Estigma y desinformación: los verdaderos virus frente a los nuevos 5000 casos de VIH en Colombia

Estigma y desinformación: los verdaderos virus frente a los nuevos 5000 casos de VIH en Colombia

A pesar de avances médicos, el VIH sigue rodeado de estigmas. La prevención, el autocuidado y la educación son claves para frenar su impacto en Colombia

Por: Juan Manuel PIracoca Marin
mayo 02, 2025
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Estigma y desinformación: los verdaderos virus frente a los nuevos 5000 casos de VIH en Colombia

El Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) ha sido objeto de importantes avances médicos desde su auge en la década de los 90. Gracias a estos progresos, la calidad de vida de las personas que viven con el virus ha mejorado significativamente. Sin embargo, a pesar de estos avances, el estigma y la desinformación siguen siendo barreras cruciales, especialmente dentro de la comunidad LGBTQ+.

Es fundamental aclarar que el VIH y el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) no son lo mismo. Mientras que el VIH es el virus que ataca el sistema inmunológico, el SIDA representa la etapa avanzada de la infección, cuando el sistema inmunológico se encuentra gravemente debilitado.

Actualmente, diversas organizaciones a nivel mundial trabajan para mejorar las condiciones de vida de las personas con VIH. Un ejemplo destacado es la estrategia 95-95-95 de ONUSIDA, cuyo objetivo es que el 95% de las personas con VIH conozcan su diagnóstico, el 95% de ellas reciban tratamiento antirretroviral, y el 95% logren una carga viral indetectable. Esto garantiza una mejor calidad de vida y reduce significativamente la transmisión del virus.

A pesar de estos esfuerzos, el estigma sigue siendo un desafío crítico. Aunque la comunidad LGBTQ+ ha avanzado en la normalización de los cuidados en salud —como la realización de pruebas rápidas o la participación en actividades de prevención promovidas por organizaciones y entidades de salud pública— muchas personas aún se abstienen de acceder a estos servicios por miedo al estigma social. Comentarios como: “mi pareja es estable, no necesitamos hacernos el testeo”, “las personas con las que estoy no tienen pinta de estar enfermas”, o “eso es para gente que no se cuida” reflejan prejuicios persistentes que dificultan la prevención efectiva.

En Colombia, con una población de más de 50 millones de personas, aproximadamente el 0,28% vive con VIH. Las zonas más afectadas son Bogotá y Antioquia, donde la mayoría de los casos se presentan en hombres. La comunidad LGBTQ+ representa una proporción significativa de los diagnósticos, según datos del CAC.

En 2024, el 82,82% de los nuevos casos correspondieron a personas de sexo masculino. Durante 2025, la situación no ha mejorado: ya se han diagnosticado más de 5.000 nuevos casos. Esto refleja que muchas personas desconocen el estado serológico de sus parejas sexuales, y que la verdadera clave está en asumir la prevención y la responsabilidad individual como un acto de autocuidado y de conciencia colectiva.

En respuesta, la industria farmacéutica ha desarrollado tratamientos antirretrovirales eficaces que permiten a las personas con VIH llevar una vida completamente normal, siempre y cuando sigan adecuadamente sus tratamientos médicos. La adherencia al tratamiento, acompañada de un seguimiento médico responsable, permite alcanzar una esperanza de vida similar a la de una persona sin el virus.

No obstante, aun en pleno siglo XXI, persiste la discriminación, incluso dentro de la propia comunidad LGBTQ+. A pesar de las luchas sociales, activismos y avances legislativos, miles de personas siguen sin hacerse pruebas de detección temprana. En muchos casos, esto se debe a una falsa sensación de seguridad basada en relaciones que se presumen monógamas, lo cual reduce la conciencia sobre la importancia del control médico periódico, como se hace con otros exámenes de rutina.

Esta forma de discriminación cotidiana tiene efectos profundos. Muchas personas que viven con VIH experimentan altos niveles de depresión y ansiedad, provocados por críticas o actitudes estigmatizantes. El temor al rechazo puede llevar incluso al abandono del tratamiento, lo que pone en riesgo no solo su salud, sino también la salud pública.

Los casos seguirán aumentando si no se combate activamente la desinformación. Frases como “yo no me hago pruebas porque con quien me acuesto no parece tener VIH” son reflejo de una educación deficiente en temas de prevención, a pesar de que existen políticas públicas que obligan al Estado a brindar programas integrales en esta materia.

Una de las soluciones necesarias pasa por promover la libertad de expresión y el diálogo abierto sobre qué hacer ante una situación de riesgo. No se trata solo de prevenir el contagio, sino de saber cómo actuar en caso de exposición. Las Entidades Promotoras de Salud (EPS) tienen un papel clave: deben ofrecer de manera accesible herramientas de prevención como la PrEP (profilaxis preexposición), garantizar la entrega de preservativos y fortalecer las campañas educativas adaptadas a las realidades de las poblaciones más vulnerables, que no son solo la Comunidad LGBTQ+ sino toda persona que tenga inicio de una vida sexual sin previa preocupación.

Es por esto que, a modo de conclusión, es importante resaltar que, si una persona forma parte de la comunidad LGBTIQ+, tiene la responsabilidad civil y ciudadana de educarse y tomar conciencia sobre el VIH y su impacto en el país. Aunque organizaciones como Red Somos+ han aclarado que no se trata de una epidemia ni de un aumento drástico de casos, es fundamental mantener las medidas de prevención al tener relaciones sexuales.

No se trata de convertirse en experto en retrovirales, diagnósticos o etapas clínicas —conocimientos que son propios de quienes viven con el virus y sus equipos médicos—, sino de comprender lo esencial: el autocuidado. Esta información está al alcance de todos a través de páginas web de organizaciones contra el SIDA y ONG especializadas en el tema.

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