En La Mojana nos están quemando el monte

En La Mojana nos están quemando el monte

Muerte especies y destrucción de la naturaleza

Por: BEATRIZ VANEGAS ATHÍAS
abril 10, 2015
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En La Mojana nos están quemando el monte
Foto de Obman Luis Campo Bueno

 “Que se queme el monte/ Déjalo quemá/ que la misma cepa/ vuelve a retoñá”

Esos eran los versos que se cantaban (y aún se cantan) en las tamboras de Majagual, Sucre por allá en el corazón de La Mojana. Alrededor de un tanque de donde salía un árbol reseco al que llamábamos pajarito, se bailaba al son del clarinete, la trompeta y la tambora con espermas que eran flores de luz que se petrificaban en las manos de las bailadoras.

Aquellos versos que coreábamos eran para entonces una imagen festiva de la gratitud de las tierras fértiles con sus habitantes, tierras siempre listas para renacer. Las inundaciones (lo he dicho en reiteradas veces) devastaban, pero también daban vida al crear humedales fértiles plenos de la más rica y exótica variedad de plantas y de animales.

La Mojana siempre ha sido (hay que decirlo) el rabo del departamento de Sucre en relación con la capital y las sabanas sucreñas. Los mejores maestros que tuve en la secundaria provenían de San Pedro, Sincelejo y Corozal, entre otros. Era una suerte de castigo conseguir un nombramiento para La Mojana. En ese atraso permanente de nuestro departamento sólo había posibilidades de ser maestros para los habitantes de la Sabana y del Golfo de Morrosquillo que emprendían la emigración hacia Pamplona, en Norte de Santander. Hoy la situación ha cambiado un poco en lo referente a la docencia, pero el olvido y maltrato con La Mojana ahora es un crimen sin castigo.

Parece que la capacidad de hacer el mal por parte de los finqueros locales y sabaneros, se perfeccionara con el paso de los días. Se está quemando el monte en Sucre, Sucre, la tierra donde García Márquez pasó parte de su juventud y de donde es oriunda Mercedes Barcha. Arden los humedales de la ciénaga del Totumo en la vereda Los Guamos. Arden los humedales de Hato nuevo. Y esta vez, como en el canto de tambora, la misma cepa no volverá a retoñar. Hablo de zapales consumidos por el fuego de la maldad. Hablo de la muerte de miles de especies y la destrucción de su hábitat irrecuperable porque de inmediato se convierte en tierra para ganado.

Se trata de cientos de hectáreas consumidas por el fuego con el fin de ensanchar el alambre para que las reses de los ganaderos locales y de la sabana tengan pasto para alimentarse, porque el verano está en todo su esplendor por las sabanas. Entonces ahí sí sirve venir a La Mojana a alimentar las vacas. Me cuenta conmocionado e impotente el escritor sucreño Isidro Álvarez Jaraba, que La Corporacion Autónoma Regional - CORPOMOJANA- no hace presencia y la Alcaldía de Sucre, Sucre, no actúa. A Los políticos –aún no es tiempo de recoger votos- no interesa entrar en pugna con los hacendados que financian sus campañas. No existe un plan para afrontar el riesgo.

Es la lucha por la tierra que ha sido la causa de nuestra milenaria guerra colombiana. Las comunidades defendiendo las ciénagas, a las babillas, los caimanes a los monos cotudos y a las iguanas que huyen de los vientos de la maldad agitados con sevicia por los finqueros. Cuenta Isidro Álvarez que es para llorar la imagen de una tigra con dos de sus siete cachorros muertos asomándose desesperada porque el fuego la persigue. Los titíes y los monos mueren calcinados y parece que quisieran hablar en su agonía. Es el monte destruido por la crueldad del hombre en su afán de enriquecimiento. Ya son casi seis humedales quemados cuyo humo invade por las tardes no sólo a las veredas sino a la cabecera del municipio ocasionando problemas respiratorios en los sucreños. Las guacharacas se alejan y su canto es como el carrao en invierno, huyen, pero regresan a mirar el desastre. Las comunidades defienden su ciénaga, no permiten que colonos o personas extrañas la usen en algunos periodos de veda, es decir, cuando aún no es posible capturar para el consumo o comercio las crías y menos con herramientas de caza inadecuada.

Sin embargo, los ganaderos con títulos de propiedad sobre la ciénaga, se sienten con potestad para encerrar a una comunidad ancestral de pescadores y no los dejan cultivar en los bordes de la ciénaga o playones.. Los invaden con ganado sabanero ¡casi todo! Y ahí también queman. Esta feroz colonización semeja a los abominables campos de concentración colombianos y alemanes.

Los patos rosados que son muy pocos, peligran. Igual sucede con los coclíes y coyongos: peligra su existencia y aunque las comunidades afectadas se organizan e intentan apagar los incendios, las herramientas que usan son herramientas rudimentarias. Entonces sobrevienen los enfrentamientos que pueden desencadenar una tragedia mayor porque a nadie importa que se queme el monte.

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