Decía Oscar Wilde que "antes existía la tortura y ahora existe la prensa". Buena parte de los periodistas se han dejado seducir de la política, a veces pareciera que con interés non sancto.
Es cierto que la condición de ciudadanos nos otorga el derecho, pero tratándose de una profesión tan importante es menester demandar de quienes la ejercen un poco más de objetividad.
Es cierto que algunos fijan sus líneas editoriales y desde allí lanzan sus juicios válidos, pero cuando se trata del periodismo informativo, se deben precisar unas reglas elementales.
En Colombia parece que hay una suerte de periodismo sastre, que se adapta dependiendo de la ideología del medio, es más, dependiendo de la filiación política se escoge el medio que nos satisface.
Antes que la mejora progresiva y creciente, parece que hubiera un retroceso. Naturalmente que existen periodistas de valiosísima imparcialidad, pero hay otros que no reparan en hacer evidente su militancia y activismo. Ello no estaría mal si no lo hicieran en su función de informar.
No les vendría mal a algunos revisar las biografías de los inmolados Guillermo Cano y Orlando Sierra, que son faro y guía para cualquier periodista, que prefirieron sacrificar sus vidas por salvaguardar su rectitud.
Es bueno que quienes ejercen esa trascendental función de informar, recuerden que en nuestro país la política es más emotiva que analítica y cualquier titular pendenciero no sólo sirve para la disminución moral de una persona, sino que puede convertir nuestro suelo en escenario de guerra o un polvorín del que estarán ansiosos también por informar.
Retomando a Wilde: "En Norteamérica el presidente gobierna por cuatro años y el periodismo reina por siempre".