'El Gurrufero', una comedia con el sello de San Jacinto, Bolívar

'El Gurrufero', una comedia con el sello de San Jacinto, Bolívar

De la mente del periodista Alfonso Hamburger nace esta producción que se emitirá en Telecaribe. Acá él cuenta más sobre todo lo que hay detrás

Por: ALFONSO RAMON HAMBURGER FERNANDEZ
febrero 02, 2021
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'El Gurrufero', una comedia con el sello de San Jacinto, Bolívar

Por un tiempo largo dejé de reírme. Tampoco volví a ver televisión. Hasta mi programa Vox Populi, que tuve por mucho tiempo en la televisión regional, empezó a fastidiarme. Me caía mal yo mismo. Cuando eso sucedía era cuando más aborrecía la televisión.

Mientras el viejo Mile descubrió el aburrimiento después de los setenta años, a mí ese virus me atacó muy temprano. Me volví un hombre triste y de llanto fácil.

Hacer humor es lo más serio que existe. No por ser más estridentes y aparecer en escena vestidos como papagayos somos más alegres. Descubro entonces un ritctus de tristeza en nuestros indígenas, aunque estén tocando una gaita corrida. Un tratadista advirtió por esos días que detrás de la aparente algarabía del costeño se esconden viejas heridas. Yo mismo tuve que exorcizar mi tristeza escribiendo un libro sobre la diabetes.

Sábados Felices para mí murió con El Chinche Ulloa y cuando conocí de la vejez y desamparo del Hombre Caimán con sus mariacasquitos complacientes y su guitarra plateña. La situación pasó a mayor cuando murió, hace unos días, Alicia del Carpio, creadora de Yo y tú. Aquella comedia duró veinte años en la televisión colombiana.

No sé si esa aversión al humor a la carta radicaba en que los domingos, día en el que transmitían ese programa, siempre fueron los días más tristes para mí porque le tenía miedo al colegio. Y el domingo anunciaba que venía el lunes. Y con el lunes, las clases y la misma rutina.

De todos modos, cuando apareció Telecaribe, en 1986, se abrió una especie de ventana. Una ventana de altos y bajos. Fueron tiempos en los que apagué el televisor y me refugié en la radio y en la escritura. Me perdonan la inmodestia, pero, como he sido mal lector, me puse a escribir algo bueno o al menos algo que yo mismo pudiera entender. Allí se me reveló una búsqueda. Dios lo quiso. Nació El Gurrufero.

Pero digamos que en esos años de Telecaribe al aire, sin demeritar los esfuerzos y ciertos logros, incluso talentos criollos, no toda la región estaba representada. Pasamos de una centralización a otra. Nos metieron al del bojote de plata, que representa al hombre guajiro que llega a Barranquilla y se alza con apellidos distinguidos hasta que queda siendo un "tubo".

Las camionetas Ranger se quedaron sin gasolina varadas en Los Nogales. Y a eso le añadieron al hombre que se disfraza de mujer, que pronto lo vimos hasta en nuestras corralejas, sentado en las piernas del ganadero que no sabía cómo desembarazarse de aquella situación, colorado de la pena, con reiteradas variantes. Hubo burdas imitaciones. Los atuendos del carnaval penetraron la corraleja y los fandangueros.

Pensaba en Florentino Ariza, el personaje caribe de la novela de Gabo, en Benedicto Barraza, que en San Jacinto echaba refinados piropos a las muchachas que salían a pasear el baño de la tarde, y en el flaco Barraza, que leía poesía libre bajo la luz de un candil.

Todo aquella cultura elegante la íbamos perdiendo en medio de la vulgaridad. Vi cuentachistes que en quince segundos ya llevaban una retahíla con la prenda más apetecible de los humanos. Aquello se viralizó y nuestros niños dejaron de distinguir lo bueno de lo malo. Vi a un niño hacerse viral en las redes sociales al negociar un asunto con su abuela, donde la palabra más balsita que usaba era una hijueputeada de madre y señor mío. No aguanta, abuela.

No ha pasado por ello la amenaza. Aún no estamos salvados de nada, porque las redes están fuera de madre, pero no nos podemos quedar viendo aquello sin apagar el televisor. La cosa es más complicada que ser indiferente. El humor no se puede subastar. La televisión y el televisor no son lo mismo. Se cambió la forma de ver televisión.

En medio de tantas disquisiciones y preocupaciones por esa pérdida de las proporciones en el manejo del humor, durante la cuarentena me surgió la idea de El Gurrufero, una comedia situacional que acabamos de rodar en San Jacinto, donde suceden los hechos allí narrados.

Allí, al bar El Gurrufero, llegaba todo poeta que recorriera ese cruce de caminos que era San Jacinto, el pueblo más ancestral de América, donde el Viejo Miguel levantó su imperio. Allí era el lugar de los acontecimientos.

Todo sucede en El Gurrufero. Desde descubrir el acertijo del espíritu maligno de Juan Lara que quemaba las casas y le echaba tierra a las comidas, hasta la resolución de un conflicto amoroso o el perdón por el desplazamiento forzado. Es una comedia donde no se descuida lo social. Es una locura, dice Toño Suárez.

Durante el rodaje se revivió la magia de un pueblo donde cada habitante tiene dones de artista. Todos tejes, todos cantan, todos cuentan. El único problema, al final, fue que el sonidista, mientras trataba de nivelar el sonido, en lo que los expertos llaman posproducción, no se podía concentrar, muerto de la risa.

Me parece que este proyecto de Telecaribe, que no parece hecho mío, puede convertirse, como dijo Juan Carlos Lora, en todo un batacazo. O al menos esperamos a que sea diferente a todo lo que se ha visto en nuestra televisión desde 1954.

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