El insulto como expresión social y política

El insulto como expresión social y política

Particularmente ahora tiende a profundizar las diferencias entre los individuos que, directa o indirecta, hemos sido afectados por el conflicto armado que ha vivido el país

Por: Absalon Cabrera
febrero 22, 2018
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El insulto como expresión social y política

Quizás el insulto, como lo ha demostrado Juan alvarez en su libro Breve historia sobre la ofensa en Colombia (2018), se ha mantenido ligado al espectro social y político colombiano desde los orígenes del proceso independentista. Baste recordar el incidente del Florero de Llorente, en el que la negativa de préstamo y respuesta con improperios para los criollos desencadenó la revuelta del 20 de julio de 1810. El insulto, en este caso como improperios hacia una determinada clase social, “los criollos”, desencadenó una revolución sin precedentes en nuestro territorio. Se inauguró de esta manera el insulto como catalizador de  acciones en el ámbito social y político.

Tomado de esta manera, el insulto atado culturalmente al devenir de la vida cotidiana de los colombianos, ha dejado casos cumbres que analizados detalladamente no le han aportado a la construcción de una sociedad participativa e incluyente. Por ejemplo, el desplante que le hizo el grupo (en su momento) armado insurgente Farc-Ep al (en su momento) candidato a la presidencia Andrés Pastrana. Candidato que posteriormente sería elegido presidente, que cargaría con la que se consideró por muchos sectores sociales como una afrenta contra los representantes del estado. Fue insultar a los partidarios de la sociedad afectados por el conflicto y que con gran esfuerzo habían logrado generar el espacio para conversar sobre las posibilidades reales de acabar con la insurgencia.

De igual manera, el insulto como parte del devenir social viene de los representantes del estado. Representantes que al amparo de maniobras legales e ilegales se burlan de los afectados directos, los contribuyentes. Es decir, ha sido un insulto la forma como se disputan las gobernaciones y alcaldías personas con investigaciones en las diferentes instancias judiciales y peor aún, cómo han hecho de la justicia una entidad susceptible de corrupción, según lo ha demostrado el desagradable evento conocido como el “cartel de la Toga”. De tal manera, es un insulto para los diferentes sectores de la sociedad que con esfuerzo han hecho de la credibilidad en las instituciones del estado y su funcionamiento el aliciente para responder con sus obligaciones en las contribuciones.   

Hoy nos encontramos con hechos en los que insulto tiende a profundizar las diferencias entre los individuos que, de manera directa o indirecta, hemos sido afectados por el conflicto armado que ha vivido el país. Es un insulto para diferentes sectores de víctimas directas del conflicto armado que, sin haber pasado por el filtro de la Justicia Especial para la Paz (JEP), estén los integrantes del ahora grupo político Frente Revolucionario del Común haciendo campaña para la presidencia de la república. Igualmente, es un insulto para los afectados indirectamente que se usen las estructuras del estado para dar garantías políticas a personas que no han pasado por un proceso de justicia restaurativa y esclarecimiento de los hechos relacionados con sus actividades insurgentes.   

Seguidamente, y sin dejar de lado el carácter crítico, es un insulto que algunos integrantes de partidos políticos que han estado vinculados con el recrudecimiento del conflicto armado están incentivando el atropello de los derechos civiles y democráticos de los demás sectores.  

De los insultos hechos con sectores políticos radicales es necesario recordar el hecho por Marulanda cuando estaban terminando las negociaciones con el estado. Según lo comenta Darío Villamizar en su estudio sobre Las guerrillas en colombia, el comentario de marulanda fue “no vemos a ver dentro de 5000 muertos”. Prueba fehaciente de la soberbia y maldad digno de toda la sarta de improperios pertinentes al estilo vallejiano. Pero ello llevó al recrudecimiento de la violencia, y como siempre los afectados fueron en su mayoría colombianos de los sectores vulnerables.

Por tal motivo, en procura de una sociedad incluyente, es necesario llamar la atención sobre las dimensiones que puede tomar el insulto en la política. Estamos en medio de una campaña política que puede significar las prácticas políticas tendientes a la división con el insulto como herramienta o la perpetuación de los escenarios de violencia de magnitudes ya vistas y vividas. Por consiguiente, no es necesario reactivar una violencia haciendo más profundo el insulto a los colombianos afectados directamente por el conflicto armado.      

Bibliografía

Álvarez, Juan; Insulto, Breve historia de la ofensa en Colombia; Editorial planeta 2018.

Villamizar, Darío, Las Guerrillas en colombia; Editorial Penguin Random House, Colombia 2017.

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