El escalador de sueños de los Montes de María

El escalador de sueños de los Montes de María

Jair adenilzo, de 14 años, la promesa del ciclismo en la Costa Caribe

Por: Eduardo Menco González
septiembre 17, 2015
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El escalador de sueños de los Montes de María

Aún el conflicto armado no había llegado a su fin cuando Jair Adenilzon Díaz Muñoz aterrizaba en este mundo. Nació hace 14 años en los Montes de María, particularmente en Ovejas, municipio identificado desde la Consolidación Territorial como uno de los más afectados por la guerra absurda entre guerrilla, paramilitares y fuerzas armadas. Algunas de las masacres más recordadas en la región se dieron precisamente en su zona rural y su número de víctimas en el conocido Registro, para nada es despreciable.

Cualquier otra persona que lo hubiese conocido hace menos de cuatro años habría pensado que, como muchos otros jóvenes del pueblo, Jair también se dedicaría a la manipulación de la gaita como el instrumento musical insigne de su tierra natal; sin embargo, el menor de tres hermanos, también bautizados con nombres brasileros, quiere que su destino sea otro. Al parecer desea retar la estadística al proponerse soñar despierto, pensar que es posible en medio de las limitaciones y creer que quien nace en medio del conflicto no necesariamente está destinado al triste recuerdo y al fatal lamento.

Sus padres, ambos maestros, vivieron de cerca el horror de los enfrentamientos, la zozobra de la irracionalidad bélica, y el sinsabor de la incertidumbre, propia de un ambiente de hostilidad donde la libertad, la autonomía y el derecho poco contaban. Ellos nunca dejaron de enseñar, jamás consideraron “tirar la toalla”, por el contrario, en medio de la falta de lógica humana y desamparo estatal asumieron el reto de educar como condición propia de su vocación. Tal vez en el empeño y el sacrificio que mostraron permanentemente don Jairzinho y doña Olga ya se estaba anidando en el corazón de Jair las semillas de tesón, disciplina, sacrificio, abnegación y ganas de triunfar.

Mientras muchos de sus amigos, compañeros y contemporáneos están pensando dedicar su vida a otras cosas diferentes, él cada día se está convenciendo que su historia debe tener un rumbo distinto y muy particular; se trata de un propósito que se ha ido alimentando día a día con los reconocimientos recibidos, las medallas otorgadas y los trofeos ganados. Jair es un ciclista, es el ciclista de su edad que ya ha alcanzado todos los retos que se ha propuesto, ha salido vencedor en la mayoría de las competencias que ha participado, y hoy, en su gremio, es reconocido como el AS bajo la manga que tiene la Costa Caribe a la hora de competir a nivel nacional con los de su misma edad y categoría.

No contará con la mejor bicicleta, tampoco con el apoyo suficiente como suele suceder por estas tierras, pero le sobran ganas y un espíritu triunfador que constantemente, unido al acompañamiento de su padre, le hablan al oído para recordarle que allá (no muy lejos y tampoco muy cerca) están esperándole muchos desafíos, que por más grandes que parezcan su objetivo es convencerse que cuenta con todas las capacidades para ser un verdadero triunfador.

Poco a poco Jair Adenilzo, desde que empezó a considerar la posibilidad de ser un competidor de alto nivel, se ha ido reafirmando como un deportista con amplias cualidades, fruto obviamente de su esfuerzo diario y de la formación que recibe a diario de sus padres, quienes en todo momento lo acompañan en la travesía de convertirse en un ciclista profesional a ejemplo de un Santiago Botero, Nairo Quintana o cualquier otro de esos hombres que, igual a Jair, seguramente iniciaron su carrera con grandes obstáculos, pero que hoy gozan del reconocimiento propio y merecido.

Nuestro escalador de sueños, humilde y sencillo, es un vivo ejemplo para miles de jóvenes que pueden ser considerados “frutos de la guerra” por haber nacido precisamente en ese contexto; es un ejemplo real y contundente de que es posible superar las consecuencias del conflicto por medio de prácticas sanas que moldean el alma para convertirla en signo de imitación, respeto y valoración. Jair de pronto hubiera tenido otra suerte, solo pensar cuántos niños y jóvenes aún están siendo reclutados por grupos al margen de la ley y cuántos más están dedicados no precisamente al sano esparcimiento, sino más bien al pandillaje, al micro-tráfico o a la prostitución infantil; nuestro escalador de sueños tomó una decisión distinta, por eso sus metas hoy están más que claras: lo esperan carreteras, kilómetros de asfalto aquí y allá, duras jornadas, largas horas de entrenamiento. Pero también espera por mucho: apoyo, patrocinio, fe en él, y sobre todo confianza por parte de quienes ven en él un gran potencial salido del corazón de una de las regiones más hermosas del país, los Montes de María.

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