El odio es el veneno que uno bebe para matar a otro
Opinión

El odio es el veneno que uno bebe para matar a otro

Por:
diciembre 11, 2013
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Que las Farc, que Petro, que el Procurador, que los atentados, que la justicia corrupta y politizada, que la religión, que la lucha de poderes, que el miserable salario mínimo y hasta que muchos se crean Mandela… Mejor dicho, ¡este país está como para salir corriendo! Siempre intento tocar temas importantes con positivismo y humor, porque suficiente tenemos con la dura cotidianidad, pero hay momentos en los que no se puede, no hay cómo y este es uno de ellos.

Llevo meses leyendo sobre el perdón, motivada por el proceso de paz que tiene tantos peros como reparos, y aprovechando esta época del año. Pero con el escenario nacional en crisis, no puedo menos que proyectar el perdón más allá del mero proceso en mención.

¿Qué es el perdón? Pienso que es recordar sin dolor, pero recogí algunos conceptos: Es generosidad; nobleza, liberación de la carga que llevamos dentro y hasta debilidad, creen algunos. Esto me recuerda la descripción de una colega muy querida: Es un proceso difícil, doloroso y obligado.

¿Qué hay que perdonar? ¡De todo! Asesinatos, emboscadas, mutilaciones, violaciones, robos, atracos, bombas, minas quiebrapatas, descaros, discriminación, desfalcos, ofensas, injusticias, traiciones, cinismos, abusos y las mismas venganzas… La lista es interminable.

¿Como llegar al perdón? María Hernández, sicóloga especialista en gestión social y cooperación comunitaria, consultora de la Organización Internacional para las Migraciones, asegura que “hay unos estados de conducta emocional donde puedo empezar a sanar, que no significa que no me siga doliendo o me vaya a olvidar. Hay hechos que me marcan pero tengo un mecanismo de defensa para enfrentar esos hechos adversos y seguir adelante. Eso se llama resiliencia que es mi capacidad de afrontar y reponerme de los hechos adversos, seguir adelante y poder fortalecer mi núcleo familiar” y a la sociedad misma, pensaría yo. “¿Cómo rompo ese camino de dolor, de venganza y de recuerdos? Tomando la decisión de romper el lazo que me une al agresor cuando lo traigo permanentemente del escenario pasado al actual y lo transmito a mi familia. El perdón se da cuando empezamos a entender que hay situaciones adversas ajenas, que no puedo controlar ni manejar”; es generacional porque o se hereda el odio, o se supera la agresión. “Eso no quiere decir renunciar a la justicia” y este es el punto, por ejemplo, que hace tan débil el proceso de La Habana a los ojos de las víctimas y de los colombianos. Mandela no era un angelito, pero pagó cárcel y se transformó; hubo justicia. Esa es la diferencia y eso facilita el perdón.

¿Y qué tenemos para aprender a perdonar? No mucho, la verdad. Tenemos violencia intrafamiliar reflejada en el matoneo en los colegios, violencia de género, de credo, ¡de toda clase! Y como ciudadanos tenemos a un presidente y a unos expresidentes peleando como verduleras, funcionarios públicos y contratistas robando a manos llenas sin ser condenados, una justicia politizada y corrupta, y una clase dirigente preocupada cada vez más por una guerra de poderes e intereses propios, que los lleva a hacerse los de la vista gorda en un país sin buen ejemplo, saqueado y asqueado por la corrupción, con profundas desigualdades y muy, muy pobre. Se les olvida que esa mayoría pobre se identifica cada vez más con los líderes de izquierda de este país, aunque no perciban que tienen tantas ansias de poder como los de derecha y no se den cuenta que se dejan tentar tanto como sus contradictores que hoy están en el poder o aspirando a él. ¿Vamos a terminar más temprano que tarde como Venezuela con este empoderamiento que —sin querer— le dio el Procurador a la izquierda destituyendo a Petro? Entonces: la derecha porque lo quiere todo y sabe administrar, pero para beneficiar a unos pocos; y la izquierda porque lo quiere todo, lo quiere compartir, pero no lo sabe administrar. ¡Estamos llevados con esta clase política!

¿Cómo vamos a perdonar? Empecemos con las cosas pequeñas y grandes desde nuestras propias vidas, porque está visto que la paz viene de nuestras casas con el perdón, pero es generacional. Ni su firma en La Habana la va a agilizar y menos cuando la violencia subversiva significa solo el 10% de la violencia en Colombia, según los expertos. No la vamos a ver tan pronto como queremos, porque —como dice una sabia frase— hay que reconciliarse con la imperfección, ¿pero tanta? Toca despacito.

Todavía hay mucho dolor en nuestro país, mucho odio, mucho resentimiento y ¡elecciones! La guerrilla, los paramilitares y todos los actores sociales dejaron heridas que nunca van a cerrar si no hay perdón y, como dijo una colega, para perdonar se necesita más valentía que para hacer la guerra. El perdón es al final, ¡pero estamos lejos, lejos, lejos!

¿Quiere comenzar? Si no lo ha pensado mire esta frase que me encontré: El odio es el veneno que uno bebe para matar a otro.

 

¡Feliz resto de semana!

 

 

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