En clave de víctima
Opinión

En clave de víctima

Un debate necesario

Por:
febrero 26, 2015
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No nos encontramos en la situación clásica de la llamada transición. Miren ustedes: la transición se presenta, cuando se superan o trata de superar un régimen de excepción, gobierno de facto o, más propiamente, una dictadura, sea esta de derecha o de izquierda, pues de ambas existe en la viña del Señor. Retornar a la democracia, a la de Occidente, por supuesto, es una forma de explicar el fenómeno de la transición; así lo vivió España, luego de que Franco, diera la posibilidad de la expresión republicana; también, en los más atroces sistemas de la bota militar en Argentina, en Chile; otro tanto, en las que dieron por afectar a El Salvador o Nicaragua y, en tránsito, en Haití. En todos estos casos, se requirió que el poder en ejercicio, bajando la fuerza de los grupos de presión que anidan, le dieran paso a la opción incluyente y, con gobierno-oposición, el diálogo se abrió camino en la imposibilidad de sostener un ejercicio de poder; en Perú, correspondió pasar por los más difíciles momentos para el mismo fin: la cohabitación; así de sencillo y tan difícil al propio tiempo, establecer un modelo de posibilidad de concurso político entre contradictores, con puntos de distensión frente a los fines del Estado.

Pues bien, no es esta nuestra situación, en principio, por fortuna; y, por fortuna, pues aunque no hemos padecido un gobierno de facto, lo cierto es y, ahora sí, para desventura la realidad de violencia que como hecho inocultable, desde antes del Frente Nacional. Allí puestos, se avizoraban ya no solo la exclusión sino la arbitrariedad que se produce y, administrada por el Estado mismo. Ahí y, en ese preciso momento, el punto de quiebre que resalta la existencia de la víctima.

Así que, aunque exista transición, de un Estado excluyente y, por ello, violento, a otro, incluyente y social, no son idénticas las rimas, entre las diversas realidades. Qué raro, por lo menos, contando con una Constitución como la actual, incluyente, que se requiera dejar la vigencia social de la anterior, para que el rigor de la nueva pueda imponerse, con gran deuda social con la víctima.

Entonces, la transición de la que todo el mundo habla, dentro de este paisajismo, no es comparable con otras experiencias. No. La realidad nuestra es diversa, pero también cruenta y, de qué manera; desde el narcotráfico, pasando por la cooptación del poder por sus fuerzas, hasta la, casi, claudicación del Estado por las fuerzas políticas del paramilitarismo.

En el trasfondo del panorama: la población civil, dejada a su suerte por las fuerzas del Estado, por el monopolio de la fuerza; expósita a los coetáneos cómplices, colaboradores que, por razones en mucho personales, lograron su influjo, su enriquecimiento, sin duda, ilícito. Resultado: las masacres, los desplazamientos, las minas antipersonales, las violaciones, en especial de menores y mujeres, tenidos como botín de guerra. Abandonadas, al punto que cada incursión de arma diferente, deben cambiar no solo de victimario, sino que se convertirán en perpetradores, de su bando antiguo: necesidad o miedo. Qué orfandad, en medio de la doble victimización. Los otrora vecinos, los amigos: en enemigos furibundos, en irracional postura.

Para perpetuarse en el poder, las fuerzas no solo así se imponen, sino por la expresión más dura y dominante: 'a como diera lugar'; con supuestas reformas constitucionales o, con tomas a la institucionalidad por la introducción de ‘fichas’ en los lugares que, sin rubor, 'hacen lo que les corresponde hacer', sea en seguridad, en simulación de investigaciones o, hasta, en los falsos positivos. Y, la novedad: se trata de buscar que las víctimas no hablen de sus dolencias, cuando se encuentra en marcha un proceso. Error y horror, ¿cómo alcanzar el derecho a la no repetición, si la consideración social del daño, su origen, no puede ser ventilado públicamente?, ocultar la versión o impedirla no solo es impensable, sino que produce una nueva y verdadera victimización; si bien los procesos judiciales son el medio, uno de los medios para alcanzar, se repite, el derecho a la no repetición: el secreto, la actitud silente, pertenecen al oscurantismo y por qué no decirlo: una doble victimización.

Es un hecho, se edificará la justicia transicional: resolutoria, conclusiva del conflicto; victimarios múltiples, víctimas en su doble consideración; en fin, la justicia de transición en clave de víctima es la guía.

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