¿Es usted un biempensante?

¿Es usted un biempensante?

"No luchan contra el orden establecido y consideran religiosamente que el universo social es igual al planetario, al que un supremo ordenador garantiza la coherencia estructural"

Por: Jorge Muñoz Fernández
septiembre 08, 2017
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¿Es usted un biempensante?

Los biempensantes o sea los que piensan ‘a lo bien’, que se cuidan de no caer en el abismo, que caminan como levitando, que ostentan ser en nuestra sociedad desigual equilibrados y neutrales, que se encuentran cómodos con los postulados del liberalismo económico, que no le apuestan a la libertad, que enmascaran los conflictos de clase que exhiben y piensan, cuando piensan, de acuerdo con las ideas tradicionales del momento.

Están, como se dice en el lenguaje de Facebook, etiquetados, difícilmente pueden ocultar o disimular sus protocolos y fórmulas ceremoniales.

Son personas que comulgan con ruedas de molino, que dan palmaditas en los hombros, de un viaje de turismo a Cancún o Paris y, como verdaderos equilibristas y volatineros, no se ubican ni a la derecha ni a la izquierda, aunque estos vocablos ya están desempleados y en desuso.

Los biempensantes no son, necesariamente, personas acomodadas, magnates o grandes propietarios, es decir explotadores; en el pasado no habrían sido negreros, pero, en cambio, habrían mantenido excelentes relaciones con los piratas, los bárbaros y esclavistas.

Son activistas pasivos, imperfectos, aunque pareciera que no lo demuestran, caminan sobre piedras labradas toscamente y  adoquines que ya se encuentran en desuso, pues la verdad es que hoy existen amplias avenidas que señalan caminos diferentes.

Como no poseen cultura política, o es precaria, cualquier bandera los atrae, sea esta rectangular, de estrellas, de barras o que como las que en el medioevo servían a las mesnadas de combatientes para no confundirse con el enemigo.

De no creer en blasones, como los que usaba tradición, familia y propiedad y el Ku Klux Klan, prefieren llevar  en sus bolsillos y morrales banderolas anarquistas para no pasar desapercibidos a la hora de asistir a las movilizaciones predilectas.

Son protestantes, indignados y opositores; pertenecen a una franja de pueblo no organizado; acuden con frecuencia a la estrategia de la provocación e incitan, siempre a la sombra, a romper los escaparates del establecimiento, claro está, sin desgarrar la luna ni el sol.

Sus ideas nunca son de avanzada y les asusta saber que la burguesía produce sus propios sepultureros, como decía el abogado Carlos Marx cuando hablaba de la emancipación.

No luchan contra el orden establecido y consideran religiosamente que el universo social es igual al planetario, al que un supremo ordenador garantiza la coherencia estructural, como si fuera un relojero del cosmos.

Es tal su pensamiento, procesado en el marco de la realidad vigente, que no se desvían del camino que les garantice una adecuado orden burgués y, como tal, aceptan que son seres superiores los que deben controlar la actividad productiva humana, legitimando la vida de las corporaciones, nacionales o foráneas.

Admiran a Gandhi, pero se asustan con sus postulados, se embelesan con su pacifismo, pero sienten miedo por la no violencia, colaboran con el poder y les estremece luchar contra el poder injusto.

Admiten que la indigencia, la penuria y la pobreza son una condición natural al ser humano y, como no son pudientes, los pobres de solemnidad están sometidos a la voluntad de terceros.

Y como está de moda hablar del cartel de la toga, se imaginan que en las agrupaciones de cazadores y pescadores, la propiedad era escasa, por tal razón los magistrados no existían, ni tampoco administradores de  la justicia.

Esas innovaciones aparecen cuando hay grandes propiedades y, desde luego, grandes desigualdades y un grupo social se da históricamente la forma de organizar la seguridad para defenderse de los pobres. Así de sencillo.

En los Estados Unidos, a punta de fusil, los más pudientes acuden a sus instituciones para defenderse de las acciones de los pobres. Unos cuarenta y cinco millones de personas viven bajo los niveles de la pobreza, mas quince millones que tratan de saltar las alambradas.

Como vemos, son tiempos de la pobreza global y en el mundo unos mil millones de personas padecen hambre. A todos ellos les llega, según los biempensantes, la bendición divina y sublime del Santo Padre Jorge, que les garantiza hospedaje eterno en el más allá, sin que hablemos por hoy de Alá, que tiene otra manera musulmana de protegerlos y de hacerlos llegar de manera fulminante.

Coletilla: Mi tocayo se fajó un formidable discurso. Hasta pronto.

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