“Forzado a escribir” debería haber sido el título de este libro

“Forzado a escribir” debería haber sido el título de este libro

Forzado a escapar relata en primera persona la vida de Luis Eliécer Rueda como testigo de los oprobios de un régimen que hizo de la violación de derechos su bandera

Por: Luz Marina López Espinosa
mayo 03, 2022
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“Forzado a escribir” debería haber sido el título de este libro

“Forzado a escribir” debería haber sido el título de este libro. Mas como no lo fue, a modo de desagravio hacemos paráfrasis del que tuvo a bien colocarle el autor, para rotular estas palabras. ¡Y con cuánta razón la insinuación! Porque vida tan rica, tan intensa y tan llena de momentos dramáticos que sin forzar el concepto ameritan el sello de heroicos, había que contarla. Y entendemos el gran acierto del Nobel de Literatura que nominó su autobiografía “Vivir para contarla”. Sí, Luis Eliécer: Matías, se debía a sí mismo y sobre todo al desconocido pero real universo de eventuales lectores, el relato de su vida. Gracias por pagar esa deuda, pago que nos llega como un donativo.

Pero no es solo la vida admirable de Luis Eliécer Rueda rebosante de compromiso, fe y generosidad por la causa revolucionaría la que merecía los prestigios de la imprenta en el libro que en esta, nuestra Feria Internacional de la Casa Alternativa y de los Amigos estamos lanzando. Es que también cuánto lo merecía lo exquisito de esa prosa que aún a sabiendas que el autor es un intelectual, no deja de sorprendernos si sabemos que el grueso de su tiempo y energías transcurrió entre los azares del trabajo conspirativo, la prisión y fatigando la montaña con arreos de combatiente. Espacios todos tan distantes y distintos del de aquél que se puede dar el lujo de, en el remanso de su biblioteca, pulir las artes del buen escribir. Más admirable resulta entonces que estas páginas honren el lenguaje de Cervantes.

Hay más: Forzado a escapar tiene un nada desdeñable valor histórico y político. Porque sin resentimientos ni pretensión alguna de ajustarle cuentas al Establecimiento por los agravios infligidos, la obra relata y en primera persona como testigo de excepción que es el autor, los oprobios de un régimen que hizo de la violación de los derechos humanos, la guerra sucia y la corrupción su modo de subsistir y de combatir a quienes lo confrontan. Es decir, la negación de su propia legalidad, ésa en la que hace radicar su legitimidad y por la que reclama el derecho a ser acatado. Pero como protagonista que también fue Matías Aldecoa del proceso de negociación que llevó al histórico acuerdo de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Estado, eso que cuenta lo hace con el ánimo de quien pasa una hoja. Una en la que no se debe reparar más que para que haya verdad, Justicia y Reparación. Y en lo que a él y a sus camaradas respecta, sí que están comprometidos en ello. Cuánto alumbraría el sol de Colombia si todos lo concernidos asumieran de igual forma ese compromiso.

Forzado a escapar no obstante estar claramente ubicado y circunscrito en un tiempo y espacio en los que su autor fungió como protagonista, es un paneo de la historia de Colombia. Ello, porque bien lo podríamos extrapolar a la época de las cruentas guerras civiles del siglo XIX, a la hegemonía conservadora y su masacre de las bananeras, a la violencia liberal de los años treinta y después a la pavorosa reacción conservadora de la mitad del siglo XX, y a la salvaje represión liberal-conservadora contra el campesinado que se defendía en los años sesenta, origen de las Farc.

Las páginas del libro que en este grato espacio de compañeros y amigos ve la luz son también una autorizada radiografía de algo que no por manido y conocido ameritaba ser vuelto a contar: la vergüenza del sistema carcelario colombiano. Cómo el Estado hizo de la cárcel un vulgar depósito de mujeres y hombres que ya por no ser funcionales al sistema debido a su mayor o menor perversidad, ya por su altiva decisión de confrontarlo, son arrojados allí sin propósito distinto del de castigo y degradación.

Y bien que lo logra, a despecho de los falsos discursos de “redención” y “resocialización”. Y de los muros adornados con frases bonitas como esa de “Aquí entra el hombre, no el delito”. La corrupción el otro componente sustancial del sistema carcelario en Colombia, pareciera ser el botín que el Estado le entrega a quienes lo sustentan para que por una parte gocen del ejercicio arbitrario de la autoridad sobre su enemigo, y por otra den rienda suelta a su concupiscencia por el dinero. Sabido es: allí todo se puede tener, todo se puede comprar. Sólo hay que tener la bolsa para pagarlo.

Pero no. Este no es un libro de denuncia. Es un hijo (¡otro!) del acuerdo de paz y como tal debemos verlo como un acto de fe en ella, en la institucionalidad que a su alrededor se ha creado y que ha de conducirnos al puerto de la reconciliación nacional.

Felicitaciones, querido Matías Aldecoa, querido Luis Eliécer. No se trata solo de un testimonio personal de por sí apreciable. “Forzado a escapar” es un valioso documento histórico que ojalá la crítica lo asuma y valore no solo en lo literario, sino en cuanto eso. Una historia de sus propias vidas que se lee con la emoción de una extraordinaria novela de aventuras.

 

 

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