El Síndrome del Judas Invertido

El Síndrome del Judas Invertido

Los que lo padecen, buscan defender a cualquier precio a su mesías

Por: Eduardo Menco González.
septiembre 10, 2014
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El Síndrome del Judas Invertido
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Callar, encubrir o huir, antes que traicionar.

El personaje del cual partiremos para nuestra reflexión, es sin duda alguna uno de los más controversiales y polémicos de la cultura occidental. Con su nombre solemos satanizar. Es sinónimo de falsedad y encarna asimismo la codicia y la avaricia. Judas el traidor, dejó de ser el personaje histórico para convertirse en una figura corporativa, en el imaginario colectivo y en el arquetipo por excelencia del cual todos nos valemos para identificar a la aberrante traición como el más grande atentado que se pueda cometer en contra de la lealtad.

Históricamente se ha asumido que fue uno de los doce discípulos del “Mesías”; y luego de tres años de compartir como grandes amigos lo entregó a las autoridades por unas cuantas monedas.

Pero, ¿por qué se tomaría Jesús la molestia de hacerse amigo de alguien que después lo traicionaría? ¿Por qué el supuesto traidor se ensuciaría las manos por 30 míseras monedas que poco representaban? ¿Qué clase de traidor es éste que luego de lograr su más grande reto termina suicidándose?

Realmente la intención de Judas no fue traicionar a Jesús. Por el contrario, al entregarlo quiso evitarle la muerte creyendo que sucederían dos cosas:

1. Viéndose Jesús prisionero, éste se retractaría de palabras y hechos realizados durante su trabajo, y así simplemente se haría merecedor de un castigo que no fuera la muerte.
2. Como miembro del grupo de insurgencia “Zelotas”, esperaba que su maestro se mostrara con poder ante las autoridades romanas y, de una vez por todas, demostrara su fuerza como el nuevo rey que los judíos esperaban.

En ambos casos el móvil fue el amor, primero a la persona y luego a su proyecto político. Del traicionado sabemos cuál fue su suerte, y del traidor igual. Ambas historias con finales trágicos, pero con una grande diferencia: uno se convirtió en signo de salvación, el otro de condenación.

Se trata de un nuevo paradigma que llamaremos El Síndrome del Judas Invertido. Es un personaje incapaz de traicionar. Un individuo, hombre o mujer, fiel a los principios de su maestro. Con la capacidad de asumir el estilo de vida y la manera de pensar de quien a su vez se siente con la responsabilidad de enseñar y adoctrinar a su grupo de colaboradores más cercanos, por eso se toma la tarea de escogerlos él mismo. El amor que tiene y profesa hacía el líder nunca es suficiente, y si es de dar la vida por él estará presto a hacerlo. Por el mismo amor encubren, callan, mienten, huyen y hasta se hacen encarcelar.

El objetivo y el propósito de quien sufre este síndrome es salvaguardar a cualquier precio la integridad de la cabeza visible y de quien ellos mismo ven como su “SOTER” o salvador, por eso Judas creyó obrar de la mejor manera y con las más rectas intenciones hacia el maestro. Las esperanzas y la confianza están puestas en él, y no importa qué tanto se deba sacrificar con tal de cubrirle la espalda. Algunos asumen comportamientos muy similares de su jefe, y en casos muy particulares impostan hasta su voz y hablan en su nombre. Entre más se parezcan a quien siguen y entre sí, para el resto de gente no será difícil identificarlos como “de un mismo bando”. De ser necesario crear un grupo, una hermandad, un partido, y hasta una doctrina será una consecuencia lógica de su actuar y de la forma cómo desean ser vistos por los demás. Todo lo que no sea como ellos, es visto con demasiada sospecha, y atacado con ardua vehemencia; o se está con ellos o se está en contra de ellos. La astucia y hasta la mentira son sus armas letales cuando no la intriga y ese permanente afán de hacerle creer a todos que su verdad tiene visos de absoluta, lo cual significa que se auto – determinan (con el concurso de todos) como los omniscientes creyendo que los otros están en el error.

Si es necesario calumniar, lo hacen; si es pertinente generar intrigas, no tienen inconveniente en hacerlo. Todo es pensando siempre en la misma y única causa: lealtad por amor. De ahí que si todo está bien, el líder o jefe es quien se lleva todos los honores; pero si las cosas no salen como se esperaba, los chivos expiatorios aparecen y quien hace las veces de “mesías” se desvanece en el escándalo mediático de la prensa y en la supuesta imagen que debe preservarse por salud de todos. De ahí, por ejemplo, que la aparente traición de Judas no pone en evidencia la total debilidad de su maestro que muere, sino que exalta su esencia al ser resucitado, es decir al no quedarse muerto en una tumba.

Desde el Síndrome del Judas Invertido, el poder no se comparte; está centralizado y es representado ordinariamente en ideas que deben ser asimiladas y asumidas como la nueva forma de ver y verse. Quien sufre el Síndrome tal vez no busca el poder para sí; el poder está en función de los intereses del colectivo aunque recaiga monolíticamente en el gestor de lo que incluso nombre propio tiene.

Por este fenómeno es que podemos entender por qué quienes siguen al supuesto mesías corren la suerte de la condenación, mientras su líder puede continuar fácilmente gozando de su dignidad. Mientras unos callan, él sigue hablando; mientras otros van a la cárcel, él sigue libre; mientras unos huyen, él se fortalece en su hábitat. ¿Por qué callan, son encerrados o huyen? Porque no están dispuestos a traicionar; porque aman lo que creen y creen en lo que hace su líder.

¿Conoce usted a alguien que sufra este Síndrome?

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