¿Existe la genética o la genómica política?

¿Existe la genética o la genómica política?

He estado preocupado de que el eximio presidente Duque empiece a separarse de su mentor político y elector mayoritario, el también eximio senador Uribe Vélez

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
septiembre 25, 2018
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¿Existe la genética o la genómica política?
Foto: Twitter @CeDemocratico

Las razones son muchas y, aunque nadie quiera consentirlo interesan a los asuntos de Estado. En efecto, a nadie le interesaría si Duque y Uribe toman la taza de café como galanes sobre un caballo sin derramar una gota de la misma manera aunque, vaya a saberse cuánto, estarían mucho más preocupados si utilizaran el dedo índice de igual manera premonitoria en sus discursos. Voy veinte a uno que es así.

Recientemente mis investigaciones sobre heredabilidad, referido a los gemelos idénticos, y pertinencias sobre genómica humana, me han develado que debería estar mucho más preocupado que antes. Lo que revelaré espero que ponga en ascuas, y sobre todo en alerta a la opinión pública aunque no tengo la culpa de que sea así. Lo juro.

Por lo pronto señalo que esa aparición última donde Duque logró mostrarse cariacontecido y contrito lamentando las muertes acaecidas en Yarumal, sin haber mostrado el dedo índice levantado y agresivo cuando advertía, cuasi perentorio, de la orden dada al general Gómez para la persecución y captura de los responsables, oculta algunos misterios. A mí me pareció, más que todo por los gestos y el lenguaje corporal, que Duque se iba a agarrar a llorar, lo cual hubiera sido asaz plausible y meritorio, y me dije: ya empezó a ser traidor. Pero es mejor que vayamos por partes y un poco más lento.

Para que empiecen a temblar suministraré la siguiente poción:

“Los gemelos idénticos nos muestran que en el debate de naturaleza versus crianza, no hay ganador. Ambos tienen su papel en la configuración de quienes somos. Pero aunque tenemos razones para dudar de que nuestros genes determinen nuestras vidas de una manera absoluta, esto no resuelve una mayor preocupación sobre si tenemos libre albedrío o no”.

Yo colijo que lo que quiere decir esa frase tienen un significado político estratégico para el bienestar ciudadano de los colombianos inconmensurable. En efecto, como no puede demostrarse, más allá de toda duda razonable que Duque y Uribe tengan genes tan comunes como para ser gemelos idénticos, sin embargo “esto no resuelve una mayor preocupación sobre si tenemos libre albedrío o no”, pues aun mantendríamos razones para “dudar que nuestros genes determinen nuestras vidas”. Y del lado de la crianza sí que menos quedaríamos libres de preocupaciones: todos vimos extasiados cómo la señora madre del presidente Duque lo acompañó al día de la victoria a indicarnos, más allá de toda duda nuevamente que Uribe es Uribe y Duque es Duque,  de lo cual no estábamos lo sufícientemente advertidos, la verdad sea dicha; tanto, que ella se permitió aclararlo. Es decir, nadie habría esperado jamás que el senador Uribe hubiera llevado a su amada progenitora a cualquier evento, ni siquiera a su posesión presidencial por más conspicuo que fuere tal logro, pero eso no quiere decir que la diferente crianza implícita nos ayude a dilucidar sobre si estamos ante el libre albedrío o no.

Si este argumento está bien hilado y sus conclusiones son válidas, eso nos deja con una perplejidad indescifrable.

Ahora citaré otra frase que nos indicará el brete en que estamos:

“Para ser considerado verdaderamente libre, entonces, parece ser necesario que seamos en cierto sentido responsables de ser las personas que somos, y esa responsabilidad debe ir 'hasta el final': tiene que depender de usted y usted solo, cuáles son los valores y creencias que aprecia y sobre los que actúa. Si no somos responsables de lo que somos, ¿cómo podemos ser responsables de lo que hacemos? Pero cuando consideramos los roles duales de la naturaleza y la crianza, los valores que tenemos y las creencias que afirmamos no parecen ser una cuestión de elección. Estamos formados por fuerzas que finalmente escapan a nuestro control. Este pensamiento, una vez explícito, lleva a muchos a la conclusión de que el libre albedrío y la responsabilidad son imposibles. Si profundizas lo suficiente en lo que nos hizo lo que somos, eventualmente te encontrarás con algunos factores formativos clave que no controlamos. Y si están más allá de nuestro control”.

