En defensa de la Yihad

En defensa de la Yihad

'El profeta señalaba que la única violencia permitida era con fines defensivos. Alá no ama a los agresores'

Por: Jonathan Rincón Prieto
noviembre 17, 2015
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En defensa de la Yihad

Con lo acontecido en Francia se pone nuevamente sobre la palestra el papel claramente nocivo de algunos fundamentalismos religiosos, los cuales acostumbramos a señalar sin comprender. Partiendo de ello, uno de los conceptos menos comprendidos por los musulmanes y los no musulmanes es el de yihad. En nuestro argot popular, este término –y de hecho todo lo que esté relacionado con el islam- lo hemos comprendido en términos de terrorismo; nada más alejado de su verdadero significado y de lo deseado por el profeta cuando decidió acuñar tal término en el sagrado libro: el Corán.

A diferencia del cristianismo, que es la religión de un hombre, Jesús, el islam es la religión del libro. El Corán es el fundamento de la fe musulmana y a éste buscan obedecer con ferviente celo los creyentes, celo que en ocasiones puede ser exagerado o mal comprendido. Lo que sí tienen en común ambas religiones es que cuentan en sus filas con fanáticos que suelen apelar a textos sacados de contexto para justificar atrocidades o exabruptos que contradicen de plano los deseos de los fundadores de ambas confesiones religiosas. Por ejemplo: en el cristianismo se apela al mito de la creación consignado en génesis (Varón y Hembra los creó) o al texto de leyes levíticas (Un hombre no yacerá con un hombre, pues es abominación)  para justificar una homofobia disfrazada de apasionada fe. Si tales situaciones se presentan en la religión del amor y la compasión, es apenas lógico que se presenten en otras confesiones, como en el islam, donde Yihad ha llegado a tener una connotación tan negativa en la actualidad.

Veamos, pues, el término. Yihad es una palabra árabe, derivada del verbo yahada, que significa “esforzarse”.  Como nos aclara Ali Reza: “Existen dos tipos de Yihad: la primera y más importante es la gran Yihad, que consiste en el gran esfuerzo del creyente por buscar la sabiduría, aquí la Yihad es adoración, meditación, sacrificio. El segundo tipo de esfuerzo es el de las luchas pequeñas, los pequeños esfuerzos. Esta clase de Yihad es la que ha sido deformada y tergiversada en occidente”

La yihad no es, por tanto, una guerra santa. Es una obligación del musulmán de defender con fervor su fe primeramente de sí mismo; pues como afirma el santo Profeta: “la yihad más grande es la conquista del ego”. Tal conquista, tal lucha por la fe no se da necesariamente a través de la violencia, pues el Corán considera, al igual que el evangelio cristiano y contrario a la extrema derecha colombiana, que la paz es sin duda la cúspide de la realización de la sociedad. Sin embargo, nosotros consideramos que el islam es la religión del terror, de las inmolaciones fanáticas, y no es así. De hecho, en occidente solemos pensar que el islam se ha impuesto a través de la espada y la coacción, lo cual es igualmente falso; el santo profeta Mahoma jamás quiso la coacción en la religión. Y al igual que en el judaísmo (del cual descendemos los cristianos) el Profeta señalaba que la única violencia permitida era con fines defensivos, recordando siempre las palabras del Corán: Alá no ama a los agresores.

El islam es, por tanto, una religión de paz, aunque conserven en su mentalidad la necesidad de luchar por defender su fe, como la poseemos todos los que creemos en distintas confesiones. Sin embargo, en nuestra mentalidad occidental  es difícil la comprensión de algunos presupuestos musulmanes, y viceversa.

Históricamente, si los musulmanes atacaron, es porque fueron atacados primero, obedeciendo al concepto de yihad como defensa de la propia fe. Cuando en tiempos de las cruzadas los cristianos consideraban su sagrado deber proteger las tierras consideradas santas, los musulmanes consideraban su deber proteger su fe. En toda confesión religiosa han existido personajes que consideran que la violencia es la única manera de proteger y defender sus creencias; es el caso, guardadas las debidas proporciones, del padre Camilo Torres, quien consideraba que “si Jesús viviera, sería guerrillero” a sabiendas de que hablaba del profeta del amor, de un pacifista a ultranza. Pero no por tales desaciertos puede juzgarse a una confesión religiosa en sí; lo que sí es condenable es el fanatismo religioso que produce todo tipo de víctimas y continúa siendo una afrenta para los verdaderos creyentes; no podemos obviar el hecho de que en todas las confesiones religiosas existen fanatismos indebidos. La Yihad más necesaria en la actualidad es en contra de tales fanatismos generadores de víctimas. Por último, nuestro amor y comprensión para con los musulmanes, nuestros hermanos en Abraham.

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