En San Andrés se sienten menos colombianos

En San Andrés se sienten menos colombianos

Marcharán el 19 de julio y no el 20

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julio 18, 2013
En San Andrés se sienten menos colombianos

A Lolia Pomare no le gusta que le digan que es una poeta. Es mejor una narradora tradicional. Y así la conocen en San Andrés:  la cuentera, la transmisora del saber de los ancianos, la mujer que siempre está presente en las actividades tradicionales. Una mujer que conoce el alma de los sanandresanos.

¿Cómo se vive la colombianidad en las islas?

A veces se habla de la separación de Colombia…pero nosotros nos adherimos libremente a la constitución, ya no podemos cambiar eso, ya no sirve de nada sentarse a llorar por las cosas que nos han pasado. Cuando oyes el Himno Nacional se te paran los pelos de punta porque ya eres tú colombiano, esto pasa a pesar de todas las injusticias que han cometidos los gobiernos de Colombia contra nosotros. Pensar que otro país venga y se anexe San Andrés, como algunos lo han pensado con Inglaterra o Jamaica, es un absurdo. Un manojo de Sanandresanos no es prioridad para ellos. Nosotros ya somos colombianos. Lo que no quiere decir que manifestemos todas las cosas que no nos gustan que hagan con nosotros. Hay que peguntarnos, reflexionar ante estas sugerencias de anexarnos a otro país ¿estaríamos mejor? Será que, de verdad, ¿estaríamos mejor?

Hay mucha negación hacia lo afro, pero aunque se niega con la boca y con la voz, las prácticas siguen siendo muy dicientes. Por ejemplo acá existe el rito del cordón umbilical: cuando la mujer pasa las nueve lunas nace el bebé, luego el cordón umbilical es guardado y el padre consigue un cocotero que está germinando y cuando llega la primera luna después del parto, se abre un hoyo en el suelo, se coloca el cordón umbilical, se pone el cocotero y se dice una oración, se saca el niño y se levanta hacia la luna pidiendo la bendición. Esto qué quiere decir: que el sanandresano tenía que crecer así: fuerte y fructífero, ese era su mandato. “Aquí te siembro para que seas simbólicamente como este cocotero, así tú debes ser: fuerte, sano y útil”. Así es que yo digo: somos colombianos con corazón de coco.

¿Por qué los jóvenes isleños parecen no apropiarse y enorgullecerse de su pasado?

Es algo triste porque los jóvenes están confundidos. En 1953, año en el cual cambia nuestra historia para siempre, cuando se crea el Puerto Libre, el isleño que estaba acá no tenía un conocimiento comercial, no sabía de negocios y por lo mismo no sabía cómo responder ante la avalancha de continentales. El isleño pescaba un día para ese día, comía lo que pescaba, no tenía sentido de ahorro; ese sentido comercial no se inculcó acá porque en nuestra isla el trueque siempre fue una costumbre importante. Cuando llegaron las personas aquí a atender el Puerto Libre llegaron con su idioma que era el español, y llegaron a poblar todo el espacio. Muchos isleños perdieron sus parcelas, porque al no saber la lengua dominante, se confundían en las transacciones comerciales.. No hubo un estudio pre-puerto libre ni post-puerto. Los efectos han sido incalculables. Fue como cuando los narcotraficantes llegaron: los precios se elevaron mucho y al isleño le quedó la idea de que una buena vida era gastar en ropa de marca, andar en un carro bonito y con cadenas al cuello. Cuando esto no se puede, qué hace el joven: traficar armas, drogas, gasolina etc., para poder mantener este estilo de vida.

-Algo parecido pasó con el Puerto Libre: todos empezaron a escuchar este idioma y querían aprenderlo, y eso afectó muchísimo a la población raizal, y cuando digo raizal me refiero a las personas que tienen hasta la cuarta generación de antepasados que han nacido acá. Como te decía, ellos empezaron a hablar este famoso y lindo idioma que se llama español o castellano, un idioma que aunque bello nos fue impuesto por la fuerza y que nos costó mucho, pero mucho trabajo aprender. Yo recuerdo que decía la papá, tampoco sabía que botella y frasco son sinónimos; mucho menos entendía cuando me hablaban en la escuela de los ríos caudalosos de Colombia. Yo aprendí un español al estilo Loro: escuchando y repitiendo sin saber lo que yo decía.

