Somos muchos los colombianos que recorremos las rutas nacionales y tenemos que soportar los avisos de “zona controlada por radar” o “fotodetecciones de velocidad”.
No hay derecho a quedarnos callados frente al atiborramiento de indicaciones. Se pregunta uno: ¿Será que detrás de esas medidas hay personas que le están metiendo el dedo a sus jefes? ¿O serán los jefes?
Hasta hace muy poco, saliendo de Chinchiná hacia Pereira había unos pocos cientos de metros donde había una cámara y por esta importante arteria se debía andar a 50 kilómetros por hora.
De otro lado, al día siguiente del último partido de la Selección Colombia en Barranquilla, mi marido salió del hotel de la arenosa a las 4 y media de la mañana. Sin saberlo tomó hacia el lado que no podía e inmediatamente se le apareció una moto con dos policías que le indicaron de la contravención, pero que podía evitarla con una “ayuda”. Mi marido les respondió que no podía cometer actos contra la ley porque era pastor de una iglesia y como si los hubiera exorcizado, le tiraron los papeles y salieron corriendo. En el lapso de los 20 minutos siguientes a haber tomado la ruta nacional, le pusieron 5 fotomultas por exceso de velocidad. Dos de ellas a 40 kilómetros y lo autorizado eran 30; otras dos a 50 km. Y lo autorizado eran 60 y la última iba a 80 km y la velocidad permitida era 70 km por hora.
Ayer veníamos de Manizales hacia Cali e hicimos el ejercicio de la ruta porque ni riesgos podemos arriesgar más del millón novecientos mil que costaron las de Barranquilla. Saliendo de Cartago, es decir una arteria principal de la nación, encontramos 7 perlas de las mismas que describí. La conclusión a la que llegamos es que es un peligro andar por estas autopistas, pero por la lentitud y es un ejercicio tan o más importante para la tolerancia, o mejor aún, para la impotencia que tenemos que tener los colombianos ante los atropellos de las autoridades.
