El Chapo Guzmán vivirá el resto de sus días en un infierno de concreto

El Chapo Guzmán vivirá el resto de sus días en un infierno de concreto

Las únicas voces que se escuchan en el Centro Correccional Metropolita de N.Y. son las de los guardias búrlandose de los presos. Más de uno ha perdido la razón

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enero 26, 2017
El Chapo Guzmán vivirá el resto de sus días en un infierno de concreto
Foto: Ilustración infobae

El Centro Correccional Metropolitano, una fortaleza ubicada al sur de Manhattan donde están cientos de prisioneros federales, ha sido descrita como menos habitable que la bahía de Guantánamo por un hombre acusado de terrorismo que ha sido encarcelado en ambas prisiones.

Una media decena de prisioneros de “alto riesgo” –usualmente aquellos condenados por los cargos más severos– viven en condiciones de aislamiento tan duras que algunos han reportado pérdidas ligeras de la vista.

Este centro fue el destino de Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante conocido como el Chapo, después de su extradición desde Ciudad Juárez, al norte de México, y tras escapar dos veces de prisiones de máxima seguridad en ese país.

Por el Centro Correccional Metropolitano han pasado presos como Ramzi Ahmed Yousef, el autor intelectual del bombardeo de 1993 al World Trade Center de Nueva York, y Bernard Madoff, expresidente de una firma de inversión con la que hizo una estafa de 20 mil millones de dólares con un sistema Ponzi.

Aunque la prisión es conocida por sus estrictas medidas de seguridad, varios reos han intentado escaparse y algunos lo han logrado. El intento más conocido fue en 1981, cuando un prisionero casi logra subirse a un helicóptero secuestrado. Y en 1990 dos presos desaparecieron por una ventana del segundo piso tras bajar usando el cordón eléctrico de una máquina usada para lustrar los pisos. Uno de esos todavía está en la lista de los fugitivos más buscados por el servicio de alguaciles estadounidenses.

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Momento de la extraditación del Chapo Guzmán a EE.UU

En 2009, un asaltante de varios bancos llamado Anthony Boyd pudo salir por la puerta principal por un aparente error administrativo.

Fuera de algunas oraciones, las únicas voces humanas que se escuchan son las de guardias burlándose de los prisioneros, según Paracha, quien recuenta sus experiencias en el libro Hell is a Very Small Place: Voices from Solitary Confinement, publicado el año pasado.

Los prisioneros no tienen televisiones ni radios. Las revistas que llegan lo hacen un mes tarde y periódicos como The New York Times son repartidos con dos meses de retraso y con varias notas recortadas por censores, según Paracha.

Tales condiciones, entendidas como “medidas administrativas especiales”, necesitan ser aprobadas por el fiscal general estadounidense y han sido criticadas por Amnistía Internacional.

“Las unidades segregadas son horripilantes e inhumanas”, dijo en entrevista David Patton, director ejecutivo de la Oficina de los Defensores Federales de Nueva York. “Si quieres diseñar un lugar para volver loca a la gente de manera intencional, sería difícil hacerlo mejor”.

La oficina de Patton defiende a varios presos del Centro Correccional Metropolitano, incluyendo por ahora a Guzmán Loera, aunque Patton se rehusó a discutir su caso. El abogado describió como duro el aislamiento que se siente en 10 South, donde los reos pasan días sin interactuar con otros humanos. “Las luces fluorescentes siempre están prendidas”, dijo. “El único ruido es el rechinar metálico de las puertas cuando se abren y se cierran”.

Las celdas de 10 South están al final de una escalera ubicada en el noveno piso del centro correccional, donde de por sí hay otra unidad de alta seguridad llamada Special Housing Unit, o SHU. Para entrar, es necesario pasar por dos puertas de metal: la primera es controlada de manera electrónica y la segunda con una llave, según testimonios.

Todavía es incierto si Guzmán Loera se quedará de manera permanente en 10 South o siquiera en el Centro Correccional Metropolitano mientras se desarrolla su caso en una corte de Brooklyn. Tras su audiencia el viernes pasado fue llevado al centro correccional, aunque no hay registro alguno de dónde está preso en el directorio en línea del Buró Federal de Prisiones.

Retomado: Joseph Goldstein - New York Times

 

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