El desafío de ser caricaturista en Colombia

El desafío de ser caricaturista en Colombia

Ante los constantes ataques a la libertad de expresión y al pensamiento crítico, se abren paso, derribando barreras y construyendo a través del arte

Por: Milton Arlex Atehortúa
marzo 11, 2019
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
El desafío de ser caricaturista en Colombia

En un reconocido centro comercial de la ciudad de Pereira se encuentra Julio César González, más conocido como Matador, un artista que ha recibido amenazas por empuñar su lápiz contra las problemáticas sociales de nuestro país. A pesar de esto, no opaca su rostro sonriente ni destruye su carisma. Como prueba de ello, acepta interrumpir su almuerzo, tomarse fotos con sus fanáticos y compartir comentarios sobre el dibujo y la sociedad.

Menciono a este artista por ser uno de los más destacados caricaturistas en los últimos años en nuestro país, usando su lápiz como arma contra los gobiernos, los conflictos sociales, la corrupción, entre otros. Y aunque caricaturiza a personajes de todos los sectores del país, pareciera que su principal inspiración, así como de los demás caricaturistas, es el uribismo.

Cabe decir que Matador es un personaje habitual en los medios, pues no ha vacilado para debatir en Twitter con el líder del Centro Democrático y además ha confrontado a Óscar Iván Zuluaga por compartir una caricatura suya tergiversada. Fuera de esto, ha sido señalado de castrochavista, arrodillado del gobierno y hasta han surgido cuentas anónimas para hacer contrapeso a sus caricaturas.

Sin embargo, con él ha surgido una camada de caricaturistas críticos, quienes de manera desinteresada y creativa plasman diversos mensajes, llevan conciencia, conmueven, persuaden, convencen y, en resumidas cuentas, impactan sobre la población gracias a sus trazos, sus simbologías y expresiones sobre el papel; mencionar a algunos de ellos sería injusto con los demás, ya que cada uno con su sello y autenticidad se abren paso en los medios y las redes sociales.

Ahora bien, la importancia de la caricatura crítica es enorme en una sociedad, en especial como la colombiana, pues comunica saberes que construyen sociedad, transmite información ideológica de fácil interpretación, hace representaciones creativas de la realidad y expresa sentimientos subjetivos con un alto valor estético, todo lo anterior plasmando temas de interés social, los cuales se enriquecen con el distintivo de humor y creatividad de cada uno de sus autores.

Vale la pena recordar que históricamente Latinoamérica ha producido algunos de los caricaturistas más destacados del mundo: no se puede olvidar la extraordinaria impronta que deja el gran Quino con sus escenas surrealistas y alegóricas y la insuperable Mafalda; también a Fontanarrosa, uno de los más respetados humoristas de las últimas décadas. Colombia no es la excepción, históricamente hemos disfrutado de maestros del humor gráfico, más aún cuando en los últimos años se puede percibir un auge de los mismos. Estos personajes con sus trazos no pueden evitar levantar ampolla en los gobiernos y políticos de turno, aunque con una particularidad ineludible, los protagonistas de estas caricaturas suelen ser la mayoría de veces los mismos personajes de sectores de derecha.

Y aunque actualmente los caricaturistas no la tienen fácil en materia de seguridad por el impacto social de sus ilustraciones, muchas más dificultades tuvieron que sortear sus antecesores. Uno de esos reprochables casos fue el del caricaturista Urdaneta (1845-1887), quien en su periódico El Mochuelo satirizaba los políticos del país, por ello el gobierno lo clausuró, al tiempo que arrestó a su director —por este motivo Urdaneta se vio obligado a salir del país—. También es importante recordar el tristemente célebre caso de Alfredo Greñas (1857-1949), quien dirigía el periódico El Zancudo, desde el que criticaba al gobierno. Greñas fue perseguido y exiliado por el gobierno bajo injustas leyes que penalizaban la libertad de expresión. Años después el presidente Rojas Pinilla expidió leyes similares que atacaron a los dibujantes lo que disminuyó su actividad.

Hoy día, no muy alejados de estos penosos sucesos, vemos como se proponen leyes que ponen en entredicho la libertad de expresión y a su vez la libertad de cátedra con el ánimo de aniquilar los pensamientos libres y críticos, actos que están en contravía de las verdaderas democracias, por esta razón los caricaturistas de nuestro país se abren paso entre los obstáculos, derribando barreras y construyendo ciudadanía a través del arte.

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