Entonces entró la moda y todo el mundo empezó a hablar español, llegando al extremo de que muchos niños se avergonzaban de su lengua materna. Escuché, por ejemplo, a una sanandresana decir hace poco: “yo hablo mi inglés y mi esposo también, pero mis hijos no hablan eso”. Y hay una razón: la razón es que cuando llegaban los primeros turistas que denominábamos chancleteros -porque venían a comprar chanclas para vender afuera, el sombrero y la camisa hawaiana, y al ver a una niña raizal decían: “ay, qué niña tan linda, y es negrita, ay, quítale la camisa para tomarle una fotico, ay, qué dientes tan lindos”. También le miraban a uno y decían: “¿y ese wuachu-wauchu que hablan ustedes qué es, Patúa?”. Así, durante mucho tiempo pensamos que hablábamos Patúa. Pero después de hacer unas averiguaciones yo he podido constatar que no hablamos Patúa, porque Patúa se habla en los sitios de influencia francesa, como en Martinica, Haití y otras partes.

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Si tomamos en cuenta la compleja mezcla de culturas que han llegado a las islas cabría preguntarse si el Sanandresano, entonces, se encuentra en una crisis de identidad.

De repente eso yo lo asocio con Puerto Rico: ellos quieren ser gringos, sin embargo también quieren ser Latinos. Por eso si tú escuchas en una frase ellos mezclan, inclusive en la música de reggaetón, unas cosas en inglés y otras en español. Ese mismo fenómeno está sucediendo acá. La gente que se siente mal de ser de origen africano tiene su razón de ser en considerarse aún como un esclavo, de mirarse atrás como si fuera mano de obra esclava, tiene que ver, pues, con el estatus y con un sentimiento de vergüenza. Por eso si tú preguntas, un sanandresano te va a responder: “En San Andrés no hubo esclavos”, se olvidan de Casabaja y se olvidan de que hay una parte que se llama Free Town, y si yo bautizo algo Free es porque en algún momento había algo que no era Free, había algo que no era libre. Ellos no quieren hablar de los maroons, es decir de los cimarrones.

Lo peor de la esclavitud es la esclavitud mental; si supieran que los blancos fueron primero esclavizados que los negros. Si yo digo que mis bisabuelos eran negros siempre me van a ver como una esclava y eso me marca. Te cito un caso del Chocó: en ese departamento con tanta riqueza, con tanta agua, sale un chocoano a Medellín a estudiar y en vez de decir: “cómo yo puedo hacer para arreglar mi pueblo” prefieren negarse, blanquearse, quedarse en Medellín, casarse con una paisa y tener sus hijos color chocolate y no regresar a su pueblo. Pero por cualquier cosa lloran y lloran y yo digo que por eso hay tanta agua en chocó: porque son las lágrimas de los chocoanos. Entonces la esclavitud no está tanto en lo que haces sino en cómo te proyectas, porque la esclavitud está en la mente.

¿Cómo vislumbras a las islas en el futuro, después de lo que me has contado?

Yo veo progreso, no en diez años, quizás en quince, veinte, inclusive a mayor largo plazo. Pienso en las oficinas que serán administradas y que se encargarán de las construcciones, entenderán que esto es una isla,  ¡una isla!, y por lo tanto no es posible seguir pensando en edificios de cinco, seis y siete pisos porque es contaminación visual y causante de la problemática…quisiera decirte tantas cosas que me apresuro. Si ese joven, estudiando, que está en planeación puede entender mejor la consecuencias de sus acciones es probable que tengamos un mejor rumbo. Yo quiero una persona moderna en planeación que ame la isla. Cada vez que un isleño muere, un extranjero viene y ocupa su puesto.

Por ejemplo en un evento dicen: vamos a invitar a toda Colombia, pero como San Andrés tiene el pasaje más costoso terminan los eventos sin nuestra presencia. Siempre se piensa primero en los costos y no en el beneficio que puede dar.  Eso depende mucho de los gobernantes de turno. Por ejemplo acá está el Sena y se podrían hacer muchas cosas: con las ferias de comidas se podrían hacer hamburguesas de cangrejo, empanadas de langosta. Decirles por ejemplo a los de Decamerón que si quieren seguir comprando sábanas, así como les compran a Medellín, debe comprar por lo menos un porcentaje de las que se hacen acá en San Andrés.

No se puede depender exclusivamente del turismo, porque el turismo de san Andrés no es de San Andrés, es de Decamerón. Se conoce a San Andrés por Decamerón, es triste, pero es por eso que nos conocen. Van de Decamerón en Providencia, a Decamerón en San Luis, después al Decamerón en el Acuario, Decamerón la Loma, y el que está cerca de pescadero que está contaminando tanto la isla…¡y mira como me pongo yo: yo me agito! Me angustio porque este conocimiento que yo tengo, ya que estoy enferma y vieja, se puede perder.

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