Mientras tomaba el vuelo que lo llevaba de vuelta a Cali, Santiago Aramburo no dejaba de darle vueltas a la idea que le cambiaría la vida. Ingeniero Industrial había viajado a Alemania para realizar sus prácticas profesionales. Mientras caminaba por una de las calles alemanas, se detuvo a detallar una máquina recolectora de botellas. Se dio cuenta de que esta no era una máquina tradicional, sino que tenía la particularidad de que funcionaba al revés.
Es decir, una máquina dispensadora de productos tradicional funciona de tal modo que una persona ingresa dinero, selecciona el número de producto que desea y la máquina le entrega el producto y el cambio de dinero si es el caso. Pero, la máquina expendedora inversa que acababa de ver Santiago recibía envases y a cambio daba dinero o tiquetes de tren, o sea, recibía un producto y pagaba por él.
Asombrado por esto, llamó a su hermana Lina y le contó la primicia de algo que nunca había sido visto ni en su Cali natal, ni en toda Colombia. En octubre de 2015, el par de hermanos Aramburo se pusieron manos a la obra para pulir la idea de negocio. Estudiaron con cuidado cada detalle, contactaron amigos de diferentes disciplinas y probaron las mejores formas de adecuar las máquinas expendedoras inversas a la cultura colombiana.
Aunque la primera máquina que bautizaron como Ecobot inició su fabricación en enero de 2016 con una inversión inicial de $45 millones, desde noviembre de 2015 ya le estaban tocando la puerta a diferentes empresas para que usaran la fachada del Ecobot como medio de publicidad ecológica. Contra todos los pronósticos, el proyecto recibió la confianza de grandes marcas como Almacenes Éxito, Evacol y Tortelli (cadena de restaurantes en Cali).
El 15 de abril de 2016 se hizo el lanzamiento del primer Ecobot en las instalaciones de la Universidad Icesi. La acogida de las Ecobot creció raudo como espuma y pasado un mes, ya estaban montando la segunda máquina en la Universidad Javeriana Cali. En el primer mes, recolectaron 630 botellas y finalizaron el 2016 con cinco máquinas puestas en universidades y centros comerciales, en las que se recogieron 53.918 envases.

Con este panorama, los Aramburo empezaron a vislumbrar nuevos horizontes lejos de las tierras caleñas. Entonces, expandieron sus operaciones a Bogotá, Medellín y Barranquilla, donde el proyecto de recolectar botellas apalancados por publicidad fue todo un éxito en todos los lugares a donde llegó.
El uso de la máquina es tan sencillo como la idea misma de su creación. Las personas quitan la tapa a los envases y la depositan en el pequeño espacio destinado para tal fin, luego depositan la botella, la máquina identifica que el envase ha sido depositado y arroja un cupón de descuento en alguna tienda o supermercado.
Al día de hoy se han reunido alrededor de 8.165.675 envases plásticos que equivalen a 12 toneladas, que le son entregados a recicladores y plantas procesadoras de plástico PET, quienes convierten el residuo en lámina PET o fibra textil, entre otras aplicaciones.
Para los recicladores de oficio, recibir los envases recolectados por las Ecobot ha sido un gran alivio, sobre todo en estos momentos donde el precio del plástico PET ha caído en un 51%, lo que significa que muchos recicladores tienen que trabajar más y recibir menos.
Ecobot también ha inspirado a otros proyectos como el que nació en Antioquia llamado Ciclo, Colombia, el cual le recarga la tarjeta del Metro de Medellín a los usuarios como recompensa por dejar sus recipientes en la máquina.
No obstante, en términos empresariales no han conseguido llegar al nivel de Santiago y Lina Aramburo a quienes su emprendimiento ya les deja ingresos anuales de $1.441.646.775 a punta de hacerle publicidad a grandes empresas en 78 supermercados, 34 centros comerciales y 23 universidades entre Guatemala, Costa Rica, Ecuador y Colombia.
Pero, dejando a un lado la competencia empresarial, el gran ganador ha sido el medio ambiente que se ha podido tomar un respiro con las ingeniosas estrategias de reutilización de plástico PET, uno de los más problemáticos ambientalmente por su larga vida que puede ser entre 100 y 700 años produciendo grandes cantidades de CO₂.
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