Fernando Vallejo se está muriendo

Fernando Vallejo se está muriendo

La desazón, la soledad y la desesperación son enfermedades incurables. Es un pájaro gigante aquejado de melancolía y sus últimos trinos tienen tonada de elegías

Por: Juan Mario Sánchez Cuervo
marzo 30, 2022
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Fernando Vallejo se está muriendo
Foto: Wikimedia

A cuenta gotas, en segundos que pesan una eternidad, Fernando Vallejo se está muriendo. Es un pájaro gigante aquejado de melancolía y sus últimos trinos tienen la tonada de las elegías, el eco fúnebre de los epitafios y la fría luz de los cementerios.

En México floreció. Esa extraña lucidez que otorga la distancia le permitió interpretar a su país como nadie lo ha hecho. Y ahora se transfiguró en “la parábola del retorno”. En efecto, trajo a cuestas sus propios escombros para depositarlos en esa infinita fosa común que es Colombia.

Ay, Vallejo, tuviste la dicha de ver la ruina de tu patria, como diría ese monstruo de la malignidad… el histrión emperador de Roma contemplando su colosal incendio. Con un poquito de suerte y un tris de tiempo, también gozarás el espectáculo de ver rodar hacia el desbarrancadero de la nada a esa pelota sucia de excrementos que es el mundo.

Este país no te mereció, y si mal no estoy, te comprenderá mucho tiempo después, precisamente cuando ya no habrá tiempo. Fuiste el único ser iluminado que contemplaron mis ojos. Y aunque detestas a Cristo loco, eres una especie de cristo que asumió un dolor infinito por los únicos seres dignos de un amor infinito: los inocentes, puros y santos animales.

El ser humano, ya sabemos, es lo peorcito que ha pisado la Tierra, y el creador dirá una y mil veces que se arrepintió de haberlo creado. “El viejo chambón” que no comete errores cometió el mayor error en la historia insustancial de este estúpido mundo.

Tus poéticas blasfemias fueron absueltas de antemano, porque tuviste la dignidad y el valor de llamar las cosas por su nombre. Además, crucificaste el ego para servir a nuestros verdaderos prójimos; es decir, aquellos que son paz y amor incondicional y que vuelan, nadan y caminan en cuatro patas o se arrastran humildemente por el suelo.

Dos monstruos de la palabra, dos portentos de la luminosa rebeldía tuvo este hollado suelo colombiano devenido en fanático matadero: Porfirio Barba Jacob y Fernando Vallejo. Mensajeros y profetas y genios y locos. El resto es pedantería intelectual, lo demás es pasarela de escritores de oficio o lame-sabemos-qué de políticos y sistemas e ideologías.

Dijiste muchas veces que los escritores colombianos no te querían. Te equivocaste porque los escritores en embrión, los que escribimos con vergüenza, a hurtadillas, los marginados y pequeños te veneramos. En todo el mundo hay millones de vallejianos malditos iluminando estas tinieblas.

Y, por último, tienes el permiso para odiarme si es que te parece farragoso y vil este homenaje a expensas de tu naufragio. Mientras tanto, seguiré escuchando la eterna sinfonía de tus neuronas que se van difuminando en la partitura mortal de la desesperación… Si yo fuera dios, por egoísmo divino no permitiría que te murieras para que le escupieras eternamente tus agravios a Colombia: la rastrera, la horrísona, la asesina, la ladrona, la bandida, la ridícula, etcétera.

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