En el mundo en que vivimos
Opinión

En el mundo en que vivimos

Chirico pinta su mundo Metafísico, donde la cotidianidad es la misma, pero existe un silencio inexplicable y un misterio más allá de lo simplemente lógico

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mayo 16, 2020
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Mientras caminaba con Séneca, mi perro, por los alrededores de mi casa en Van Ness el 11 de septiembre 2001 en Washington D.C.  sentí un gran desconcierto mientras miraba a lo lejos la catástrofe que se dibujaba en el cielo como una columna de humo negro que venía del Pentágono. No existía relación usual con mi acto cotidiano. Había gravedad y urgencia, desconcierto e incertidumbre. Algo similar tuve en Bogotá el 17 de marzo de este año. Todo era lo mismo, pero vivía en una realidad diferente y pensé en el desconcierto que siento cuando observo los cuadros de Giorgio de Chirico.

Se trata de un pintor que creó el arte Metafísico. La cotidianidad es la misma, pero existe un silencio inexplicable y un misterio más allá de lo simplemente lógico. Aparece el enigma, el tiempo es otro, el reloj no parece contar las horas. ¿Acaso se paró la rotación de la tierra y desaparecieron los seres humanos? Todo permanece pero el mundo cambió y nosotros somos los mismos.

Giorgio De Chirico nació en Grecia en 1888 por casualidad del destino. Sus progenitores italianos estaban allá porque su padre trabajaba con los ferrocarriles griegos. Tal vez, el tren sin destino en el camino que aparece en sus cuadros, puede ser un recuerdo de esa vida sin rumbo del que vive cuando muere.

 

Misterio y melancolía en una calle, 1914

Muere su padre Evaristo de Chirico y su madre vuelve a Italia, mientras envía a su hijo a estudiar a Alemania en la Escuela de Bellas Artes de Münich en 1906. Allá absorbe la fuerza simbolista de los pintores del siglo XIX como el suizo Arnold Böcklin y alemán Max Klinger y más allá de la pintura, recoge el pensamiento devastador de dos grandes filósofos que cambiaron el sentido y la cosmovisión del hombre del siglo XX: Federico Nietzsche y Arnold Schopenhauer. Bases suficientes para intentar cambiar el mundo.

Llegó a Paris en 1911 y de Chirico comenzó a pintar su mundo Metafísico, de plazas vacías, donde la luz del sol es tímida mientras la sombra del atardecer es larga y portentosa. La presencia humana es casi imperceptible, mientras la arquitectura clásica representa el ideal de la belleza de un tiempo muerto. Las esculturas y los maniquíes son hombres sin nombre en una plaza que está realizada con cierta irregularidad en su geometría. La pintura, técnicamente estudiada, llega a tener tonos muy planos y desolados. La luz del crepúsculo resulta temerosa en medio de una soledad con un silencio incólume.

 

Nostalgia del infinito, 1913

De Chirico, fue un precursor de Surrealismo y en ese mundo de ideas y con Freud entraron los sueños a hacer parte de una nueva realidad de la mente. André Breton el promotor y dueño de un pensamiento tan libre, fue un líder severo que creó todo tipo de batallas entre la intelectualidad francesa y la sabiduría alemana. Nadie pudo ser diferente.

De esta época, las plazas vacías es la que nos interesa, la pintura que Chirico hizo entre 1911 y 1914. Donde el hombre desconoce el sentido de la vida y la muerte, que está amalgamado entre la nostalgia y la melancolía por haber perdido el sentido de la existencia, mientras el tren sin destino pasa.

 

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