El vaso medio lleno de la señora Grandius
Opinión

El vaso medio lleno de la señora Grandius

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agosto 09, 2014
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Recuerdo aún no recuerdo qué película o serie de televisión que trataba de un ruinoso edificio ubicado en uno de esos barrios espantosos y sucios de las afueras de cualquier ciudad convulsa y agresiva, en donde la basura rebota en las escaleras comunales y el ascensor no funciona hace al menos tres generaciones, con el agua que viene y se va y la luz que no hace sino irse. Y en donde siempre es mejor resguardarse cada uno en su pequeño hueco antes de las siete de la noche.

Pero, por no conocer otros barrios y otras edificaciones e incapaces de hacer comparaciones, todo el mundo veía la cosa de lo más normal y a nadie le parecía decadente el sitio, y para quien tuviera alguna duda, aparecían los memorandos y anotaciones de la administradora, la señora Grandius, divina la dama y quien a la vez era codueña del edificio y acudía cada dos o tres meses a cobrar las rentas y quien decía con una soberbia fenomenal que era bien difícil encontrar un lugar tan encantador (sic) para vivir. Solo le falta un bañadita de pintura, decía ante los pocos que se quejaban del desastroso estado de todo.

Las comparaciones son odiosas y lo son más aún cuando son injustas y desproporcionadas, pero cuando leí en el principal y más grande medio informativo (periódico dirigido por el cuñado del presidente) que el mandatario dijo, imagino que con la quijada alta y blandiendo los brazos, que estamos pasando por el mejor momento de nuestra historia (sic), pasé saliva y recordé a la señora Grandius, y más recordé a la señora Grandius cuando leí al día siguiente en el mismo periódico que fuera en su momento propiedad de la familia del presidente que este dijo sin pestañear que solo hay tres retos pendientes (solo tres!): Concretar la paz, la gobernabilidad y comunicar mejor. O sea, la esquiva paz, la mermelada y el blablablá. Ajustamos esos tres tornillos con una llavecita de manivela y todo de maravilla. De tanto pasar saliva me atraganté.

Y mientras pasaba sorbitos de agua tibia para aclarar la garganta y analizaba las palabras presidenciales en donde se resume básicamente que en este país estamos de maravilla y que todo lo que ocurre aquí y allá y en el más allá y en el más acá serán cosas triviales que en nada afectan lo bien que está el país, lo divino y desarrollados gracias a estos últimos cuatro años, y si nos cuentan de la sequía o la hambruna o la situación del agro o el estado de la guerra o la pésima educación que existe y la rampante corrupción, pues cambiemos el chip y digámonos: estamos divino.

Todo esto me recuerda esa mágica relación que hay en literatura entre fatalidad y realidad. Para el primer caso tenemos dos bellísimos y muy cortos relatos, el cuento persa del jardinero del rey y Calor de agosto de W.F.Harvey, donde se trabajan la fatalidad como destino, en donde haga lo que se haga para evitar el mal, el destino ya está marcado y es irreversible. Y frente a la fatalidad que podría resumirse en política con una frase genial que afirma que en Colombia cada presidente es peor que el anterior (vamos de Guatemala a Guatepeor…), nos encontramos siempre con quien nos rebate esa máxima, seguramente errada, y nos informa que la cosa no está tan trágica, que hay que ser optimistas y ver el vaso siempre lleno. O medio lleno. Y ahí llegamos a las realidades.

Bueno…, algunos miramos el vaso bien vacío. Un país lleno de problemas y cuya clase dirigente mira de lado sin jamás solucionar. Otros, como Santos, lo ven bien diferente y recuerdo entonces aquel dicho que dice algo así como que cada quién juzga la fiesta dependiendo de con quién bailó. Imposible que haya uniformidad en las opiniones, y para ello solo nos basta recordar que hay muchos grupos que niegan el Holocausto, que eso es un invento judío, alegan, y Auswitch para ellos habrá sido un parque de diversiones, así como hay muchos que le restan importancia a la barbaridad que comete Israel en la Franja de Gaza y siempre habrá quien piense que Samuel Moreno se merece una segunda oportunidad sobre la tierra.

… y hablando de…

1. Vemos el sinsentido del agarrón de Uribe con Cepeda en donde lo que hay de positivo es simplemente nada y recojo todas las palabras de mi último artículo. Para algo se crearon las instancias y no es el Senado el lugar adecuado para juzgar a Uribe entre gritos de paramilitar con motosierra o auxiliar de la guerrilla.

2. ¿Santos II? Madre mía Bendición Alvarado, como diría el patriarca garciamarquiano.

 

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