En qué se parecen el Centro Democrático y Partido Republicano de EE. UU.
Opinión

En qué se parecen el Centro Democrático y Partido Republicano de EE. UU.

Se parecen en sus líderes Uribe y Trump, en sus políticas tan personales, polémicas y radicales generadoras de la polarización en ambos países, con una incomprensible cantidad de seguidores

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enero 11, 2021
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Se parecen en muchas cosas, pero unas más sorprendentes que otras.

Sobre todo ahora alrededor de los líderes que las representan.

Partiendo de la premisa de que tanto Trump como Uribe no son quienes han formado el pensamiento de sus partidos sino que solo expresan los sentimientos y posiciones de quienes los asumieron y proclamaron como sus voceros, se parecen en la ascendencia que han logrado consolidar sobre ellos.

Hacía tiempo no se veían figuras tan de caudillo allá o acá; los partidos que hoy lideran dependían más de sus propias estructuras que de la personalidad de quienes transitoriamente los dirigían. La ideología se imponía sobre el capricho o las convicciones del dirigente, y no se daban políticas tan personales, tan polémicas y tan radicales como las que hoy llevan a la polarización que vivimos en ambos países.

Porque en lo que más se parecen es en lo incomprensible que es la actitud de sus respectivos seguidores.

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Desde Colombia no se entiende cómo pudo obtener una votación tan alta un personaje tan xenofóbico, misógino, tan claramente enfermo de narcisismo

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Desde Colombia no se entiende cómo pudo obtener una votación tan alta un personaje tan xenofóbico, misógino, tan claramente enfermo de narcisismo (megalomanía, egocentrismo y falta de empatía); hasta cierto punto como se ve desde aquí, lo que debería generar es rechazo. Y no parece explicable el comportamiento de Trump negándose a aceptar el resultado de las elecciones, cuando el margen de ventaja tanto en el número de votos como en el de los electores del Colegio Electoral resultantes (7.000.000 de los primeros y 56 % contra 44 %) no permite dudar del resultado, y es difícil pensar que por la vía de demandas que buscan reinterpretar las normas vigentes se logre reversar lo que las jerarquías competentes ya han definido.

Algo similar deben ver de allá para acá en nuestro caso, en lo que se refiere al liderazgo de Uribe en los temas de la paz y del paramilitarismo. Si algo ha producido unanimidad en el mundo es el rechazo al paramilitarismo colombiano. Tal vez porque la guerrilla tuvo como justificación inicial un propósito altruista de beneficiar al pueblo mientras el paramilitarismo defendía intereses privados de las élites, o tal vez porque las motosierras, los hornos crematorios horrorizaron al mundo, el hecho es que ni siquiera la degeneración que tuvo la insurgencia produjo tanto rechazo.

Los vínculos políticos -no necesariamente delictivos- de Uribe con ese sector son más que establecidos y reconocidos. Difícil es para un extranjero asimilar que sea sobre los hombros de tal fuerza que subió al gobierno y gobernó nuestro expresidente.

Pero igualmente debe desconcertar que aún sea su primer objetivo, el de sus seguidores y el de su partido acabar con el proceso de paz. Que no guste, que tenga defectos en su formación y en su contenido, nada de los argumentos que se exhiben justifica esa obsesión por poner trabas a su desarrollo. En eso se parece al señor Trump (aunque aún no expresidente) buscando cambiar las instituciones y la jurisprudencia de su país para satisfacer su ego.

La polarización que han creado se manifiesta en un demérito de la institucionalidad allá y en un deterioro de la convivencia social y política aquí.

Pero lo más difícil de comprender es que, teniendo en cuenta estos antecedentes, los objetivos que buscan, y los métodos que utilizan, tengan cada uno un caudal de seguidores indiferentes a todo esto. Por supuesto, aún más incomprensible el número de ellos.

Publicada originalmente el 16 de diciembre 2020

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