¿En qué país vivimos?
Opinión

¿En qué país vivimos?

¿En qué tipo de sociedad vivimos, que el fiscal anticorrupción termina enredado en delitos de corrupción? Aunque parezca increíble no es pregunta de un programa de cuentachistes

Por:
julio 12, 2017
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En el acto de conmemoración de los 25 años de existencia de la Fiscalía General de la Nación, el hijo putativo de Nicolás Maduro se preguntaba compungido ¿en qué tipo de sociedad vivimos, que el fiscal anticorrupción termina enredado en delitos de corrupción? Si tamaña declaración se hubiese hecho en el programa de cuentachistes del sábado, pues se habría ganado el premio principal. Pero viniendo de quien vino y considerando el escenario en el que se formuló la lastimera pregunta, hay razones para creer que se lo preguntaba en serio.

¿En qué tipo de sociedad se declara de manera abierta y cínica que se va a utilizar el presupuesto como mermelada para obtener el favor del Congreso, o sea del poder legislativo?

¿En qué tipo de sociedad el poder ejecutivo se atreve a decir que tiene garantizadas las mayorías en la Corte Suprema de Justicia; o sea en el poder Judicial?

¿En qué tipo de país el fiscal, el contralor, el auditor, el ministro, el gobernador, el alcalde y todos los demás responsables de entidades del Estado (incluido por supuesto el presidente), tienen prohibido elegir a sus colaboradores, teniendo que limitarse a firmar los nombramientos de cuanto vago, pícaro o inútil bien recomendado les imponga la perversa milimetría burocrática con la que se controla el servicio público? Porque no es el fiscal general quien nombra a su fiscal anticorrupción. Son los que lo eligieron en el cargo quienes le exigen cuotas de poder en la administración de la Fiscalía; en muchos casos para personas sin la talla moral, ética o de competencias para desempeñar los cargos; como viene siendo evidente.

¿En qué país se siguen destapando escándalos de corrupción, protagonizados por los principales barones electorales del actual presidente; y no pasa nada?

¿En qué tipo de sociedad democrática se desprecia la decisión mayoritaria de los votantes, afirmando que el No al plebiscito ganó, pero por muy poquito?

¿En qué tipo de sociedad el gobernante se atreve a decir que la confianza inversionista ha mejorado, que la inversión extranjera ha crecido y que la deuda externa colombiana es la más atractiva de la historia para los mercados financieros, cuando con cifras en la mano se demuestra que es lo contrario?

¿En qué tipo de sociedad el gerente de una campaña política admite haber recibido dineros ilegales para hacer elegir al actual presidente, pero nada le ocurre al presidente elegido de esa manera, con el ridículo argumento de la prescripción? (entre otras cosas, si ya el director de la campaña lo admitió públicamente, ¿qué queda por investigar?).

 

Las respuestas a estas preguntas se pueden resumir en una sola:
no vivimos en el país de las maravillas que usted
y sus amigos de Marketmedios nos quieren vender

 

Las respuestas a estas preguntas se pueden resumir en una sola: no vivimos en el país de las maravillas que usted y sus amigos de Marketmedios nos quieren vender. Vivimos en el país que han contribuido a crear dirigentes como usted, señor presidente. Pese a su falta de memoria, es bueno que recuerde que durante toda su vida ha medrado a costas del presupuesto de esa Nación que ahora dice desconocer, desde las más diversas posiciones. También es bueno que recuerde que no le asiste ninguna autoridad moral para criticar en escuestas, ambiguas y antisépticas declaraciones públicas lo que sucede en Venezuela, cuando por cobarde cálculo personalista usted ha impedido que el tema de fondo se discuta en la OEA. ¿Ya olvidó que en la reunión de cancilleres Cancún, en la que se iba a tratar este doloroso tema, nuestra Canciller brilló por su ausencia?

Este tipo de actos cobardes son los que van a perdurar en la memoria histórica del continente. No un premio Nobel de la Paz, tan sucio de petróleo noruego como los ríos y lagunas que padecen los atentados del ELN.

Eso sí, nada dijo acerca del colapso del sistema judicial, ni de la urgencia de reformar la justicia, ampliar las cárceles y dotar de herramientas a los investigadores de la fiscalía. Esas son cositas menores para alguien de su talla.

En general, vivimos en el país que creamos; o en el que toleramos. Los votantes y los que se abstienen tienen tanta responsabilidad como los ineptos, cínicos y corruptos que eligen para dirigirlo. Por ello hay que recuperar nuestro derecho a elegir por mayoría; así sea una mayoría que los politiqueros desprecien por pequeña. El voto será la única solución para acabar con ese monstruo de siete cabezas que han creado nuestros dirigentes en los tres poderes del Estado, ahora actuando de consuno para acabar de destruir a nuestro país, en su propio beneficio.

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