Emilio, el niño trans que estudia en un colegio femenino en Medellín

Emilio, el niño trans que estudia en un colegio femenino en Medellín

La rectora del Marymount, Catalina Guzmán, apoyada por el director espiritual, se dio la pela y permitió que Sara continuara estudiando después de su transformación

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agosto 02, 2019
Emilio, el niño trans que estudia en un colegio femenino en Medellín

Las mellizas Sara y Juanita Patiño Monsalve crecieron en una famiia tradicional paisa. Iban juntas al Marymonut de Medellin. Cuando cumplieron los once años todo cambió para ellas y su familia. Sara no disimuló su decepción  cuando sintió los primeros síntomas de la menstruación. Se golpeó el estómago con rabia. Claramente no quería ser mujer. Allí estaba la explicación a la depresión que arrastraba desde los  siete años desde que tuvo uso de razón.

Cuando Iván Patiño y Lina Monsalve se dieron cuenta que su hija ya no sería más Sara sino que se transformaría en Emilio se les vino el mundo encima. Lo primero que pensaron fue en la reacción del Colegio Marymount de Medellín, el lugar donde estudiaba desde kínder. Fundado en 1949 con una clara consciencia religiosa, podrían temer incluso por una expulsión. Sin embargo ya conocían el talante liberal de Catalina Guzmán Urrea, la rectora y el amor que sentía el colegio hacia Sara.

Después de la noche del 2013 cuando las mellizas tocaron la puerta del cuarto de ellos y le contaron lo que le estaba pasando a Sara fueron al Marymount. La reunión con la rectora no pudo salir mejor: esta era su casa y nada podría cambiarlo, pasara lo que pasara ella siempre iba a ser parte de la gran familia del colegio. Ese mismo día el consejero espiritual del colegio, el padre Justo Berrío, llamó a todas las alumnas de su curso. Párroco de la Iglesia La Milagrosa y dueño de un lenguaje fresco, juvenil, les fue explicando a las jóvenes que no importa nunca el género sino el ser. A ninguna de las niñas les resultaba una sopresa lo que estaba pasando con Emilio. Desde siempre fue diferente, fue única y fue amada por ellas y por el colegio.

Mientras Juanita se disfrazaba de princesa y vivía poniéndose moños, Sara prefería los pantalones, los disfraces de superhéroes y sobre todo el fútbol. Desde los nueve años ingresó a una escuela de fútbol de la ciudad y tenía mucho talento con la pelota. Ya en esa época sabía que estaba en el cuerpo equivocado. A los 11 años se golpeaba el estómago y renegaba porque no le llegaba la menstruación. Además empezó a usar tops. Después de la confesión de su hija Lina empezó a vigilarla. Siempre había tenido resquemor con los gay y ahora, cuando la tormenta ha amainado, puede aceptar que alguna vez fue homofóbica. Un día, como la veía chateando todo el tiempo, revisó el celular y vio que Sara tenía una relación con otra niña. La reacción fue desmesurada: le prohibió la amistad con esa amiguita y el fútbol. Ella no iba a criar a ninguna machorra. Las peleas eran interminables. Sara entró en una profunda depresión, se cortaba los brazos con hojillas de afeitar y hasta pensaba en matarse.

 

Mientras tanto Lina se llenaba de mentiras. Creía que podía ser una etapa de la preadolescencia, que lo superaría en la adultez. Casos se habían visto, sin duda. Sara había estudiado desde kínder en el Marymount. Era su casa, era su segunda familia. A la primera que le contó fue a su mejor amiga quien se lo tomó muy mal, se sintió traicionada. Sara se quedó solo con Juanita en el proceso de encontrar su verdadero ser. Sin embargo, a principios del 2018, empezó a librar la más dura de las batallas, la batalla por ser ella misma.

En enero le hace una carta a su mamá y le muestra la foto de un niño. Así quería cortarse el pelo. Lina volvió a poner el grito en el cielo. Jamás lo permitiría, quedaría como una lesbiana. Desesperada recurrió a la sicóloga del colegio, Maria Clara, quien sería fundamental para aceptar lo inevitable: Sara ya no era Sara, Sara era Emilio, un luchador inagotable.

En marzo del 2018 Emilio, con la ayuda de su hermana, organiza una cena con sus papás. Comida italiana y vino en el balcón del apartamento en el Poblado. Cuando destapan la primera botella los mellizos se van al cuarto y dejan a Iván y Lina frente al computador. En él está Emilio ya contando que él no es una mujer, que desde siempre fue un hombre, que ya no aguanta mas y la mentira lo está desmoronando, que incluso había pensado en suicidarse. En ese momento se produce un click y los jóvenes padres empiezan a aceptar la verdad. Con lágrimas en los ojos abrazan a Emilio y le piden que por favor les tenga paciencia.

 

Lina e Iván se llenaron de información. Buscaron al doctor Mario Angulo de la clínica de género para niños y adolescentes en Cali quien les dio pistas de lo que tenían que hacer. Llegaron a la corporación Fauds, Amigos y Familiares por la diversidad quien les dio las pistas que tenían que seguir.

Un año después Emilio va al colegio femenino Marymount no con el uniforme de falda tradicional sino con una sudadera de hombre especialmente diseñada para él. El baño también le asignó un baño propio y respeta a sus compañeras como el caballero que es. Va a fiestas y aunque no tiene novia espera con tranquilidad que tarde o temprano aparezca la mujer de su vida. Vive en Medellín, una de las ciudades más conservadoras de Colombia pero es respetado y admirado por su tenacidad y valentía. Ya es un muchacho de décimo grado feliz y juicioso, toma hormonas para que el cambio sea completo,tiene 16 años y en la tarjeta de identidad ya aparece su verdadero nombre: Emilio Patiño Monsalve.

 

 

 

 

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