El duelo entre católicos y evangélicos que puede definir la Presidencia de Brasil

El duelo entre católicos y evangélicos que puede definir la Presidencia de Brasil

Además de millones de fieles Lula tiene de su lado al cardenal Scherer en Sao Paulo, Bolsonaro está rodeado de pastores como Edir Macedo con gran poder electoral

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octubre 30, 2022
El duelo entre católicos y evangélicos que puede definir la Presidencia de Brasil

El 12 de octubre, cientos de fieles bolsonaristas frente a la basílica de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, el santuario de advocación mariana mais grande do mundo, parecían más los fanáticos de una torcida de fútbol, que los partidarios del presidente y candidato Jair Bolsonaro, enardecidos por la homilía del arzobispo Orlando Brendes en la festividad de la patrona del país. Sus palabras habían sido tomadas como una crítica abierta a Bolsonaro y un guiño a favor de su adversario, el expresidente y también candidato a la reelección, Luiz Inácio Lula da Silva.

El lunes 17 Lula ripostó. Encabezó un acto con monjas y curas de corriente progresista para enviar un mensaje claro a los electores, después de rezar ante una pequeña estatuilla de la Virgen de Aparecida, y entonar cánticos religiosos acompañado por su tercera esposa, Florangela Janja Silva. Desde ese momento una guerra electoral entre católicos y evangélicos cambió radicalmente el foco de la campaña del balotaje en lo que se llamó la caza del voto religioso que hoy decide el dueño del poder en el Palacio de Planalto.

 

Lula rezó ante la pagtrona de Brasil en compañía de Janja, su nueva esposa

No es la primera vez que esto sucede. En las últimas campañas electorales, la religión ha sido uno de los temas centrales. Los cristianos evangélicos han dado su respaldo a Bolsonaro, los católicos a Lula.  Al lado de Bolsonaro se alinean entre las iglesias pentecostales de la Asamblea de Dios, el poderoso pastor Silas Malafaia, líder del ministerio Victoria en Cristo, quien lo rebautizó en el Jordán y lo casó con Michelle Paula Firmo Reinaldo en 2013. Y  el obispo Edir Macedo, al frente de la Iglesia Universal, que suma casi dos millones de miembros. Que es un auténtico emporio con canales de televisión, emisoras, un periódico y un partido político, republicanos, con 44 diputados.

Con Lula están los católicos. El arzobispo de Sao Paulo es el cardenal Osilio Scherer, a quien apodan Cardenal Rojo, por su apostolado la línea del papa Francisco, que es visto como cercano a la izquierda por algunos sectores de la derecha brasileña. La Iglesia de Brasil, cuna de la Teología de la Liberación, es una gran defensora de los derechos de los indígenas y de la reforma agraria.

En un país con 214 millones de habitantes, los católicos son 108 millones, los evangélicos 65 millones y van en alza. Las grandes encuestadoras están apostando a una diferencia entre 3 y 6 puntos a favor de Lula, pero aún están en la mente los 10 puntos de diferencia que pronosticaban en primera y que se volvieron 5,2 cuando se abrieron las urnas y se contaron los votos. Con tan escasa diferencia,  los candidatos se volcaron a pescar el voto religioso.

Evangélicos y mujeres fueron los más cortejados en este duelo electoral con 156 millones de votantes en que sobraron ataques personales y fake news. Bolsonaro dijo, por ejemplo, que su contrincante de la izquierda cerrará las Iglesias, si gana. Y este tuvo que salir a la palestra recordando que sacó la ley de libertad religiosa, que es creyente, y que no está de acuerdo en que se utilice a la religión para ganar votos.

El presidente ha mimado a los evangélicos que le ayudaron a su elección de 2018. Siete de cada diez votaron por él. Y fue generoso en la recompensa. Colocó en el Tribunal Supremo a un juez “terriblemente evangélico” según sus propias palabras, y le dio a un pastor presbiteriano el Ministerio de Educación. Los gestos han ido a la par. Criado en la fe católica, se declara públicamente como tal, pero ha dado un sinnúmero de pruebas para demostrar su cercanía a los evangélicos que lo ayudaron a ganar la presidencia en el 2018.

