El rey ha muerto, ¿¡viva el rey!?
Opinión

El rey ha muerto, ¿¡viva el rey!?

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junio 06, 2014
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En verdad Don Juan Carlos no murió, solo abdicó al trono que es una figura parecida pues para todos los efectos reales ya no será más un monarca en ejercicio. Quien asumirá sus funciones será, según estándares de la monarquía española, el primer varón de su familia, en este caso Felipe de Borbón, casado con Leticia una periodista plebeya.

Según esas mismas tradiciones milenarias, cuando un rey moría o pasaba a uso de buen retiro se anunciaba con esta proclama: El rey ha muerto, ¡viva el rey! Dicho así parecería una contradicción pues si murió ¿por qué habría que decir, viva? Muy sencillo, la pragmática de la sucesión considera que a rey muerto, rey puesto. Es decir, al que llega se le rinden todos los honores del que parte.

En la vieja España, desde la guerra civil, se pelea entre monárquicos y republicanos. Con la subida del dictador Francisco Franco, los monárquicos ganaron, así tuvieran que esperar casi medio siglo para retornar al trono. Antes de su muerte, ese “rey” espurio que fue Francisco Franco, un chafarote que gobernó con puño de hierro suprimiendo todos los espacios democráticos, designó a Don Juan Carlos de Borbón, saltándose la línea de sucesión pues le correspondía reinar al papá del hoy abdicado rey de España.

De manera que la monarquía de hoy en ese país no es muy ortodoxa que digamos, y su papel político, así como su influencia en la sociedad, está cada vez más desdibujado,  no solo por ese pasado medio oscuro, sino por las estupideces del rey y la corrupción de su familia.

Todo esto explica por qué se están dando manifestaciones de rechazo a la monarquía y por qué no se proclama con entusiasmo: El rey ha abdicado, ¡viva el rey!

Muchas gentes hoy en España no entienden para qué se insiste en  mantener esa figura costosa e inoperante, que con el tiempo se ha convertido en más un estorbo para la democracia, que en algo útil.

Se escuchan voces reclamando un plebiscito o una consulta popular sobre la permanencia de la familia en su oficio inoficioso. Y en verdad eso de las monarquías resulta un lujo caduco que la España empobrecida de pronto no está en condición de asumir por más tiempo.

En todo caso, resultaría interesante consultar al pueblo y aprender de esa experiencia de cambio. España es una república de repúblicas, la figura del monarca sirvió, en su momento, para mantener esta unidad. Sin embargo ya no parece tan eficiente para ese su único papel, porque las aspiraciones autonómicas de Cataluña, los países Vascos y otras regiones no parecen depender de la presencia de un rey, sino de otras condiciones como la economía y la libre determinación.

Seguramente habrá que cambiar de proclama y decir: Juan Carlos se ha ido, ¿necesitamos un Felipe? Y de paso aprender en Latinoamérica que las monarquías, que aquí se dan en familias apoderadas de los espacios de poder como si fueran líneas de sucesión al trono, no son apropiadas para las verdaderas democracias.

 

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