Víctor Paz Otero habla del bicentenario y la nueva crisis histórica

Víctor Paz Otero habla del bicentenario y la nueva crisis histórica

En esta entrevista, el reconocido novelista payanés abarca estos temas a propósito de los doscientos años de vida independiente de Colombia

Por: Andrés Óliver UCRÓS Y LICHT
marzo 15, 2019
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Víctor Paz Otero habla del bicentenario y la nueva crisis histórica

En la primera parte de esta entrevista vimos que la reina María Luisa de Borbón y Parma tuvo como amante a don Miguel de Godoy, su ministro, quien abre las puertas de España a los franceses en su camino hacia Portugal, propiciando una crisis en los campos españoles y en la familia real, lo que lleva al enfrentamiento entre el rey de España Carlos IV y su hijo Fernando VII por la corona, en 1808, la cual es confiscada por Napoleón y entregada a su hermano Pepe Botellas. También vimos que este hecho es el que propicia que las colonias americanas se subleven, por temor a ser invadidos por Napoleón y el rumor de perder con ello su fuero católico.

En Popayán, los autores que mejor retrataron esta situación en su ciudad fueron: Manuel José Castrillón, el prócer estoico con sus “Apuntamientos Curiosos”; don Santiago Arroyo y Pérez Valencia con sus “Apuntamientos”; el general don José Hilario López con sus “Memorias”; su primo el general don Manuel Antonio López con sus “Recuerdos Históricos”; el general don José María Obando con sus “Apuntamientos” que versan más acerca de la Popayán posindependencia. José María Espinosa nos ofrece la iconografía que conocemos de estos personajes; y hay cuatro periódicos en Popayán en el siglo XIX que ofrecen algunas pinceladas sobre estos sucesos: “El Fósforo”, “La Aurora”, “El Meteoro” y “El Republicano”.

Para la celebración de nuestros doscientos años de vida independiente, continuamos con esta entrevista dividida en varias partes con Víctor Paz Otero, merecedor del Premio Internacional del libro latino en cuatro oportunidades, reconocimiento también obtenido por los Premios Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa e Isabel Allende; finalista en el Premio Rómulo Gallegos y nominado al Premio Fil de Literatura en Lenguas Romances en 2016. Con veinticinco obras en su mayoría de novela histórica, es el autor más prolífico de este género en Colombia y probablemente en América Latina.

A.U.: Parece que todas las revoluciones donde las mujeres no juegan un papel preponderante, tienden a fracasar. Olympe de Gouges tuvo que escribir los derechos de la mujer, porque los derechos del hombre, escritos por los revolucionarios “ilustrados” no abarcaban a su género en la Francia. Las constituciones de Vélez y la Constitución del 21, que abogaban por los derechos de la mujer, eran obras de los hombres. ¿Hubo antes de Clotilde García alguna voz femenina que luchara por sus derechos en la Independencia?, ¿por debilitar el imperio héteroestructurante?

V.P.: Para mí también es valioso y reconfortante constatar que la mujer no haya participado en ese tipo de "revoluciones" que hasta ahora se han dado en la historia. Yo creo que los hombres “revolucionarios” pretenden solo cambiar las cosas. Si la mujer fuese revolucionaria intentaría más bien cambiar la vida, curar la vida, que es mucho más profundo y más trascendental que pretender cambiar las cosas. Esa es la revolución que nunca hemos tenido y es la revolución que debe esperarse en el acontecer turbulento y confundido de la historia. Los derechos de la mujer son otro asunto. Esos derechos empezaron a perderse en el propio paraíso. El Dios judeocristiano es un dios discriminante y satanizador de la mujer. Allí nace el estigma despreciativo que ha pesado sobre la mujer en nuestra cultura. Se trata de un dios machista y de una religión opresora y antierótica. En buena parte esa religión y ese dios condicionaron el destino excluyente, violento y opresivo de nuestra cultura (…) Por otra parte, nunca en los postulados del feminismo ideologizado que hoy se predica, se tiene en cuenta que la mujer debe luchar por su maravillosa diferencia frente al macho (…) La igualdad social y política, cultural y laboral, por supuesto se requiere, debe exigirse y debe lucharse por ella: pero no igualdad espiritual ni igualdad esencial. En esto hay una confusión perversa y radical. Personalmente, siempre he creído que el significado de lo femenino no lo ha descifrado ni la historia, ni el pensamiento.

A.U.: Wilde decía que “uno nunca llega a ser más de lo que siempre ha sido”. El problema no parece ser, pues, si vivimos en Federalismo, Republicanismo, Colonialismo (pues hemos pasado por todos ellos) sino, la deplorable condición humana. ¿Cuál es su opinión al respecto?

