El incontenible al pie del botoncito… y los gritones de acá
Opinión

El incontenible al pie del botoncito… y los gritones de acá

Trump no es el único “inestable” con poder. Acá no tenemos bomba atómica, pero sí todas las formas de violencia, empezando por el lenguaje, de todo el espectro político, con una o dos excepciones

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diciembre 04, 2017
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La semana pasada, Bandy X. Lee, siquiatra forense de la escuela de medicina de la U. de Yale, editor de El peligroso caso de Donald Trump: 27 siquiatras y expertos en salud mental evalúan un presidente, escribió una columna en el New York Times alertando sobre el riesgo que Trump representa para el planeta.

Lo que dice, básicamente, es que Trump es altamente inestable y que lo que el mundo está presenciando son las muestras de su descompensación, caracterizada por una pérdida creciente del sentido de realidad, signos evidentes de volatilidad, comportamiento impredecible y una gran afinidad hacia la violencia.

Usualmente, lo que se hace en la vida cotidiana con individuos peligrosos, dice el siquiatra, consiste en contenerlos, alejarlos del uso de armas y someterlos, de inmediato, a evaluación.

Claro, el lío con Trump es mayúsculo, pues está cerca del botoncito nuclear, quizá anhelando que reviente la guerra con Corea del Norte, a la que ya amenazó de arrasar con fuego. La situación con Irán, que venía distensionándose con Obama, también tiende a agudizarse. Las consecuencias inmediatas en el caso de Corea, se dice, pueden sumar más de un millón de muertos, civiles en su gran mayoría.

La semana pasada, de nuevo y entre varias perlas, Trump mostró su atracción por la violencia al retrinar videos que mostraban, supuestamente, a musulmanes agresivos (uno, destrozando una estatuilla de la Vírgen María, otro, golpeando a un chico que, al final, resultó ser un montaje hecho por adolescentes holandeses). El video había sido puesto en circulación por una dirigente de un grupo británico de extrema derecha, muy agradecida, después, por el servicio de altavoz prestado por Trump. De ahí que la oficina de la señora May, primera ministra, manifestara su inconformidad a Trump, quien reviró diciendo que estaba haciendo lo correcto. Riesgo para las vidas de musulmanes corrientes y también para ciudadanos norteamericanos.

Es justo decir que Trump no es el único “inestable” con poder. Hitler, Stalin, sin escrúpulos y, en otra escala, líderes como Churchill y Truman también estuvieron dispuestos a tomar decisiones que culminaron con la muerte de centenares de miles de niños y adultos inocentes con tal de ganar la guerra.

Por acá no tenemos acceso a la bomba atómica, pero sí a las formas tradicionales de violencia. La primera, la del lenguaje.  Abundan los hombres y mujeres que, con algún grado de poder en nuestra escala tropical, son incontenibles del lenguaje que alienta la polarización o, mejor, que la consolida. Señalar al otro, caracterizarlo con la caricatura, utilizar verdades a medias, gritar, gritar, gritar, es el ambiente del debate en las redes y otros medios. Lamentablemente, está todo el espectro político metido, con una o dos excepciones: De la Calle, Fajardo…

 

 

Señalar al otro, caracterizarlo con la caricatura,
utilizar verdades a medias, gritar, gritar, gritar,
es el ambiente del debate en las redes y otros medios

 

 

Pareciera, para algunos sectores, que la reducción de la tasa de homicidios fuera intolerable y que habría que subirla, de nuevo. Sin duda, hay un problema en la pérdida del sentido de realidad. La violencia en el lenguaje contribuye al retorno a nuestros antiguos estándares de muerte. Hacia allá podríamos ir, a juzgar por los asesinatos de numerosos líderes sociales y exguerrilleros y familiares suyos en los últimos meses, sin olvidar las ejecuciones a cargo del ELN para demostrar que están vivos.

¿Quién contiene a los incontenibles? ¿Quién les puede decir, al menos a los que parecerían más razonables, que los argumentos son más poderosos sin los alaridos? Siguiendo el ejemplo del siquiatra gringo, debería crearse un panel de expertos en salud mental que evalúe el grado de riesgo que, para la sociedad, representan algunos (y algunas) de nuestros líderes que se alejan del sentido de realidad y promueven la violencia. Publicarían, periódicamente, un ranking de líderes de mayor a menor riesgo para la sociedad.

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