En defensa del mayor general Juan Vicente Trujillo Muñoz

En defensa del mayor general Juan Vicente Trujillo Muñoz

Un hombre que conoce al militar desde principios de su carrera escribe a propósito del llamamiento que se le hizo a calificar servicios

Por: Omar Juan Carlos Suarez Acevedo
julio 25, 2019
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En defensa del mayor general Juan Vicente Trujillo Muñoz

Hace 33 años, tras superar los retos y dificultades propios de la academia y la formación militar, ascendieron en la Escuela Militar de Cadetes José María Córdova a 471 subtenientes como integrantes del curso Centenario de la Constitución Nacional.

En aquel entonces, el primer puesto fue ocupado por Juan Vicente Trujillo Muñoz, un oficial de infantería que provenía de un hogar sencillo, de padres nobles, quienes le forjaron en principios y valores.

El inicio su carrera militar fue, como todos los varones colombianos debían hacerlo, prestando el servicio militar para luego ingresar a la Escuela Militar. Allí transcurrieron sus primeros años, formado por prestantes oficiales de planta de nuestra escuela, muchos de los cuales serían generales y alcanzarían altas dignidades.

Desde el inicio de la carrera, su disciplina militar y una entrega absoluta a los deberes académicos le hicieron destacarse.

Al graduarse, al igual que el resto de nosotros sus compañeros, respondió siempre desde su puesto con la bandera colombiana izada en el asta de sus convicciones, cumpliendo con su deber como oficial subalterno y superior en diferentes unidades. Con el paso del tiempo, ascendió por sus méritos a brigadier general ocupando posiciones que llenan de orgullo al curso que le vio crecer.

El curso Centenario ha tenido un carácter especial, pues con el paso de los años ha ido fortaleciendo la amistad y el compañerismo forjando una hermandad que es reconocida por sus acciones, por el encuentro permanente, por la palabra oportuna, por la disposición en todo tiempo y lugar. Aún en medio de esas diferencias que enriquecen y fortalecen siempre se está en contacto permanente, ofreciendo la ayuda desinteresada y adecuada a sus miembros, incluso acompañando hasta el final de sus días a quienes por causa de penosas enfermedades nos han abandonado.

Algunos de nuestros compañeros, haciendo honor a su vocación, ofrendaron su vida. Ese sacrificio es la simiente y la fuerza que anima a nuestra hermandad, pues de ellos recogimos lo que en verdad significan palabras como entrega y abnegación. Así, por la suma de diversas circunstancias, hemos visto partir a la eternidad a 51 miembros.

La amistad y la solidaridad sincera, tan escasas en estos tiempos, por fortuna han sobrevivido no solo al paso de los años, sino también a grados y honores dejando grandes lecciones de vida, sueños compartidos, días de congoja y tristeza, pero también de inmensas alegrías, en medio de una fraternidad inquebrantable.

Por ello nos sentimos golpeados en el alma cuando leemos noticias y mensajes que tienen mucho de indignación y poco de contextualización, palabras oprobiosas e injuriosas que acusan con saña al señor mayor general Juan Vicente Trujillo, en medio de ese mundo virtual que se ha convertido en un tribunal que acusa y condena sin fórmula de juicio.

No se trata de hacer defensas por simple solidaridad o espíritu de cuerpo, por el contrario, se trata de develar una trama que afecta a un compañero a quien conocemos, alguien que ha crecido a nuestro lado, un ser humano que ha enfrentado complejas situaciones, que no se hizo de la noche a la mañana y que, especialmente, ha sido un amigo incondicional en la fortuna y en la adversidad de nuestra hermandad.

Por ello, ofrecemos nuestro respaldo como curso Centenario de la Constitución Nacional a quien reconocemos como un oficial que pese a los yerros propios de la condición humana, pero también a las virtudes de pulcritud y honestidad desplegadas por más de tres décadas, ha dejado en alto aquella bandera que, en representación del curso, un día le fue entregada por sus méritos y realizaciones.

Hacemos extensivo este saludo a su señora esposa Luisa Fernanda y a sus hijos (Daniela, Juan Nicolás, Juan José y Juan Camilo). A ellos, gracias… por esa fiel compañía animada por el amor y la solidaridad.

Como una sola voz, animados por la hermandad y el espíritu inagotable de fraternidad, renovamos nuestro juramento alrededor del lema…

¡Patria, honor, lealtad!

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