El más frío de los monstruos fríos

El más frío de los monstruos fríos

Nietzsche tenía razón...

Por: Salomé Díaz Lamus
abril 09, 2020
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El más frío de los monstruos fríos

Cuenta una historia del antiguo Egipto que estaba el cuervo enfermo de muerte, ante lo cual su amigo, el ratón, le preguntó cómo podía ayudarlo. Solo un soplo me puede salvar. Anatómicamente incapaz de producir un verdadero soplo vivificante, se irguió el roedor y comenzó a extender su cuerpo, a mover sus dos patas delanteras como en el paroxismo de una danza ritual. En este intento mágico, su peludo cuerpo desarrolló membranas que en segundos fueron alas, produciendo así el viento que vino a expulsar la enfermedad mortal del moribundo. Por haberme salvado puedes quedarte con las alas, dijo el ave saturnina. Y así nació el murciélago, criatura hoy vilipendiada.

Hace unos días en una comunidad al norte de Perú, los pobladores decidieron ir a las cuevas y prenderles fuego a punta de antorchas. Dizque los murciélagos les iban a pegar el coronavirus… Nada nuevo bajo el sol, los humanos somos ridículos. Sin embargo, hay veces que una se alcanza a sorprender. Como con la chaqueta de Iván Duque, por ejemplo: ¿se la marcaron por si se pierde?, ¿es una morbosa manera de restregarle al país la clase de imbécil que está en el poder?, ¿es lo que él entendió escuchando a los grandes payasos que predican el cuento de la marca personal?, ¿o es un mensaje subliminal para que políticos y periodistas corrijan su lapsus de presidente Uribe? Si es eso se jodieron, el inconsciente es el inconsciente y el Estado narco-paraco tiene nombre propio. Mientras escribía eso se me hizo que Estado-narco-paraco es una especie de pleonasmo, tres nombres diferentes de la muerte. Esa que hoy se pasea más tranquila que nunca por toda la geografía nacional, pues el único escenario de resistencia y verdadera democracia, la calle, nos ha sido arrebatado. Quienes pueden quedarse en sus casas asisten al fin del mundo por televisión o internet. Cada día leen del nuevo muerto cuyo verdugo puede ser el ejército, el Inpec, los paramilitares (estoy abusando del pleonasmo), o el  COVID-19. Al hambre ya la normalizamos, por eso no es noticia.

Entretanto los que sí o sí tienen que salir quedan a merced de otra organización criminal: la policía. Hace unos días, vía YouTube, se realizó el estreno de Á nos corps défendants, documental acerca de la violencia policial en Francia. Diferentes testimonios dan cuenta de las tres formas de control ejercidas en barrios populares por los perros guardianes del orden y la ley: la humillación, la tortura y mutilación, y la muerte. De Soacha a Saint-Denis, de Cergy a Suba, de Cali a Montpellier, lo único que cambia es el color del uniforme. La sevicia se ensaña con el cuerpo pobre, sucio, migrante, indígena, negro… Es decir, con el otro cuerpo. El cuerpo que escapa a la co(rpo)rrección, que no se mueve al ritmo del sistema, que no marcha, que está del lado de la contorsión o el baile. Ahora la calle está más que nunca destinada a ser lugar de tránsito, no de convivencia, no de tejido social, por tanto la política fascista de la eliminación de la diferencia no encuentra barrera alguna. ¡Quédate en casa y espera la visita del gobierno! Entre muchos otros, Carlota Isabel Salinas y Hamilton Gasca Ortega ya fueron visitados, llegó el poder en camionetas y disparando.

En verdad que la boliviana María Galindo tiene mucha razón cuando afirma que está claro que el coronavirus, más que una enfermedad, parece ser una forma de dictadura mundial miltigubernamental policíaca y militar. ¡Enciérrense todos! Y si salen, que sea para producir. Aun así la agria mezquindad del poder y la cultura de masas se esfuerza por ofrecer la idea del verdugo como el redentor: Google agradece al “personal de seguridad” en el logo de su motor de búsqueda. Gracias, qué bien que limpian la sociedad. A la par, en México, Andrés Manuel López Obrador asegura que siempre el ejército, surgido del pueblo, va a cuidar y, en este caso, a curar al pueblo. Sí, claro. Mientras hacían sus curaciones, Paulina Gómez (en Zacatecas), Karla Camarena (en Guanajuato) e Isaac Herrera (en Morelos), todos defensores de derechos humanos, fueron asesinados. Es por esto que creo tuvo mucha razón Nietzsche cuando dijo: Estado es el nombre del más frío de todos los monstruos fríos. Fríamente miente. He aquí la mentira que sale arrastrándose de su boca: “yo, el Estado, soy el pueblo”.

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