El sindicalismo debe saber discernir el signo de los tiempos

El sindicalismo debe saber discernir el signo de los tiempos

"Al hacerlo, el movimiento de los trabajadores vigorizará el desarrollo social y humano del pueblo"

Por: Ariel Peña González
julio 09, 2020
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El sindicalismo debe saber discernir el signo de los tiempos

Cuando se habla de discernir el signo de los tiempos, casi siempre se aplica a una situación religiosa por acontecimientos significativos. Sin embargo, ante la presente situación mundial por la peste del coronavirus, que tiene profunda incidencia en la vida de los trabajadores y sus familias, las organizaciones sindicales deben de saber percibir el momento que vive la masa trabajadora para orientar futuras luchas y crear esperanzas ante una crisis pocas veces vista. Hay que recordar que el desempleo en Colombia alcanzó para el mes mayo la cifra de 21,4%, cuando en el año anterior el indicador del mismo mes había sido de 10.5%, de suerte que el sindicalismo se encuentra ante un gran reto, en donde habrá que superar esquemas que han sido el común denominador de organizaciones orientadas obtusamente, especialmente por grupos marxistas.

Una maña de la secta marxista-leninista es confundir la lucha social (que es inherente a todos los seres humanos) con la lucha de clases (que es un sofisma del comunismo totalitario para crear una asimetría maquiavélica y así confundir a las personas y sembrar el odio buscando satisfacer sus apetitos burocráticos). Vale mencionar que el “sindicalismo clasista” es una invención para vender la idea de que la doctrina de los trabajadores como por arte de magia es la marxista, lo que constituye un exabrupto que ofende la democracia, la independencia y el pluralismo, que son los pilares del movimiento de los trabajadores.

Las contradicciones entre el capital y el trabajo con las que se desgañitan los miembros de la grupería mamerta recibieron una fuerte bofetada hace más de 42 años, cuando el partido comunista chino se alió con las grandes transnacionales (especialmente las norteamericanas) para desarrollar una gran producción manufacturera en el país asiático, lo que tiró por la borda la tan mentada contradicción, ya que la esencia del marxismo es tener la hegemonía del poder político sin importar al precio que sea. Por eso Zhou Enlai y después Deng Xiaoping (líderes chinos) comprendieron que la economía centralizada y estatista era un fracaso y tomaron el camino de la economía de mercado, lo que deja sin argumentos aquellos que todavía insisten en la discordancia entre el capital y el trabajo. Aunque desde el país oriental, por irresponsabilidad del Partido Comunista de China, se propagó la COVID-19 por el mundo y todas sus calamidades. En fin, no se pueden negar las medidas audaces que tomaron sus dirigentes hace más de cuatro décadas, cuando rompieron con un mito que todavía en Colombia no ha sido superado por una parte del sindicalismo.

Así que los dogmas económicos y políticos del señor Karl Marx quedan desvirtuados con lo que sucedido en la China y en otras partes del mundo, porque es el colmo de la testarudez que los seguidores de una doctrina así (que desde sus comienzos en el siglo XIX fue repudiada por los trabajadores, pero que mediante la mentira y la violencia se tomó gobiernos en algunos países de la tierra en el siglo pasado, fracasando estruendosamente con la caída del muro de Berlín y la debacle de la URSS) insistan en un sistema que para lo único que sirve es para montar camarillas genocidas y burocráticas que envilecen a los pueblos mediante el crimen y la tortura, como ocurre en Latinoamérica con países como, Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Entonces, el “sindicalismo clasista”, que tanto promocionan las fuerzas totalitarias marxistas, no es más que un sofisma que pretende convertir al movimiento de los trabajadores en correa de transmisión del comunismo, quitándole su autonomía y siguiendo las enseñanzas de Marx, quien planteaba que los obreros no debían tener ideología sino conciencia de clase. Esto llevó a que los trabajadores y sus organizaciones se convirtieran en simples rebaños de las élites comunistas, negando el carácter libertario impreso desde los albores en las primeras luchas sindicales, siendo el caso más emblemático el de los Mártires de Chicago en 1886, quienes abrazaban las ideas anarquistas que eran contrarias al absolutismo marxista.

Hay que reiterar cuanta veces sea necesario que el marxismo jamás puede ser un precepto para la lucha de los trabajadores, ni mucho menos la brújula que guía hacia un mundo mejor, sino que como logia perversa lo que busca es subyugar a los pueblos mediante lineamientos totalitarios, que necesariamente conducen a la esclavitud política, culmen del comunismo para avasallar a las naciones, como lo ha demostrado durante su tenebrosa existencia.

El papa San Juan Pablo Segundo, en la encíclica Laborem Exercens de 1981, sobre el trabajo humano, propuso una visión dinámica y flexible de la propiedad y la economía, recomendando arreglos para que los trabajadores compartan la propiedad en cooperativas de trabajo o en sindicatos, sugerencia interesante en las actuales circunstancias (por la crisis que le ha generado al planeta la pandemia de la COVID-19). Lo anterior en virtud de lo cual el sindicalismo democrático también debe hacer uso de mecanismos que se inscriben en la cogestión, como ocurre con el fortalecimiento del contrato sindical, que está a tenor del artículo 482 del Código Sustantivo del Trabajo en Colombia.

Una crisis económica y social como la que se está viviendo es para la innovación y la solidaridad, no para usar las dificultades de la población con oportunismo político. Todo esto de tal manera que al saber discernir el signo de los tiempos, el movimiento de los trabajadores vigorizará el desarrollo social y humano del pueblo.

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