Exdirector de Aerocivil, Orlando Fajardo, al asfalto porque sabía demasiado

Exdirector de Aerocivil, Orlando Fajardo, al asfalto porque sabía demasiado

El Aeropuerto del Café, un megaproyecto en pleno Eje cafetero del presidente Iván Duque, nació muerto de la mano de la constructora española OHLA, que no cumplió

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julio 22, 2022
Exdirector de Aerocivil, Orlando Fajardo, al asfalto porque sabía demasiado

Como en las películas de la KGB todo el que se meta con OHLA, la firma española contratista de las obras de Aerocafé, sale mal librado. Así le sucedió al general Gonzalo Cárdenas Mahecha, exgerente de Gestión del Patrimonio Autónomo de la Aeronáutica y más recientemente a quien fuera director de la Aeronáutica Civil, Jair Orlando Fajardo, quienes habían osado decretar la caducidad del contrato con la firma y aplicarle una multa por cerca de 30 mil millones de pesos.

Antes habían existido otros descabezados, Max Peña, delegado de presidencia en el Comité Fiduciario, echado por orden de la Ministra Angela María Orozco, a quien nunca le cayó bien Fajardo, por ser una cuota parlamentaria. La misma suerte corrió la directora administrativa de Aerocivil, Marta Seidel, allegada a Fajardo.

Y por saber demasiado sobre incumplimientos del contratista OHLA, Fajardo se fue de lengua con estas anomalías justo en el empalme con el nuevo gobierno, lo que ipso facto hizo rodar su cabeza. Este episodio pasó casi inadvertido pero terminó como una flagrante retaliación del gobierno saliente del presidente Iván Duque, quien luego despejó en buena parte este irregular panorama al tener que suspender la obra 10 días después de la fulminante destitución.

Lo drástico de la medida y la urgente insubsistencia a un funcionario que terminaba su administración en pocos días dejó el sabor de que en Aerocafé había gato encerrado. Esta prisa despertó suspicacias y obliga a averiguar el origen o motivación de la multa del exdirector “sapo” y tratar de adivinar lo que está en juego para que se haya producido tal disposición a todas luces justiciera y teñida de tono implacable, como si se enviara un mensaje al estilo Corleone.

Las multas tienen una justificación válida. La primera de 1.800 millones fue en noviembre por no haber entregado el cronograma de obra a tiempo. La segunda fue por no haber cumplido con los 2 millones de metros cuadrados que se comprometió a remover según el contrato ya que a marzo de este año llevaban solo 600 mil metros, es decir el 32% de lo que debió haber movido.

Razón por la cual resultaba una sanción de obligatoria ejecución a riesgo de caer en problemas jurídicos o de rozar con el prevaricato por omisión, ya que fue la propia Contraloría la que pidió que se multara al contratista. Además ya se venía una tercera multa por 7.000 millones por no tener los equipos en el sitio de la obra. Con estas tres sanciones se completarían las 5 que llevarían a que la firma quedara por fuera de la contratación en Colombia, según la normatividad correspondiente.

Preocupación que se agranda si se observa el récord de incumplimiento de la firma española en otros países. Razón por la que han hecho de todo para detener las multas. Lo último que hicieron como cortina de humo fue salir con el cuento de que había sido la Unidad de Gestión la que no les cumplió, por lo que anunciaron una demanda, que obviamente fue presentada a posteriori de las multas.

Pero como van las cosas lo más seguro es que resultará en un tribunal de arbitramento cargado que pueda hacer perder a Aerocafé. Algunos afirman que los árbitros ya están de acuerdo en que la culpable es la Unidad de Gestión, cuando es claro que las multas son consecuencia del incumplimiento de la firma.

El asunto se resume concretamente en que la construcción del aeropuerto del Café, que muchos consideraron una obra faraónica del gobierno Duque, se contrató con la firma española OHLA, que desde el ángulo que se le mire ha incumplido con lo firmado contractualmente. Un aeropuerto cuestionado desde el comienzo, al que extrañamente el gobierno de Iván Duque embutió en el Plan de Desarrollo como proyecto de importancia estratégica y en el que comprometió casi 450 mil millones de pesos, que hoy pueden estar volando por los aires.

Crear una infraestructura aeroportuaria debe tener soportes ante la Oficina de Asuntos Comerciales de la Secretaria de Transporte Aéreo para que autorice el proceso de certificación porque cumple los requisitos de un estudio, pero según la Contraloría, nada de esto existió.

Lo que mal empieza mal acaba y esto empezó con una idea traída de los cabellos, como sacada de un libreto abudineado, de construir un aeropuerto en la zona cafetera en medio de las montañas con el pretexto de mejorar las necesidades del transporte de la región mediante un elefante blanco que terminó en suspensión de la obra después de que la echada exprés del director “sapo” dejó claro que había algo encubierto.

Una obra que a juicio de los expertos se habría evitado si se hubieran querido atender realmente las necesidades de infraestructura del eje cafetero. Esta región tiene a 5 minutos de los aeropuertos de Manizales y de Pereira el aeropuerto de Cartago, con una ubicación geográfica privilegiada, mayores posibilidades de ampliación y capacidad para emular al aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón de Cali, con mejores condiciones geológicas y la posibilidad de hacer un aeropuerto de operación continua, las 24 horas y con cualquier nivel climático.

En todo caso esa solución para la zona cafetera no será ya por cuenta del nuevo aeropuerto del café. Si esa inversión mostrenca hubiera sido la mejora de las vías de interconexión entre estas ciudades, complementada con la ampliación generosa de la infraestructura del aeropuerto de Cartago, no solo ya se había terminado sino que la inversión habría sido de por lo menos una cuarta parte. Este proyecto fue concebido más políticamente que técnicamente y tiene de todo menos de estudios y análisis de factibilidad, que brilla por su ausencia un estudio serio de mercado, así como de viabilidad técnica para dar un servicio integral, según la Contraloría.

Y quedan interrogantes por resolver. Cómo fue que llegó al comité de empalme Lucas Rodríguez por el Pacto Histórico cuando había sido jefe de transporte de la aeronáutica por cuenta de la ministra Angela María Orozco. Acaso un caballo de Troya en el petrismo? ¿Quién responderá por los 115.000 millones que se perdieron en este fallido aeropuerto que hasta llevaría el nombre de Iván Duque?

Cómo fue el lobby del gobierno Duque para que terminara premiado el anterior Director de la Aeronáutica Juan Carlos Salazar, después de haber adjudicado este esperpento devenido en foco de corrupción, que un día abandonó el cargo porque de golpe y porrazo fue nombrado jefe de la ICAO, International Civil Aviation Organization.

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