El que gana es quien celebra, pero no olviden a los perdedores

El que gana es quien celebra, pero no olviden a los perdedores

El primer y gran perdedor fue el uribismo. Pero perdieron también César Gaviria, Sergio Fajardo, Jorge Robledo, los hermanos Galán, Mario Hernández, Egan y Marbelle

Por: Alexánder Molina Guzmán
junio 21, 2022
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El que gana es quien celebra, pero no olviden a los perdedores
Fotos: Leonel Cordero/Canva

La historia generalmente siempre le da recordación a los ganadores, en cualquier escenario, pero no hay que olvidar a los perdedores.

La contundente victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez dejó a varios contradictores directos e indirectos en la lona, no hay ninguna duda.

El primer y gran perdedor sí fue el uribismo, que intentó reencaucharse con Rodolfo Hernández, pues la primera gran derrota la había sufrido en las parlamentarias y ahora, con el triunfo de Petro y Francia, le dieron la estocada que le faltaba. Ya con un Álvaro Uribe Vélez viejo, cansado, derrotado y acosado todavía por la justicia, el Centro Democrático tendrá que recomponer sus pedazos, cambiar su actitud agresiva y violenta hasta con la misma institucionalidad si quieren revivir a su moribundo partido.

Perdió César Gaviria Trujillo, que no ha sabido reconocer que sí fue uno de los que ayudó a destruir a este país y desaprovechó la oportunidad de entrar al Pacto Histórico para demostrar que iba a ayudar a recomponerlo y mejorarlo. Pero, no. Prefirió quedarse en el pasado. Debería renunciar al Partido Liberal para que gente nueva y con futuro sí griten en verdad ¡bienvenidos al futuro!

Perdieron Sergio Fajardo y Jorge Robledo. No supieron superar los odios y rencores con Petro, que varias veces intentó acercamientos con ellos, prefirieron ahogarse en sus propias mezquindades.

En vez de tener la grandeza en aceptar la mano que les tendió el Pacto Histórico, prefirieron la bajeza de irse a tocarle la puerta de Roldo Hernández y fueron tratados por igual, con bajeza, pues este señor les cerró la puerta en sus narices.

Pudieron haber salido por la puerta grande, pero eligieron salir por la de atrás. Les dio una lección Antanas Mockus y, en esta ocasión, se pude decir que los alumnos no estuvieron a la altura del maestro.

Perdieron los hermanos Galán, ¿qué se pude decir de esta vergüenza? Cuando mataron a Luis Carlos Galán, también asesinaron al Nuevo Liberalismo. Y qué pena que hayan revivido jurídicamente a ese movimiento... Y ver cómo los mismos hijos de Galán lo mataron de nuevo.

Perdieron empresarios como Mario Hernández, que se unieron al coro de odio sin tregua contra Petro, ayudando a fabricar todo el material con el cual se atacaba sistemáticamente al Pacto Histórico, atizando, ¡ellos!, el odio de clases, pues amenazaron hasta con despedir trabajadores sin apoyaban a Petro.

Con Petro ya como presidente, Mario Hernández le dijo que “tiene la gran oportunidad de construir un nuevo país”. Claro que sí. Pero ese es un trabajo de todos y sobre todo de ustedes los empresarios, que tienen que mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, tratarlos con dignidad ¿Por qué no reconocen que la clase trabajadora les ayuda a hacer su riqueza?

Perdió Egan Bernal que, en vez de preocuparse por su recuperación y la de su mamá, prefirió chuparle rueda al odio contra Petro, sacó lo peor de sí y se despachaba cada nada contra el líder del Pacto Histórico y finalmente terminó pinchado en el lote perdedor. Debería prepararse mejor para opinar sobre política, porque la política del odio ya está mandada a recoger.

Perdió Marbelle, pero, la verdad, ¿sí vale la pena hablar de Marbelle? Pero, bueno, debería intentar ser decente para opinar, porque es fácil ser vulgar; aunque, en verdad, cuando alguien quiere dejar de ser vulgar....la decencia también fluye fácilmente.

¡Eso sí! Perdió Vicky Dávila con su revista Semana, que se declaró abiertamente activista de quien pusiera el uribismo como candidato, no importaba “la calidad” de ese candidato; tanto así que terminaron apoyando sin rubor a Rodolfo Hernández.

Cuando un periodista ejerce su profesión como activista político de cualquier personaje, tira su credencial de periodista a la basura y se convierte es en mercenario de ese poder político que está defendiendo: manipula la opinión pública, se vuelve difamador, emisor de propaganda amarillista y negra, cómplice y encubridor de infiltradores y chuzadores de opositores políticos.

Pero no solo es Semana, también perdieron periódicos regionales como El Colombiano, y canales como Caracol y RCN, y emisoras como Blu Radio. El día que nos lleguen mensajes de ¡alerta!, ¡ojo!, ¡cuidado!, ¡polémica!, !urgente¡... recogieron de la basura las credenciales de periodistas tales y tales personas, veremos si en verdad ejercerán su profesión con dignidad.

Y qué pena, perdió William Ospina. Cuando un lee y relee ese ensayo llamado ¿Dónde está la franja amarilla?, en el cual él, William Ospina, describe una Colombia que está secuestrada por un puñado de privilegiados que le ha dejado a millones de colombianos sólo injusticia, desigualdad y pobreza, y con la característica patética de ser “un país que se ha acostumbrado a la mendicidad, y ello significa, un país que ha renunciado a la dignidad”, se deducen dos cosas:

Uno. Que después de 25 años de haber publicado ese ensayo, tenemos el mismo país que él evidenció.

Dos, lo más importante, era un llamado a los ciudadanos para que sacudieran de ese yugo que les había impuesto liberales y conservadores de imponer gobiernos exclusivo para ese puñado de privilegiados y excluyente para millones de colombianos, pues este escritor también decía que "no es el estado el que puede cambiar a la sociedad, sino por el contrario la sociedad la que debe cambiar al estado: No solo su administración y sus funcionarios, sino su estructura y su lógica".

Lo penoso es que con sus defectos y virtudes, el Pacto Histórico representa esa “franja amarilla”, pero este escritor, no sabemos si en un estado de locura, desvió su camino hacia Rodolfo Hernández. Sin más palabras, fue patético ver a este escritor desviarse de esa manera. Ojalá recupere su cordura.

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