocer la bendición de la paz y la prosperidad, la cual Dios desea para todos sus hijos”.
“No nos dejemos asustar por los números de los inmigrantes, en especial, los indocumentados, debemos verlos como personas, mirando sus rostros, escuchando sus historias, tratemos de responder lo mejor que podamos a su situación”, no se cansó de repetir en sus homilías de Washington D. C., San Patricio, en Nueva York y Filadelfia.
Tanto en el Congreso como en Nueva York y, en especial, en las Naciones Unidas, repitió que hay que edificar una nación (en Estados Unidos) que nos llame a reconocernos, en la que estemos, relacionados unos a otros, dejando a un lado la hostilidad.
El mensaje al Congreso
Francisco fue invitado a hablar ante el Congreso de Estados Unidos de Estados Unidos por el portavoz de la Cámara de Representantes, el republicano de Ohio, John Boehner, quien es católico.
Con un tono suave, pero con palabras duras y firmes, el Papa Francisco les pidió a todos los estadounidenses, “poner fin a la hostilidad hacia los inmigrantes y buscar la manera de lidiar con ellos y sus familias”.
También exigió respeto por la Madre Tierra y el cuidado del Medio Ambiente. “Pensemos en nuestros hijos, en qué planeta van a vivir”, afirmó. “El Medio Ambiente está devastado por la dañina relación del Hombre con la Naturaleza—toda ella un regalo de Dios—de la cual nosotros somos servidores, no sus dueños”, dijo el Siervo de Dios.
A su paso por todos los sitios visitados, la gente gritaba y lo aplaudía como a una estrella del rock. De hecho, lo comprueban los 80,000 asistentes a Central Park, los 24,000 que asistieron a misa en el Madison Square Garden de Nueva York, más el millón que se hizo presente en Filadelfia. Son multitudes que solo reúnen a los grandes.
En medio de los aplausos y el delirio colectivo, el Papa continuaba defendiendo a los inmigrantes, en especial a los indocumentados. “Ellos son los extranjeros, sus hijos que no van a la escuela, esos que están sin seguro médico, los sin hogar, los viejos olvidados. Vayan afuera y demuestren que Dios está en sus mentes”.
Vale la pena destacar que, en todos los actos, el Santo Padre estuvo acompañado de líderes judíos, musulmanes—de todas las vertientes--, budistas, protestantes, hindúes, ortodoxos rusos y griegos, etc.
“Esta ciudad (Nueva York) se fortalece cultivando la amistad y la buena voluntad entre la gente de diferentes religiones”, comentó. Y a fe que lo consiguió. En esta Semana Santa, estuvo acompañado por los jerarcas de las iglesias ortodoxas del mundo entero, quienes, por primera vez, celebraron juntos la Pascua.
“Dadme a vuestros cansados, a vuestros pobres. A las masas hambrientas que claman por la libertad”, expresó en varias oportunidades, citando el mensaje de Emma Lazarus, inscrito en la Estatua de la Libertad, sitio donde más de 200 millones de estadounidenses dicen tener su origen.
Cubrirte es una de las experiencias más hermosas de mi existencia. Me conmoviste hasta las lágrimas con tu sencillez, dulzura y fortaleza. Hasta que nos volvamos a ver.
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