En lo más recóndito del país, donde las redes eléctricas son inexistentes las comunidades han aprendido a vivir con la intermitencia de la luz y la energía. En aquellas poblaciones alejadas de las grandes capitales, la falta de electricidad ha significado más que solo noches a oscuras: ha limitado el acceso a educación, salud y desarrollo económico.
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Sin refrigeración, los alimentos se dañan; sin iluminación adecuada, los niños no pueden estudiar y el internet alcanza a llegar se convierte en solo una ilusión de un par de horas. En estos pueblos y municipios olvidados las distancias cuando la noche cae y se va también la escasa energía; sin comunicación estable, las emergencias médicas pueden tornarse fatales.
Es una constante que se repite en un país en el que el abandono del Estado acompaña la vida de muchos. Sumapaz, la localidad rural de, donde está el páramo más grande del mundo, no es diferente. Las necesidades en Sumapaz son muchas y variadas, pero la falta de energía regular es una de las más importantes.
Hasta allí llegó también el ministerio de Minas y Energía con sus programas para pactar con la misma comunidad soluciones. La implementación de programas gubernamentales como las Comunidades Energéticas y EnComunidad están cambiando la vida de muchos colombianos y los habitantes de Sumapaz también quieren ser parte de los beneficiados.
Ellos quieren que sus vidas también cambien, como saben ha pasado en otras regiones del país, como en la Amazonía, la Guajira y el Chocó, donde la energía y luz por 24 horas al día les ha llegado a través de paneles solares o molinos eólicos. Allí la llegada de estas tecnologías no solo les ha permitido tener luz constante en sus hogares, sino también desarrollar pequeños negocios, mejorar la educación y fortalecer la atención médica local.
Los campesinos de Sumapaz quieren ser parte de ese cambio prometido y tener electricidad sus empresas locales, para sus hijos, para dejar ser los bogotanos olvidados. Allí no quieren que la oscuridad imponga su ley: madrugar antes que el sol, ordeñar en la penumbra, depender de generadores y rezar para que el motor no falle y el combustible alcance. Saben que es posible, que la realidad está cerca y así lo hicieron saber.