El modelo fallido de salud en Colombia, otro error por corregir

El modelo fallido de salud en Colombia, otro error por corregir

"La salud en Colombia se ha convertido en un inelegante negocio, donde se juega con la vida de los pacientes sin importa el sexo, ni la edad"

Por: CARLOS ALBERTO CANO
octubre 13, 2017
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
El modelo fallido de salud en Colombia, otro error por corregir

El paciente definido como “aquel individuo que está cargado de paciencia, que implica o denota paciencia” se convierte en el principal actor de esta pequeña reflexión. Este concepto con su respectiva definición ha sido adoptada por las Entidades Promotoras  de Salud y las Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud para nombrar a sus “clientes”, a sus enfermos. Esto tiene una connotación negativa, ya que han abusado de él, pues si una persona requiere atención es porque se encuentra enferma, tiene alguna dolencia física o algún trastorno psicológico. Sin embargo, en la IPS le asignan citas para uno o dos meses, esperando o bien que el “paciente” deje de sufrir porque se alivia o porque en últimas se muere y ya el problema deja de ser para ellos, se lo trasladan a las empresas fúnebres. Eso sí, por no atenderlo se han ganado un dinero, que después lo muestran como resultado positivo en sus estados financieros.

Si bien Colombia está catalogado como uno de los países más desiguales del mundo, una forma de ver cómo esta situación se válida es precisamente en el “Sistema de Salud Integral” con sus EPS e IPS. Los modelos de gestión implementados en estas organizaciones salen de la administración y el propósito es optimizar los recursos independientemente de lo que se esté administrando. Aquí cabe anotar que no se considera al individuo como persona, sino como un producto; al ser un producto, puede ser modificado, trasformado o adaptado. Así bien, las personas que administran estas organizaciones —por lo general médicos con alguna especialización en “administración” en  salud— que  cuentan para su ejercicio con los instrumentos que les entrega esta profesión, creen que un servicio público esencial puede ser administrado de la misma manera como se regenta la empresa.

En este espacio hay que aclarar la diferencia entre una organización no lucrativa, que se dedica a salvar vidas y que no debería ser catalogada como empresa, frente a la otra tipología que “se trata de un ente social creado por el hombre con el propósito de cubrir necesidades humanas y que como contra-prestación genera una utilidad”. Por el contrario, tanto la EPS como la IPS no deben pensar en utilidades, sino en rentabilidad, que tendría que ser reinvertida en la misma organización para mejorar el servicio a sus “pacientes”, para tener una población sana, ya que es más rentable que tener enfermos por treinta o cuarenta años.

Recordemos que estas organizaciones operan con recursos del Estado y con recursos de los aportantes al sistema (trabajadores activos, dependientes e independiente, pensionados y jubilados). Pero los recursos del Estado, también salen de los contribuyentes, en otras palabras, nosotros somos los que sostenemos al sistema y no él por sí mismo, porque como se ha venido diciendo, no son empresas, son organizaciones no lucrativas. Al distorsionar los conceptos encontramos que tanto los servicios que prestan, como los “pacientes” que atienden, no reciben la calidad demandada, por el contrario, se minimiza el uso de los recursos asignados con el fin de generar “utilidades” y estas para quién.

Al tratarse de un servicio público esencial se deberían dedicar a hacer lo que se supone deben hacer: promover los servicios orientados a la prevención de enfermedades y prestar el servicio con calidad a aquellas personas que demandan atención en cualquiera de los cuatro niveles que maneja el sistema, independiente de la condición social de quien demanda el servicio. Sin embargo, la salud en Colombia se ha convertido en un inelegante negocio, donde se juega con la vida de los pacientes sin importa el sexo, ni la edad.

Además, otro problema que encontramos es que los galenos se han convertido de alguna manera en el escudo impenetrable de esos “administradores de la salud”, al parecer se trata más de una situación de estómago que del buen ejercicio de una de las profesiones más importantes para la humanidad. Los tiempos de atención son ridículos y algo interesante, siempre formulan los mismos medicamentos, sea para una cefalea como para el cáncer o el sida. Ibuprofeno o acetaminofén son los dos medicamentos “milagrosos” del siglo XXI. De hecho, en algunos casos sirve solo como placebo. Igualmente, el médico que se salga del esquema e incremente los costos de operación es sancionado o remplazado. Todo esto es fácil para el administrador, ya que hay bastante oferta en esta profesión.

Los “administradores” también toman decisiones absurdas para “curarse en salud” en el evento que, como humano, el médico se equivoque. Por eso hacen que los pacientes firmen acuerdos de no responsabilidad, por si “algo sale mal”. Esto, como si en una cirugía el paciente que reposa en el quirófano, sedado, cogiera la mano del médico o cualquiera de sus acompañantes para que le dejaran instrumentos u objetos extraños en su organismo o que entre sus pesadillas le dijeran a la persona que hace el aseo que no lo haga eficientemente, porque él quiere coger una infección.

El sistema de Seguridad Integral en Salud en Colombia contempla un modelo alternativo que no es fácil de entender y es la medicina prepaga; este modelo no es otra cosa que la extensión de la “fábrica” para generar más ganancias, llegando al absurdo de que una persona que asiste al servicio “corriente” le sea sugerido tener el plan complementario o medicina prepago, ya que este ofrece un mejor servicio, con mejor calidad. Más que absurdo es inconsecuente con lo que debe ser el cubrimiento de un servicio público esencial, en donde lo que está en juego es la vida de un ser humano.

En un país donde confundimos lo urgente con lo importante, la consecuencia es el resultado que obtenemos, mala calidad de servicios, reflejados en mala calidad de vida, y oportunidad de negocio para los oportunistas que se encuentran hambrientos y con ganas de saciar sus deseos de lucro, no importa si para lograrlo, tienen que entrar a afectar la vida de una población vulnerable.  Estas prácticas hacen que el país en últimas gire en torno a la curación que es más costosa en el largo plazo que la prevención, que mantendría a una población más saludable. Pero esta práctica hace parte de los problemas que convierten al sistema en insostenible y debería ser prioridad para quien guíe a este país en los próximos cuatro años.

Una observación final. Señores profesionales de la salud, no olviden que ustedes también son humanos, que ustedes juraron proteger la vida de las personas, para que tengan mejor calidad de vida y no proteger los intereses egoístas de los administradores (EPS e IPS), cuya única función es generar utilidades para los accionistas, si los hay, o para incrementar los  sueldos de ellos. Este es el principal problema del modelo adoptado en Colombia desde 1994 con la Ley 100 y sus más de 100 decretos reglamentarios, que convirtió un servicio público esencial en un negocio cuestionado por todos.

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