Es increíble hasta dónde alcanza la complejidad inmarcesible de consignar un voto por alguien. Es decir, muchos de los electores de Duque esperarían que se pareciera tanto a su mentor el eximio senador Uribe como sentirse tranquilos de no necesitar de su presencia física o, dicho de otra manera quisieran que Duque fungiera más de senador que de presidente, y Uribe sea la viceversa. El cuento del libre albedrío no les cala tanto como al resto de colombianos. Pero, quiéranlo o no  la frase “Si no somos responsables de lo que somos, ¿cómo podemos ser responsables de lo que hacemos?” se les atraviesa en el camino. Lo que quiero decir es ¿cómo podrán hacer responsable al presidente Duque de lo que hace si no lo equiparan responsable de lo que es: presidente de los colombianos, no senador ponente de la república de un Plan de Desarrollo, por ejemplo; siendo la viceversa válida también.

Obvio la segunda mitad de la frase citada sigue lapidaria y quizás esperanzadora para algunos; para mí sigue siendo deletérea, no alcanzo a tomar piso en que Duque sea alguna vez traidor a Uribe, es decir, expresión de sí mismo: como no elegimos ni nuestra naturaleza ni nuestra crianza no pensemos que por eso dejaremos de tener libre albedrío, aunque esto no quiere decir que nos asumimos como somos. Para mí no queda claro si Duque, en virtud de su naturaleza y crianza, seguirá siendo senador ponente y ejecutor de un Plan de Desarrollo, así como tampoco que Uribe dejará de meter las manos cual presidente en virtud de las mismas razones. Para que alguien en nuestra civilización los considere a ambos “verdaderamente libres” tendrían que depender de sí mismos y solo de sí mismos, en virtud de las “creencias y valores que aprecia y sobre los que actúa”, sin depender del entrelazamiento, hasta el punto inextricable de sus funciones mutuas.

El problema es más grave aún y se hace más explícito y entendible cuando se relaciona de la siguiente manera, o sea, desde el alfabetismo estadístico:

“El error común que cometen las personas es suponer que, por ejemplo, si el autismo es heredable en un 90%, entonces el 90% de las personas autistas padecen la afección de sus padres. Pero la heredabilidad no se trata de "la posibilidad o el riesgo de transmitirla", dice Spector. "Simplemente significa cuánto de la variación dentro de una población determinada se debe a los genes. Fundamentalmente, esto será diferente según el entorno de esa población”. Sin comentarios.

“El neurocientífico holandés Dick Swaab, que llama al libre albedrío "una ilusión", lo hace respaldando la definición del libre albedrío de Joseph L. Price (un científico, no un filósofo) como "la capacidad de elegir actuar o abstenerse de la acción sin extrínsecos o restricciones intrínsecas". No es de extrañar que se vea obligado a concluir que, "nuestro conocimiento actual de la neurobiología deja en claro que no existe la libertad absoluta". Del mismo modo, afirma que la existencia de toma de decisiones inconsciente en el cerebro "no deja espacio para un libre albedrío puramente consciente". Es verdad”.

El expresidente Gaviria había dicho en un programa de televisión con Yamid Amad que Colombia nunca había tenido presidentes títeres y, casi que juraba, que esta vez tampoco lo habría. En ese momento cualquiera hubiera creído que Gaviria era un hombre libre. Sin embargo, luego tras la primera vuelta dio un triple giro mortal hacia atrás y en medio de un precipicio político fue a dar a las toldas de Duque sano y salvo aunque abandonando ya de la mano al inefable doctor De la Calle, que había fungido hasta la sazón cual Lazarillo de Tormes; entonces, por qué alguien iluso podría esperar que Duque se separará lo suficientemente de Uribe como para pensar que lo estaría traicionando. Bueno, está bien, pero Santos lo hizo. ¿O no? ¡Qué terrible pregunta! Parece que no lo suficiente.

Nadie viene en mi auxilio. Para agravar la situación uno de los comentaristas de la lectura que he traído a colación y fuente que motivó esta columna dice sin contemplaciones:

“La idea del libre albedrío es una construcción filosófica arrogante que intenta ubicar a la humanidad por encima o por fuera de un universo finito y causal. Las únicas excepciones requerirían una explicación sobrenatural que, por definición, no puede ser probada ni refutada”

¡Apague y vámonos!

Notas. La palabra eximio aparece en DRAE, la uso a propósito a escape de cualquier duda sobre mis respetos a ambos, no sea que se me obligue a algo parecido a lo de Petro. Las citas son del texto ¿Tus genes determinan tu vida entera? aparecido en Lecturas Largas del londinense The Guardian, a las que estoy afortunadamente suscrito.

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