V.P.: Pues allá Wilde… Por mi parte tengo dos aforismos a propósito: “Yo no soy el que soy; a duras penas el que he podido ser”; y “ser eterno es haber sido”. Los sistemas políticos, cualquiera que ellos sean son construcciones artificiales, producto de la cultura y del pensamiento; hijos de la cultura, con sus saberes y sus haceres.

A.U.: Bien —le interrumpimos—, pero si todo como dice “es una construcción cultural artificial”, entonces su creencia de que “todo es una construcción cultural artificial” también lo es, por lo tanto nada, ni siquiera su concepción sobre el hombre y la política es real.

V.P.: La condición humana es un universo que no hemos comprendido, es un misterio y un enigma. El alma humana antes de ser un problema para analizar, es un misterio para intuir y tratar de comprender. El hombre lo dice Ortega y Gasset, es una historia antes que una esencia. Pero yo podría también decir que “el hombre es una esencia en devenir histórico”.

A.U.: No es un problema de la razón, sino de la intuición, buena respuesta. La historia entonces, ¿tiene una finalidad?

V.P.: Es posible imaginar que la historia no tenga finalidad, pero eso no excluye que tenga fin. En este sentido “avanzar en la historia”, tiene que ser equivalente a destruir la infamia que el propio ser humano ha elaborado con tanto “virtuosismo” sobre la historia misma…

A.U.: Tenemos dos países: uno que presume de ser moderno sin serlo, girando en la urbe alrededor de los feudos políticos; y otro que desfallece entre la vegetación espesa y la barbarie. Las guerrillas, los paramilitares, las bacrim, los conflictos del campo, son resultado de la ausencia de Estado, a mi manera de ver; falta de cuidar en toda la extensión de ese verbo que es también falta de gobernabilidad. ¿Podríamos pensar que nosotros éramos “lo rural” de la España hace doscientos años?

V.P.: En el fondo no sería muy exacto decir que pudo haber una crisis de “gobernabilidad” en las colonias españolas.

A.U.: Con un rey preso y luego exiliado, y un usurpador francés en el poder; y ciudadanos de segunda clase, ¿cree que no?

V.P.: El sistema colonial funcionó con eficacia y eficiencia impresionantes durante más de tres siglos. Salvo los escasos movimientos que lo cuestionaron, como la rebelión de Túpac Amaru o la de los Comuneros. La colonia, que fue para nosotros una edad media de pacotilla o una época monocorde, de modorra económica —de letargo cultural y de bastante pobreza intelectual—, fue también un espacio político en el cual la Corona española logró una consolidación y una estabilidad sin precedentes. La monarquía, y su lejana presencia, se dio las mañas e inventó los instrumentos de control para sacar el máximo rendimiento de sus posesiones ultramarinas. No hubo crisis de Gobierno, muy por el contrario es admirable la enorme estabilidad política que se alcanzó. La anarquía, la confusión, el tiempo de las “repúblicas aéreas” que configuró la Independencia, la confiscación napoleónica de la Corona española es otra cosa: fue eso lo que trastocó ese orden, sin fundar otro nuevo y eficiente, lo cual solo significa crear desorden.

A.U.: Ahora habla usted como un monárquico… Yo pienso que la revolución de Independencia fue un fracaso histórico: No tenemos aún un verdadero Estado. Ese es el punto de la reflexión que quiero suscitar en este bicentenario. Me considero un monárquico como Álvaro Mútis, porque no se puede ser platónico y republicano después de este fracaso, pese a que la Independencia fue una obra familiar y lo único importante para lo que nos hemos puesto de acuerdo.

V.P.: Aún vivimos los efectos de ese simulacro de revolución que configuró la Independencia. Aún no tenemos Estado. El Estado, si aceptamos la tesis de Hegel, es la conciencia ética consciente de sí misma, de eso no tenemos nada, ni parecido… Si acaso tenemos “gobiernitos”, engendrados por la ignorancia de un pueblo; gobiernitos que nunca han encarnado la representación de lo esencial en una Nación… Vivimos todavía en una especie de prehistoria política, social y cultural. Nuestro mundo aún no se constituye como una sociedad auténtica. Ese es nuestro reto hacia el futuro; construir y vivir dentro de una civilización verdadera (…).

A.U.: Dicen que vivimos en una protohistoria… Debe ser porque seguimos gobernados por protozoos…

V.P.: Bueno, tendríamos que escribir por lo menos tres o más tomos para esclarecer y reflexionar sobre ese complejo asunto, pero ahora lo dejamos como inquietud en una breve entrevista.

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