El puntal electoral de Bolsonaro es su esposa Michell, evangélica e influente

A su lado está su alfil más importante, su esposa Michelle. Ella 27 años menor, evangélica y practicante hasta la médula ha sido pieza clave en la campaña de su marido a quien considera un “elegido de Dios”. Sus apariciones como primera dama siempre han buscado acercarlo al electorado evangélico por su defensa de la familia tradicional y los “valores cristianos” que tanto recalca Bolsonaro en sus discursos. Tiene una historia de labor social en las iglesias, en especial con los discapacitados sordos, y el día de la posesión de su marido el 1 de enero de 2019, causó sensación pronunciando un discurso en lenguaje de señas. Michelle también tiene una estrecha relación con pastores y lideres del bloque evangélico en el Congreso donde tienen un poder formidable a tal punto que de los 313 escaños de la Cámara de Diputados 116 les corresponden. Más que cualquier partido en el hemiciclo. A su influencia también se atribuye el nombramiento del juez del Tribunal Supremo André Mendoca y el ministro de Educación.

Hoy Bolsonaro cuenta con el respaldo de cerca del 65 % de los evangélicos, más que el doble que Lula (31 %). El miércoles 20, a 10 días de la elección, Lula, candidato del Partido de los Trabajadores se reunió con líderes de las iglesias evangélicas en un hotel de Sao Paulo tratando de ganar votos en el sitio donde Bolsonaro es más fuerte. Lula sabía abe que se movía en terreno movedizo, y en la reunión seguramente tuvo en mente el gran error de su candidato Fernando Haddad hace cuatro años, al llamar “fundamentalista charlatán hambriento de dinero” al todopoderoso obispo Edir Macedo.

Lula tiene la ventaja entre los católicos que son el 64,63 % de los brasileños

La fortaleza de Lula está en los católicos donde tiene una ventaja de 53 % a 28%, según encuesta de Datafolha, muy importante si se tiene en cuenta que los datos oficiales muestran que el 64,63 % de la población es católica, y el 22,16 % se identifica con los cristianos evangélicos. En la reunión de Lula con los católicos progresistas como Padres contra el Fascismo, publicaron un documento con más de 400 firmas en defensa de su candidatura y acusando a Bolsonaro de “profanar la fe”.

La situación de la Iglesia católica en Brasil es de mucha tensión. Poco antes del suceso en el santuario de la Virgen Aparecida, la Conferencia Episcopal había hecho público un comunicado en el que decía: “Lamentamos en este momento de campaña electoral, la intensificación de la explotación de la fe y de la religión como camino para garantizar votos en la segunda vuelta”.  Entonces, desde ese 12 de octubre se fueron entrelazando incidentes como cuentas de un rosario.

La escalada de la tensión llegó a tal punto que el cardenal Scherer, arzobispo de Sao Paulo, tuitó su temor de estar asistiendo al regreso del fascismo. Y hasta explicó que su vestidura roja de cardenal representa la sangre del martirio al que se está dispuesto para defender la fe. No por ser comunista. No por llevar el color del PT de Lula. El muy mediático padre Zezinho, precursor de la ola de sacerdotes pop, dijo a El País, con un arrume de discos y libros entre pecho y espalda y una multitudinaria legión de seguidores en Intranet que no aguantó los ataques en las redes sociales y cerró su actividad hasta el 31 de octubre. Cuando ya se tenga el resultado electoral.

Ni el papa Francisco escapó a la situación. Desde hace rato entró en la lista de comunistas del bolsonarismo radical.

En tierra derecha, las campañas intensificaron una agenda en torno a "valores", dejaron de lado los temas de la primera vuelta y Bolsonaro repitió como un mantra su eslogan “Brasil encima de todo, Dios por encima de todos”. Mientras arreciaba  la otra guerra, la de los fake news, y se multiplicaban esfuerzos por atraer el voto religioso que hoy, con las encuetas marcarndo dos puntos de diferencia, será  clave en el resultado electoral. Verdad que no necesita demostración, en un país donde el 81 % de la población es católica y evangélica, y más de la mitad cree que política y religión no son asuntos separados. Que Dios los tenga de su mano.

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