"Estoy harta de Amparo Grisales"

"Estoy harta de Amparo Grisales"

Aunque reconoce que sigue siendo la Diva de Colombia, esta ciudadana se cansó de ver a Amparito humillando participantes en Yo me llamo

Por: LINA CUELLO ROYERTH
abril 02, 2017
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Comenzaré por decir que me le quito el sombrero a Amparo Grisales por su perseverancia y disciplina a lo largo de sus años de carrera. Sostienen los japoneses que la disciplina vence al talento, lo que, consecuentemente, quiere decir, que a la genética, y nada aplica tan a la letra, como esta premisa a la Grisales, quien, en su propio decir, se ha pasado media vida en el gimnasio, manteniendo una rutina de hasta 6 horas diarias de ejercicio; aparte de ello, cuida al máximo su alimentación, al punto que no consume ninguna otra carne que el pescado, sólo toma agua Evian, no trasnocha, no fuma, evita las salsas, las grasas, los azúcares, los licores, bebiendo sólo vino, esporadicamente y hasta se abstuvo de tener hijos, todo ello en pos de mantener una bella figura, aún en su edad madura, lo que, indefectiblemente, me lleva a concluir que, sin perjuicio de que el cuidado del cuerpo resulta necesario y plausible, el esfuerzo que le ha implicado a Amparito esa empresa, es un indicador inequívoco de que no la ha acompañado mucho la genética, inferencia a la que me ha llevado la odiosa comparación con nuestra hermosa Sofía Vergara, que se ríe de su "gracia" de empacarse un ponqué entero, sin ningún remordimiento, amén de que con total desparpajo confiesa que no le gusta hacer ejercicio y evidente es que, como cualquier alma caribeña, ama el jolgorio y la parranda, sin preocuparse por las secuelas del trasnocho, y hasta hoy día, más de dos décadas después de haber parido a su hijo Manolo, esta diva mundial se conserva fresca, lozana y más bella que nunca, gracias, ella sí, a una genética privilegiada.

Sin embargo, en entrevista realizada por el presentador peruano Jaime Bayly, en Miami, a donde la señora Grisales fue a promocionar una gira de su antiquísima obra "No seré feliz pero tengo marido", Beyly llevó a colación a Sofía, ante lo cual Amparito, evidentemente molesta, se atrevió a responder: "No compares. Yo llevo 40 años trabajando mi amor (¿?) y ella lleva 40 haciendo fila para lograrlo". ¡Y a fe que Sofía lo logró! ¡Y de qué manera! sin que le tocara hacer mucha fila, al contrario, los oferentes más cotizados de la industria del entretenimiento le hacen fila para conseguir su firma en un contrato. Hoy por hoy, Sofía es la actriz latina mejor pagada de la televisión estadounidense, habiendo obtenido una estrella en el paseo de la fama y ha sido incluida en varias oportunidades por la revista Forbes en la lista de las 100 personas más influyentes del planeta, en tanto que Amparito, por más que se ha destajado con sus ejercicios, sin perjuicio de uno que otro embutidito de silicona y por mucha hambre que ha aguantado y Evian que ha tomado, no ha logrado poner un pie en Hollywood, su meca añorada, por la que ha trabajado, dice ella, por más de 40 años. ¿Quién será más feliz - me pregunto - la que, además de belleza, fama y fortuna, tiene marido ¡y qué marido! ¡nada menos que el guapote, rico y famoso de Joe Magnianello! o la que tiene que conformarse con un contrato de un canal colombiano, sin marido ni prospectos a la vista, sin la natural dicha que conlleva tener hijos y carcomida por la envidia? Y antes de escribir la palabra me tomé el trabajo de buscar su significado literal en el diccionario de la RAE: "ENVIDIA: Sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee".

 

Aunque detesto los formatos de los reallitis de los canales colombianos, me complace el semillero de talentos florecientes en el país y por eso veo el programa YO ME LLAMO, donde la señora Grisales es jurado, y todas las noches contemplo, con no poca consideración, a César Escola, a Pipe Bueno, los otros jurados, y hasta a Jessica Cediel, la presentadora, soportar estoicamente, - o seguramente ellos recibieron una mejor educación que doña Amparo -, las interrupciones inoficiosas de la señora, que no resiste contradicciones a sus opiniones ni disensos de ninguna clase, - pero, eso sí, ay del que ose interrumpirla o disentir de ella, es evidente que tiene una muy baja tolerancia a la frustración y ni que decir a hipotéticas o reales rivales -. La gente suele confundir esta actitud con un complejo de superioridad, pero, nada más lejos de la realidad. Sin ser psicóloga y con el respeto que los profesionales en la materia me merecen, me aventuro a decir que la señora Grisales sufre de algún tipo de déficit de atención que nunca fue tratado o de una especie de complejo de inferioridad, porque no de otra manera se explica esa aprensión, desesperación, percibo yo, por llamar la atención. Necesita, literalmente, que los demás le recuerden permanentemente que ella es bella, que la halaguen y la colmen de lisonsas, y no cualquier lisonja, ella exije, y no sutilmente, que sean de contenido sexual, para asegurarse de que es deseada; eso no es otra cosa que necesitar la aprobación de otros para sentirse bien, aunque parezca lo contrario. En el show de anoche, luego de la participación de la artista que imita a Gloria Trevi, se le pudo ver cuán pequeña e insegura se siente Amparito. La chica imitadora, que tiene un cuerpazo, gran carisma y es talentosa y bella, atrajo, por supuesto, la atención de todos, incluyendo la de Escola y Pipe, lo que sacó de casillas a Amparito, que se atrevió a decir que ellos se habían enamorado de la joven artista porque "ella abrió las piernas" en el escenario, en una pirueta que es propia de la artista original. Será por aquello de "el gato que es ladrón..." ya saben.

 

Menos mal que Amparo Grisales no leerá esta diatriba contra ella, porque me comería viva, supongo que me diría que no soy "un ángel de luz", que es como ella se ve a sí misma, o me repetiría su libreto de que "hay que envejecer con dignidad". Pues, Amparito, si así fuera, déjame decirte que tú, simple y llanamente, no quieres aceptar la vejez y mucho menos hacerlo con dignidad y, menos aún, madurar, porque, si envejecer con dignidad es vestirse a los 60 como una mujer de 20, por mucho cuerpo que se tenga, y chorrear en público la baba por los pelaos, poniendo en evidencia tus necesidades y carencias, hacer esos shows de quinta categoría, donde le exiges a los jóvenes participantes masculinos que se acerquen a ti y se bajen los pantalones al frente tuyo, para ver sus nalgas, que se quiten la chaqueta para ver sus músculos y acto seguido te llevas el dedo a la boca, tengo que decirte que eso no es otra cosa que ser vulgar y ordinaria. Esa sensualidad que tanto demandas de los participantes y que tú presumes tener, es una actitud que fluye naturalmente y no tiene nada que ver con tus gestos explícitos y tan obvios que nos haces sentir pena ajena a tus congéneres femeninas. Amparito, tú eres el vivo ejemplo de que la clase no se adquiere ni con dinero ni con fama. De manera que si para ti envejecer sin dignidad es comportarse como una "señora" a los 60, la suscrita prefiere llegar a tu edad con "indignidad".

 

Amparito, solo me queda instarte a qué continúes, esmeradamente, como lo has hecho toda tu vida, cuidando tu belleza exterior, ya que no tienes otra. Eres el claro paradigma de lo que una mujer de verdad NO debería ser.

Ah, y si te consigues mi teléfono, no me llames. YO TE LLAMO. Amén (ahora que está tan de moda el amén).

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