El futuro de Héroes, reto a la madurez política bogotana

El futuro de Héroes, reto a la madurez política bogotana

Se verá afectado por las obras de la primera línea del metro, ¿será este otro motivo de divisiones, o resignificaremos el emblemático pero incompleto monumento?

Por: Sebastián Restrepo
junio 12, 2018
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El futuro de Héroes, reto a la madurez política bogotana
Foto: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural

A 2018, más allá de la política y sus revanchas, trabajadores de entidades distritales relacionadas con la infraestructura vial hacen un difícil trabajo técnico por socializar y desarrollar los proyectos que pasarían de la etapa de estudios y diseños a la de construcción en 2019. Uno de esos proyectos reta de frente la capacidad de conciliar y construir ciudad de todos los bogotanos más allá del juicio y la indignación. Esto, a través del futuro del emblemático Monumento a los Héroes sobre la Calle 80 con Autopista, que tiene ya más de cincuenta años.

El Monumento a los Héroes, que fue construido durante la dictadura de Rojas Pinilla, tenía la intención de, por un lado, enaltecer los hitos independentistas de los países bolivarianos, y por otro lado conmemorar la participación de los soldados colombianos en la guerra de Corea. Sin embargo, más allá de sus orígenes este tiene un significado actual como mobiliario público de la ciudad. Aun cuando se cuenta que algunos bogotanos ignoran lo que hay debajo de su estructura de 57 metros, la verdad es que tiene un modesto e interesante espacio para eventos culturales, como han sido el IndieBoX del festival de cine independiente, algunas actividades culturales como sede alterna del Museo de Bogotá o recientemente el ArtBo.

No obstante, según el estudio de impacto ambiental y social, del consorcio Systra/Ingetec y la Financiera de Desarrollo Nacional (FDN), el monumento será el único bien de interés cultural afectado directamente por las obras del proyecto Primera Línea del Metro de Bogotá (PLMB). Lo anterior, por cuenta de la cola de maniobras subsiguiente a la que sería la última estación del metro ubicada en la Calle 72, y lo que serían sus futuras líneas, ojalá subterráneas (aunque estas también acarrean riesgos con patrimonio arqueológico y cimentaciones). El documento “propone el desplazamiento del monumento” al declarar financieramente inviables otras tres alternativas estudiadas en el mismo.

Foto: Felipe Restrepo Acosta - CC BY-SA 3.0

Foto: Felipe Restrepo Acosta - CC BY-SA 3.0

Si bien es cierto que después de las obras de la Fase I de TransMilenio el monumento sufrió un serio retraimiento de las dinámicas urbanas, ¿qué habría que tenerse en cuenta ante una propuesta como esa? ¿No es razonable la indignación que despierta leer algo semejante? Empero, hay varias consideraciones que hacen de esto una oportunidad necesaria para el mismo monumento y su notable significado.

Una de esas consideraciones es su carente accesibilidad, evidente para cualquiera que haya intentado pasar a través del alto tráfico hacia la “isla” en la que se asienta. Una segunda consideración es la urgencia de un plan para resignificar el entorno de la estructura y su estatua, esta última según Resolución 395 del 22 de marzo de 2006 no solo es declarada como Bien de Interés Cultural Distrital, sino Nacional. De hecho, es cuarenta años más antigua que la estructura; ya fue desmontada y desplazada al Campín en 1958, para luego ser finalmente trasladada a la Autopista Norte en julio de 1962, donde hasta entonces comparte espacio con la colosal estructura. Asimismo, una última consideración está en la necesidad de completar la idea que tenía el monumento inicialmente. Se había planeado desde antes de Rojas Pinilla, en la presidencia de Laureano Gómez, como una gran academia acompañada de un museo y galerías sobre nuestra historia. No obstante, como mencionó Semana en 2014 con ocasión de la instalación del videoartista José Alejandro Restrepo, el monumento yace desde 1963 “como un sarcófago vacío, como una idea inacabada”.

Soy un ciudadano y no un funcionario, creo que la prioridad es que no haya más “algunos bogotanos que ignoran lo que hay debajo” ni mucho menos lo que obras como estas significan para nuestra ciudad. Esta situación pone un reto para la madurez política bogotana, de no solamente tomar posturas basadas en el qué —es decir quedarse en la indignación per se como forma de movilizar ciudadanía—, sino hallarse en el cómo, que representa la participación activa para construir propuestas colectivamente y encontrarse en los espacios culturales nuestros como este.

El monumento será afectado, sí. ¿Dejaremos que esto sea otro motivo de divisiones y ataques, o seremos capaces de resignificar el emblemático pero incompleto (o abandonado) monumento? El estudio anuncia la implementación de un plan de manejo para la afectación del patrimonio cultural, ojalá el distrito se pronuncie al respecto y haga de esta eventualidad una posibilidad de reinvención como lo ha intentado el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) desde iniciativas recientes como “Adopta un Monumento”.

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